Un federalismo sin panaceas
Mi amigo y compa?ero de ponencia constitucional Miguel Herrero de Mi?¨®n sabe muy bien que cuando se plantean problemas de gobernabilidad en un pa¨ªs lo peor que puede ocurrir es meterse a buscar panaceas milagrosas. Hablar hoy de federalismo en Espa?a, por ejemplo, no es un ejercicio de varitas m¨¢gicas, sino una seria reflexi¨®n sobre la gobernabilidad o la ingobernabilidad del pa¨ªs y, muy especialmente, sobre el futuro de nuestro sistema constitucional ante el reto de la unificaci¨®n monetaria y pol¨ªtica de Europa. Se equivoca, por tanto, el que entiende la palabra "federalismo" como un remedio infalible para solventar en cuatro d¨ªas los problemas de un pa¨ªs como el nuestro. Pero m¨¢s se equivoca el que la descalifica para dejar las cosas como est¨¢n.En su art¨ªculo ?Panacea federal?, publicado en estas mismas p¨¢ginas, Miguel Herrero plantea una serie de objeciones y de problemas sobre la posible reforma del Senado, que yo comparto casi en su totalidad. Es m¨¢s, a todos estos obst¨¢culos hay que a?adir otros, porque los que hoy disponen de mayor¨ªa en el Senado se resistir¨¢n a cambiarlo y porque los grupos nacionalistas no estar¨¢n por la labor de crear una instituci¨®n que los equipare a los dem¨¢s. Y tambi¨¦n sabemos que no podemos copiar, sin m¨¢s, los mecanismos federales de otros pa¨ªses, ni siquiera el m¨¢s pr¨®ximo y eficaz, el de la Rep¨²blica Federal Alemana, porque no coinciden nuestros sistemas de partidos pol¨ªticos ni nuestras diversidades ling¨¹¨ªsticas y culturales. Pero una vez constatado todo esto, ?qu¨¦ hacemos? ?Seguimos operando con un Senado que no es una C¨¢mara alta ni una C¨¢mara primera, sino una rec¨¢mara, en el sentido bal¨ªstico del t¨¦rmino, o sea, en la que el partido del Gobierno, que no tiene mayor¨ªa en el Congreso pero s¨ª en el Senado, puede gastar sus ¨²ltimos cartuchos cuando no ha podido imponer su voluntad en el Congreso? ?Es ¨¦ste un mecanismo adecuado para la cooperaci¨®n entre las instituciones centrales del Estado y las comunidades aut¨®nomas? ?Lo dejamos tal cual, sabiendo que esto nos conduce a un estancamiento muy peligroso para todos? ?O buscamos soluciones que nos hagan avanzar?
Reformar el Senado no es, sin embargo, el ¨²nico ni el decisivo paso para el funcionamiento de nuestro Estado como un sistema federal. Lo que de verdad est¨¢ en juego es si la actual forma de gobierno es v¨¢lida para afrontar con seriedad los problemas del futuro inmediato. Y la pregunta clave es si un pa¨ªs complejo como el nuestro, que ha sabido pasar de una dictadura feroz y ultracentralista a una democracia ampliamente descentralizada, con un sistema de autonom¨ªas consolidado y con una distribuci¨®n de competencias equivalente a la de Estados aut¨¦nticamente federales se puede seguir gobernando con los instrumentos, las ideas, las fobias y las filias con que se est¨¢ gobernando hoy.
Personalmente creo que no se puede avanzar con un sistema en el que el Gobierno central negocia caso por caso con tal o cual autonom¨ªa, haciendo favores a los suyos, maltratando a los adversarios y pactando hoy esto, ma?ana lo otro, con unos grupos nacionalistas que ni siquiera son mayoritarios en sus propios territorios y con los que mantiene, al mismo tiempo, una dur¨ªsima confrontaci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica. Este mecanismo primario puede convenir a un PP que cree tener la sart¨¦n por el mango con unas relaciones unilaterales de t¨² a t¨². Y tambi¨¦n puede convenir a unos nacionalistas catalanes y vascos que aparentan negociar de igual a igual para obtener m¨¢s recursos que los otros y convierten todo esto en el fundamento esencial de su nacionalismo te¨®rico. Este sistema permite quiz¨¢ sobrevivir en el d¨ªa a d¨ªa, pero es inviable como perspectiva a medio y largo plazo porque ni asegura la estabilidad pol¨ªtica, ni fortalece la estructura del Estado ni agiliza la libertad de movimientos de las comunidades aut¨®nomas y de las ciudades. No hay m¨¢s que recordar iniciativas unilaterales como los miles de millones otorgados por el Gobierno para mantener en pie a uno de sus alcaldes controvertidos, el de Le¨®n, para comprobar la precariedad y la disfuncionalidad pol¨ªtica y econ¨®mica de esta forma de gobernar.
Por esto, cuando hablamos de federalismo estamos hablando de otra l¨®gica, la de la cooperaci¨®n y la negociaci¨®n constante entre las instancias centrales y auton¨®micas -y cada vez m¨¢s tambi¨¦n la municipales- a trav¨¦s de organismos permanentes, de conferencias sectoriales, de relaciones estables y s¨®lidamente estructuradas entre el Gobierno central y los gobiernos auton¨®micos, que no s¨®lo permitan la discusion sino que hagan factible la corresponsabilizaci¨®n de todos en la toma de las principales decisiones. Esto pod¨ªa parecer ut¨®pico hasta hace alg¨²n tiempo, pero ya se ha avanzado mucho en la igualaci¨®n de las competencias y en la redistribuci¨®n de los recursos econ¨®micos, y m¨¢s se deber¨¢ avanzar en el futuro. Por esto creo que el interrogante que el amigo Herrero de Mi?¨®n plantea al final de su art¨ªculo sobre si es imaginable que el tema del Concierto Econ¨®mico del Estado con Euskadi o Navarra pueda ser debatido por los representantes de las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas tiene una doble respuesta: hoy por hoy no, pero ma?ana, ?por qu¨¦ no? ?O es que alguien cree que los conciertos econ¨®micos de Euskadi y de Navarra subsistir¨¢n en el futuro marco de la Uni¨®n Europea si no cuentan con el apoyo de un Estado espa?ol en el que tendr¨¢n cada d¨ªa m¨¢s peso el conjunto de las comunidades aut¨®nomas? ?Y que este apoyo es perfectamente posible si las tensiones y los exabruptos actuales son sustituidos por un clima de cooperaci¨®n en el que nadie se sienta discriminado ni presionado por la violencia?
?ste es un pa¨ªs muy diverso y por esto hablamos de hechos diferenciales y de federalismo asim¨¦trico. Por ello creo que s¨®lo estar¨¢ capacitado para gobernar nuestro futuro el que sea capaz de integrar las diferencias sin destruirlas y hacer funcionar el conjunto mediante la cooperaci¨®n entre sociedades distintas. O sea, todo lo contrario de la pasividad actual, de los manejos oscuros, de las siniestras carreras de descalificaciones personales y de unas campa?as de publicidad tan cutres como las que han puesto en marcha algunos l¨ªderes descerebrados del PP, que ni miran al futuro ni reivindican los logros del pasado y s¨®lo transmiten desesperanza.
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