Hacer interesante lo importante
Bastante de lo que la sociedad espa?ola ha conseguido en los ¨²ltimos veinte a?os tiene mucho que ver con la organizaci¨®n y el protagonismo de nuestro sistema educativo. Por lo tanto, podemos sospechar que la evoluci¨®n econ¨®mica y social que podemos esperar de nuestro pa¨ªs est¨¢ impl¨ªcita en la consideraci¨®n que tengamos de la educaci¨®n. Esa consideraci¨®n debe quedar reflejada, desde luego, en los Presupuestos Generales del Estado, en las inversiones de las empresas en materia de formaci¨®n, en la sensibilidad de las familias hacia los retornos que ofrece la educaci¨®n y en los v¨ªnculos entre la Universidad y la sociedad.La vocaci¨®n de la Universidad por implicarse en su entorno, y de interactuar con su medio, ha sido m¨¢s un deseo ret¨®ricamente repetido que una realidad manifiesta. No quiero decir con ello que la Universidad haya venido siendo opaca para la sociedad, ni que ¨¦sta se haya desentendido de la realidad y del funcionamiento universitarios; pero s¨ª que la ¨®smosis no ha sido suficiente. Nadie niega que la Universidad es una funci¨®n de la sociedad, como lo son el Gobierno, el sistema judicial o el cuerpo de bomberos, pero ni esas instancias relevantes funcionan, ni podr¨ªan hacerlo, ensimismadas o de espaldas a las expectativas sociales, ni faltan voces que recuerdan a esas instituciones que no son una torre de marfil, un huerto cerrado. La Universidad sin, embargo, desde que reconquist¨® su autonom¨ªa, no siempre ha estado a la altura de las circunstancias, como si su sagrada funci¨®n de atesorar, incrementar y transmitir la ciencia y la cultura le otorgara potestad para ser un fin en s¨ª misma. Ni el sentido com¨²n, ni la ley autorizan ese intolerable solipsismo. En la exposici¨®n de motivos de la LRU puede leerse que "la Universidad no es patrimonio de los miembros de la comunidad universitaria sino que constituye un aut¨¦ntico servicio p¨²blico referido a los intereses generales de toda la comunidad nacional y de su respectivas comunidades aut¨®nomas".
No puede sorprender, sin embargo, el relativo desinter¨¦s de la sociedad puesto que la universidad fue durante largos a?os concebida como un organismo estatal. Si la grandeza y la fuerza de la Universidad medieval es un dato inconcluso, se debi¨® a la adecuaci¨®n a su tiempo. Si perdi¨® ese impulso originario fue por causa de su alejamiento de la sociedad. Pero no s¨®lo es un v¨ªnculo f¨¦rreo con el Estado lo que alej¨® a la Universidad de su entorno social, sino tambi¨¦n el colegio cerrado de profesores que, en algunas ocasiones, ha incurrido en corporativismo o se ha enrocado en un "sindicalismo" de casta secuestrando la verdadera misi¨®n de la Universidad. Si la Universidad medieval es una de las grandes mentefacturas del segundo milenio fue porque se inscrib¨ªa de una forma ejemplar en su circunstancia hist¨®rica. Pero despu¨¦s se abri¨® una falla que, a finales delXIX, acab¨® por convertirse en un abismo. Ninguna de las ideas o acontecimientos cient¨ªficos que marcaron la cultura del sigloXX tuvo su origen en la Universidad; ninguna de las personalidades que protagonizaron esos cambios lo hizo desde y para la Universidad. Marx, Einstein y Freud son tres ejemplos significativos. El modelo de la Universidad fue desdobl¨¢ndose hasta llegar a la bipolarizaci¨®n excesiva entre la universidad europea de corte estatalista y especulativo, y la Universidad especializada y pragm¨¢tica de EEUU, que rompi¨® definitivamente con el modelo de los saberes universales.
Para superar la indiferencia entre la Universidad y su contexto hace falta una organizaci¨®n orientada al inter¨¦s general, al margen de corporativismos, transparencia ante la sociedad y los poderes p¨²blicos y eficacia en la gesti¨®n de los recursos para que cumpla con su papel de promotora del ¨¦xito econ¨®mico, pol¨ªtico y moral de su entorno. Pero hay, adem¨¢s, nuevas demandas que tiene que atender: la multiplicaci¨®n de su oferta educativa, la educaci¨®n permanente, la innovaci¨®n y el liderazgo intelectual y moral.
Nadie niega que la Universidad tiene que ejercer de conciencia cr¨ªtica de la sociedad, pero lo cierto es que esta funci¨®n necesaria suele quedar relegada ante la urgencia de formar profesionales, t¨¦cnicos y expertos competentes. No queda bastante margen en el campus para el esclarecimiento del mundo y de la sociedad, para se?alar caminos practicables en lajungla de los signos.
Por otra parte, nos beneficiamos de un proceso que ha aportado tantos resultados eficientes, que nos exime de pensar y de interrogarnos acerca de nuestras metas. Los indiscutibles beneficios de la tecnociencia han silenciado la voz de la ¨¦tica que no es ni m¨¢s ni menos que el repertorio de respuestas a una pregunta imprescindible: ?C¨®mo debemos vivir?
En 1959 Charles P. Snow levant¨® acta de nuestra esquizofrenia cultural, o sea, de la peligrosa escisi¨®n entre cient¨ªficos y humanistas. Pero hoy es m¨¢s temerario que entonces dejar de tender puentes de comunicaci¨®n e intercambio entre unos y otros para que unos con otros puedan integrar sus saberes de manera tal que la cultura refleje el rostro de los hombres y promueva un saber inteligente en el que se unan lo real y lo ideal, los hechos y los valores. El Foro Complutense quiere ser sede de ese pensar inteligente, de la integraci¨®n, por lo tanto, entre pensamiento y vida que, salvo honrosas excepciones,nos parece una cosa de otro tiempo, un anacronismo como una peluca empolvada, un palacio renacentista o el respeto a la palabra dada.
Como, sin duda, la cultura es un ¨¢mbito demasiado extenso para abarcarlo con suficiente intensidad en el tiempo que se destina a una carrera, la especializaci¨®n es lo ¨²nico que la Universidad ha podido ofrecer. Pero, y he aqu¨ª el problema, cada vez m¨¢s asistimos al fin de la era de la informaci¨®n y presenciamos el advenimiento de la sociedad del conocimiento, lo que quiere decir que no basta ya con tener con informaci¨®n, sino capacidad para interpretarla. Los saberes demasiado compartimentados cada vez son menos ¨²tiles porque todo depende de todo, todo se sit¨²a cada vez en contextos m¨¢s globales y en escenarios de fronteras difusas. El futuro es el territorio de la complejidad y, por lo tanto, la Universidad tiene que educar en la versatilidad y salir a la calle a competir en el confuso bullicio de los ruidos y de las voces.
El futuro ya no ser¨¢ tanto de los especialistas, sino de los vers¨¢tiles. El camino que lleva al palacio del mago de Oz del futuro est¨¢ empedrado con las losetas amarillas de la formaci¨®n porque dentro de este mundo globalizado, por lo tanto competitivo, prevalecen criterios tales como la eficacia y la calidad. Pero la creciente complejidad requiere la capacidad de s¨ªntesis y, por lo tanto exige un nuevo paradigma educativo. La educaci¨®n integral vuelve a reclamar un lugar en el campus que, dicho sea de paso, es tambi¨¦n el espacio de la reflexi¨®n cr¨ªtica.
De ah¨ª la pertinencia de construir una plataforma de pedagog¨ªa medi¨¢tico-cultural para presentar las problem¨¢ticas del mundo actual a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n de forma accesible, interesante y no reductora. En estos momentos del final del milenio, la consagraci¨®n de lo ¨²til ha hecho tabla rasa del imperio de lo conveniente y el gracejo y el ingenio refutan m¨¢s que nunca el principio de Arqu¨ªmedes porque ocupan m¨¢s espacio del peso que realmente desalojan. Nunca como ahora estuvieron tan distanciadas la potestas y la auctoritas, haciendo de los valores ¨¦ticos una referencia tan reiterada como insolvente. El caso es que ninguna s¨ªntesis cultural podr¨¢ abrirse paso en el futuro sin la concurrencia de los medios de comunicaci¨®n. El inter¨¦s period¨ªstico de los acontecimientos debe enraizarse y progresar en el inter¨¦s real de los expertos, de los especialistas. Por eso proponemos un nuevo instrumento universitario para hacer interesante lo importante, para poner de moda la verdad, para introducir en el ruido cotidiano una reflexi¨®n pausada de los que dedican su vida a la investigaci¨®n. Para llevar al debate p¨²blico las reflexiones de los expertos es imprescindible establecer mecanismos de permeabilidad entre los especialistas y la sociedad. La recuperaci¨®n de la auctoritas no podr¨¢ intentarse siquiera sin que sus principales ingredientes se abran paso en el mundo intrincado de la informaci¨®n period¨ªstica. Con el Foro Complutense tratamos de romper el tradicional aislamiento del ¨¢mbito acad¨¦mico con el resto de la sociedad de la informaci¨®n. Un sociedad que, por otra parte, corre el riesgo de navegar de espaldas a los conocimientos especializados, a la sabidur¨ªa almacenada durante siglos en la instituci¨®n universitaria.
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