Alberti
Ahora que todo el mundo, para bien o para mal, habla de Rafael, del amigo o del enemigo que provoc¨® en vida unos acelerados sentimientos de valor personal, me gustar¨ªa defender a m¨ª los derechos de Alberti, defender el respeto que merecen la biograf¨ªa de cualquier ciudadano y la obra de cualquier escritor. Porque en este pa¨ªs de locos se pueden escribir las mayores barbaridades o cometer los ultrajes m¨¢s vergonzosos sin que tiemblen las ra¨ªces del pudor p¨²blico. Por ejemplo, se puede aprovechar la muerte de Rafael Alberti para afirmar con absoluta despreocupaci¨®n, convirtiendo el columnismo period¨ªstico en un tribunal carnavalesco de mal gusto, que el poeta dirigi¨® una checa, que fue responsable de la represi¨®n comunista en Madrid durante los a?os de la guerra y que se dedic¨®, junto a Mar¨ªa Teresa Le¨®n, a traficar con abrigos de pieles en los pa¨ªses del Este. No quiero llevarles la contraria a los se?ores Jim¨¦nez Losantos, Uss¨ªa y Campmany como amigo ¨ªntimo de Rafael, porque sobre estas cosas no se debe opinar en nombre de la amistad; me limito a pedirles una prueba, un dato, un documento que sostenga la gravedad asombrosa de sus afirmaciones. Y es que yo, despu¨¦s de estudiar durante 20 a?os la vida y la obra de Alberti, despu¨¦s de dedicarle una tesis doctoral y cinco libros, no he encontrado nunca el m¨¢s m¨ªnimo detalle que permita albergar ninguna sospecha en este sentido. Conozco, eso s¨ª, todas las maniobras de intoxicaci¨®n informativa que promovieron los intelectuales fascistas a prop¨®sito de la muerte de Garc¨ªa Lorca y de la cultura republicana para justificar y adornar su poco adornado y justificable apoyo al golpe militar de Franco. Si no sostienen sus denuncias con datos y pruebas, deber¨¦ pensar que los integrantes del tr¨ªo blablabl¨¢ del periodismo espa?ol se han sumado, verdaderamente muy a destiempo, a la vieja y conocida estirpe de la calumnia fascista.El otro asunto alentado despu¨¦s de la muerte de Rafael Alberti es el de las locuras y las manipulaciones de su ¨²ltima mujer, Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo. Aunque estoy inevitablemente envuelto en un tema tan desagradable, porque mi nombre figura en la lista de los afectados, tampoco quiero opinar aqu¨ª como amigo de Rafael, sino como lector y estudioso de Alberti. M¨¢s all¨¢ de las murmuraciones y las peque?as miserias personales, lo ¨²nico importante es el respeto que merece su obra. ?En manos de qui¨¦n va a quedar la obra de Alberti? Y, en este sentido, me parece oportuno que se conozcan algunos detalles.
Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo apareci¨® en la vida de Rafael hacia 1983, como una m¨¢s de las espor¨¢dicas acompa?antes que le ayudaban a mantener el sue?o herido de su eterna juventud. Y as¨ª permaneci¨® la relaci¨®n hasta que un accidente de tr¨¢fico y el definitivo declive de sus facultades f¨ªsicas convirtieron a Rafael en presa f¨¢cil de las ambiciones ajenas. Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo cay¨® sobre la obra, la familia y los amigos de Rafael Alberti con un totalitarismo avaricioso, desquiciado y compulsivo. Yo decid¨ª alejarme de aquella locura cuando comprend¨ª que Rafael Alberti hab¨ªa dejado de existir y que ella estaba dispuesta a humillar, en nombre de un fantasma manipulado, a todas las personas verdaderamente queridas por el poeta.
Creo que Rafael dej¨® de ser ¨¦l mismo en los primeros a?os noventa. Yo coordinaba entonces, a petici¨®n suya, la puesta en marcha de la Fundaci¨®n Rafael Alberti, de la Diputaci¨®n de C¨¢diz. El consejo asesor (Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, Fernando Qui?ones, Felipe Ben¨ªtez Reyes, Jes¨²s Fern¨¢ndez Palacios, Manuel Ortega Ramos, Robert Marrast, Teresa S¨¢nchez Alberti, etc.) cont¨® con el apoyo delicad¨ªsimo de las autoridades provinciales gaditanas en respuesta a la generosidad de Alberti, que hab¨ªa donado su patrimonio "al pueblo de C¨¢diz". Aprovechamos aquella oportunidad no s¨®lo para idear una fundaci¨®n seria, vigilante de un legado cultural ya p¨²blico, sino tambi¨¦n para facilitar una vieja ilusi¨®n de Rafael: pasar los ¨²ltimos a?os de vida cerca de su hija Aitana. La Diputaci¨®n de C¨¢diz decidi¨® nombrar a Aitana Alberti directora de la fundaci¨®n de su padre. La boda de Rafael y su declive personal -estamos hablando de un se?or de 90 a?os- desbarataron todos los planes. Muy poco despu¨¦s de la boda, la Diputaci¨®n de C¨¢diz recibi¨® una carta, firmada por Rafael Alberti, en la que comunic¨® que no consideraba a su hija capacitada para dirigir la fundaci¨®n, cargo que deb¨ªa ocupar su nueva esposa. Por otra parte, Rafael decidi¨® de pronto que se hab¨ªa equivocado en la donaci¨®n de su patrimonio y pidi¨® que todo volviese a manos privadas para hacer la lista de un posible nuevo legado. Rafael Alberti hab¨ªa dejado de existir y sus verdaderos amigos nos limitamos a "autodisolvernos", respetando su recuerdo con nuestro silencio. Para cualquiera que hubiese conocido a Rafael, que le hubiese o¨ªdo jurar por Aitana en las confesiones m¨¢s ¨ªntimas, resultaba f¨¢cil comprender que ya no era responsable de sus actos.
Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo comenz¨® entonces una persecuci¨®n compulsiva contra todas las personas que no quisieron re¨ªrle las gracias, moviendo una mezcla imp¨²dica de rencores y sentimientos de culpa. Lo m¨¢s grave es que entr¨® a saco en la obra de Rafael Alberti, y sin respeto ninguno, siguiendo la ley infantil de sus man¨ªas, se dedic¨® a elaborar una nueva versi¨®n de La arboleda perdida. Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo compuso un quinto tomo de memorias, manipulando a su gusto con cap¨ªtulos a?adidos y tachaduras los ¨²ltimos art¨ªculos publicados por el poeta en EL PA?S y, envalentonada por la escasa repercusi¨®n de su curioso ejercicio, ?c¨®mo est¨¢ la cr¨ªtica literaria en Espa?a!, se lanz¨® a reescribir tambi¨¦n los tomos ya publicados. En Lo peor no son los autores, Mario Muchnik, su editor, denunci¨® con pruebas, unos meses antes de la muerte de Alberti, las manipulaciones de esta se?ora. Y m¨¢s all¨¢ de nuestras miserias y nostalgias personales, esto es lo ¨²nico grave: el escandaloso peligro de falsificaci¨®n al que han quedado expuestas la figura y la obra de Rafael Alberti.
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