El CIS y las encuestas electorales
Las encuestas electorales son, casi siempre, objeto de encendidas protestas de aquellos partidos que se consideran menos favorecidos y de contenida alegr¨ªa por parte de quienes se dan por satisfechos. No es infrecuente adem¨¢s que, seg¨²n los resultados, un mismo partido pase, sin el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo, del aplauso a la cr¨ªtica, de la defensa de la profesionalidad de quienes hacen la encuesta a calificarlos de manipuladores (en las hemerotecas f¨¢cil es encontrar pruebas de ello). Cuando se trata de las encuestas electorales del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), las posibilidades de que las acusaciones de manipulaci¨®n, por parte del partido o de los partidos descontentos, se produzcan son siempre notablemente mayores. Quienes hacen encuestas electorales saben que actitudes de esa naturaleza est¨¢n en el gui¨®n de la contienda pol¨ªtica. Obligado es asumir tales reacciones por m¨¢s que sus motivos sean pol¨ªticos y que las pretendidas razones "t¨¦cnicas" con las que desde la "fontaner¨ªa pol¨ªtica" se intenta legitimar la cr¨ªtica no resistan el debate si ciertamente se discutiera con un enfoque profesional. Por todo ello, desde el CIS se ha sido extraordinariamente cuidadoso en no entrar en la pol¨¦mica cuando esas cr¨ªticas se han planteado.Tras las elecciones auton¨®micas catalanas del pasado octubre, el primer partido de la oposici¨®n arrecia la cr¨ªtica sobre el CIS; particularmente, hacia sus responsables, a los que se acusa de haber venido manipulando sistem¨¢ticamente los datos de las encuestas electorales en detrimento del PSOE y a favor del partido del Gobierno, llegando a proponer que el CIS no publique encuestas durante la campa?a, es decir, aplic¨¢ndole unas limitaciones que no tienen las empresas privadas que se dedican a la demoscopia electoral y descalificando sus encuestas con adjetivos insultantes. Una vez m¨¢s, desde el CIS no se va a entrar a debatir sobre las razones pol¨ªticas que alimentan esas cr¨ªticas, pero, como quiera que se contin¨²an intentando adornar con argumentos supuestamente "t¨¦cnicos", s¨ª se hace necesario, ya en el final de la legislatura, una breve reflexi¨®n sobre las encuestas electorales del CIS durante este periodo.
Si se observan las encuestas electorales del CIS es f¨¢cil comprobar que las estimaciones proporcionadas en numerosas ocasiones se han ajustado hasta casi el l¨ªmite de la precisi¨®n con los resultados de los partidos; v¨¦ase, como ejemplos, el caso del PP en las elecciones gallegas, el del PSOE en las elecciones al Parlamento Europeo o el de este mismo partido en las elecciones al Parlamento vasco. En otras se ha producido una sobreestimaci¨®n de los resultados de alg¨²n partido; claramente del PSG-PSOE en las elecciones gallegas y, en menor medida, en el caso de IU en las elecciones europeas o del PP en esas mismas elecciones. Por el contrario, en otros casos se ha infraestimado el voto a ciertos partidos: del BNG en las elecciones gallegas y del PP en las elecciones al Parlamento vasco. Por ¨²ltimo, un descenso de IU en las elecciones auton¨®micas y municipales, superior a la fuerte p¨¦rdida de voto que se estim¨® para esta coalici¨®n, favoreci¨® ciertos desajustes en las estimaciones de algunas comunidades aut¨®nomas donde IU hab¨ªa tenido un mayor peso en convocatorias anteriores que afect¨® las estimaciones previstas por el CIS, al igual que todas las estimaciones publicadas, resultando alguna infraestimaci¨®n del voto hacia el PSOE y sobrevaloraci¨®n del voto de IU. En ning¨²n caso esas desviaciones afectaron el pron¨®stico sobre el partido m¨¢s votado ni la mayor¨ªa absoluta o relativa por la que se producir¨ªa la victoria.
La excepci¨®n se ha producido en las elecciones auton¨®micas catalanas. A diferencia de lo ocurrido en las restantes convocatorias electorales, la estimaci¨®n proporcionada se desvi¨® significativamente de los resultados electorales. Con independencia de que ello ocurriera en menor o mayor medida en todas las encuestas publicadas (como se sabe, la diferencia de voto estimada a favor de CIU oscil¨® entre los 3 y los 10 puntos, siendo la del CIS de 6,9), a nadie preocupa m¨¢s que al CIS saber por qu¨¦ en esta ocasi¨®n su estimaci¨®n estuvo lejos de los resultados. Un an¨¢lisis riguroso del tema desborda, obviamente, las posibilidades de estas reflexiones. Sin embargo, merece la pena apuntar algunos de los aspectos que debieran tenerse en cuenta, especialmente en la medida en que trascienden esas elecciones y est¨¢n vinculados con ciertas dificultades que encuentran en nuestro pa¨ªs las encuestas electorales.
El hecho de que la desviaci¨®n se produjera, casi en exclusiva, en la circunscripci¨®n de Barcelona y no en las de Girona, Lleida y Tarragona, junto a que cuatro meses antes la encuesta del CIS para las elecciones municipales en Barcelona permitiera ofrecer una estimaci¨®n estad¨ªsticamente ajustada con los resultados de los partidos, indican que ser¨ªa poco razonable atribuir, en esta ocasi¨®n, el desv¨ªo en la estimaci¨®n final al desarrollo t¨¦cnico de la encuesta.
La segunda l¨ªnea explicativa, m¨¢s razonable, y que el CIS analizar¨¢ a partir de su encuesta poselectoral, es que la participaci¨®n o abstenci¨®n de ciertos sectores de votantes fueron decisiones que cristalizaron, en especial en la circunscripci¨®n de Barcelona, durante la campa?a electoral, fundamentalmente en su ¨²ltimo tramo. Por ello la encuesta, cuyo trabajo de campo se realiz¨® entre el 16 de septiembre y el 3 de octubre (consecuencia de las limitaciones legales sobre publicaci¨®n de encuestas electorales de la que el CIS se ve particularmente afectado), no pudo percibir decisiones que, adem¨¢s, modificaban el tradicional comportamiento fuertemente abstencionista del electorado del PSC cuando se trataba de elecciones auton¨®micas y, por el contrario, participativo de los votantes de CIU. Ese modelo de abstenci¨®n diferencial en uno y otro tipo de elecci¨®n hab¨ªa constituido, hasta ahora, una constante del comportamiento electoral en Catalu?a, raz¨®n por la que no hubo analista electoral antes de las elecciones que no sostuviera la tesis de que s¨®lo en condiciones de alta participaci¨®n (cercana al 70%) el PSC ten¨ªa posibilidades de victoria.
En Espa?a, sabido es que las encuestas electorales no pueden ser publicadas en la ¨²ltima semana de la campa?a electoral, lo que determina que los trabajos de campo se tengan que cerrar bastantes d¨ªas antes de la fecha de los comicios. Esta circunstancia hace que, singularmente, en condiciones de alta competitividad entre dos o m¨¢s partidos pol¨ªticos, la decisi¨®n sobre el voto y principalmente la de participar o abstenerse se tomen, por parte de un segmento de los electores (no distribuidos de manera proporcional entre todos los partidos), en los aleda?os del d¨ªa de la elecci¨®n. Este hecho dificulta que las encuestas puedan captar esa decisi¨®n en toda su magnitud y explicar¨ªa una parte sustantiva de los desajustes que se producen en ocasiones entre estimaci¨®n y resultados.
La importancia del factor temporal ha quedado sobradamente demostrada con ocasi¨®n de otras convocatorias electorales. Por ejemplo, y ¨¦ste no es el ¨²nico caso, mientras que todas las encuestas publicadas sobre las elecciones generales de 1996 estimaban una holgada victoria para el PP, de las encuestas cuyo trabajo de campo se realiz¨® durante la ¨²ltima semana de la campa?a se deriv¨® una estimaci¨®n de voto muy similar al resultado de las elecciones.
En mi opini¨®n, la libertad para publicar encuestas hasta el final de la campa?a, al igual que ocurre en otros pa¨ªses, permitir¨ªa efectuar unas estimaciones m¨¢s ajustadas. Pero, adem¨¢s, los hipot¨¦ticos efectos de las encuestas electorales, cualesquiera que sean ¨¦stos, ser¨ªan m¨¢s neutrales toda vez que a medida que se acerca la fecha electoral se reduce el n¨²mero de electores que no ha tomado una decisi¨®n.
Volviendo de nuevo al CIS, se?alar que desde finales de 1995 el Centro est¨¢ obligado a presentar sus encuestas electorales al Parlamento, encuestas que, por lo dem¨¢s, ha estado llevando a cabo durante los ¨²ltimos 22 a?os. Las encuestas electorales del CIS se est¨¢n haciendo p¨²blicas siempre en la misma fecha, a finales de la primera semana de campa?a, por lo que no se explica que alguien haya considerado un hecho in¨¦dito la publicaci¨®n de la encuesta electoral correspondiente a las pasadas elecciones catalanas.
Durante estos ¨²ltimos a?os el CIS ha hecho un notable esfuerzo para difundir sus datos y facilitar el acceso a los mismos, como exige la ley y como corresponde a un instituto financiado con dinero p¨²blico. La importancia de los trabajos del CIS, desde su creaci¨®n, y el valor de los datos de sus encuestas como fuente de conocimiento de la sociedad espa?ola se encuentra fuera de toda duda; su rigor y la profesionalidad est¨¢n reconocidos en todos los ¨¢mbitos acad¨¦micos y especializados, nacionales e internacionales. El hecho de que en alg¨²n momento, pasado o presente, las estimaciones de voto que ofrece el CIS se hayan podido desviar de los resultados de una elecci¨®n, al igual que puede ocurrir con las que proporcionan institutos privados en Espa?a o fuera de Espa?a, no es nunca argumento para cuestionar su profesionalidad y proponer que se apliquen especiales limitaciones a la difusi¨®n de sus encuestas electorales.
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