Los moruchos no permitieron el ¨¦xito a Espartaco

Espartaco ten¨ªa una gran ilusi¨®n de confirmar su alternativa en la Monumental Plaza M¨¦xico y esper¨® 20 a?os para realizarla. Desafortunadamente, esa gran ilusi¨®n se estrell¨® contra unos moruchos que no le permitieron tener el ¨¦xito deseado. Y si no tuvo ¨¦xito no fue por culpa de ¨¦l, sino por culpa de quien no se ocup¨® de cerciorarse del trap¨ªo y de la adecuada presencia que deb¨ªa tener el encierro de De Santiago. El astado de su confirmaci¨®n ten¨ªa cara de novillo, pero su segundo adversario fue el colmo. Parec¨ªa un utrero y esto ya no lo acept¨® el p¨²blico, quien provoc¨® la primera gran bronca de la temporada grit¨¢ndole soeces recuerdos familiares al juez de plaza, Jos¨¦ A.Ballesteros: primero por aprobar este animal y despu¨¦s por no devolverlo.A Garraf¨®n, medido de fuerzas pero que se dej¨® torear, que abri¨® plaza, Espartaco con buen gusto lo veronique¨® y lo mulete¨® por el derecho acompasado a la calidad del ritmo de la embestida. Con el quinto, protestado por toda la concurrencia desde su salida hasta su arrastre, no debi¨® haber prolongado su trasteo, pues ya hab¨ªa manifestado que regalar¨ªa el sobrero para aplacar el enfado de las galer¨ªas. Pero lo malo fue que el sobrero tambi¨¦n era de De Santiago.

Con este antagonista se jug¨® la vida pues se enfrent¨® a un morlaco incierto, prob¨®n, suelto, receloso y que adem¨¢s arrollaba. Su pundonor y valor le ganaron el reconocimiento de la afici¨®n pero a costa de un tremendo riesgo.

El violento segundo, pitado en el arrastre, hizo que Eloy Cavazos se viera fuera de sitio. Al fijo y d¨®cil cuarto, el diestro de Villa de Guadalupe (Nuevo Le¨®n) lo destore¨® con su peculiar estilo, cit¨¢ndole con el pico de la muleta y aprovechando el largo recorrido del burel. Sus seguidores enloquecieron pero otro sector de los tendidos protest¨®. Al entrar a matar, Cavazos sufri¨® un golpe del pit¨®n en el bajo vientre sin mayores consecuencias.

Con el ¨¢spero tercero, que se pon¨ªa por delante y tambi¨¦n pitado en el arrastre, Alfredo Guti¨¦rrez tuvo tres desaciertos: al capotearlo, al tratar de banderillearlo y al darle trapazos. Pero como se sac¨® la loter¨ªa con Can¨®nigo, un noble ejemplar que ten¨ªa un son extraordinario, pudo dibujarle una emotiva faena con pinceladas de arte pero con muchos defectos. Se entreg¨® sin importarle la zarandeada que le peg¨® la res brava por estar atravesado en su recorrido. Si no fuera por su biso?ez, a este toro de bandera le pudo haber cortado el rabo. Pero esperamos que alg¨²n d¨ªa aprender¨¢ a estructurar sus faenas.