Justicia y repetici¨®n
La ¨²nica novedad que ha aportado la petici¨®n de Garz¨®n al Tribunal Supremo sobre Felipe Gonz¨¢lez y los documentos del Cesid ha sido la inusual celeridad en la respuesta de los jueces. Todo lo dem¨¢s es repetici¨®n de la jugada. La decisi¨®n: el propio Garz¨®n sab¨ªa que el Supremo no modificar¨ªa sus posiciones anteriores en tanto que su memoria expositiva no aportaba datos nuevos. Los antecedentes: la intervenci¨®n de Garz¨®n en este caso estar¨¢ siempre marcada por su fugaz paso por la pol¨ªtica que hace dif¨ªcil de entender que siga con estos asuntos. El entorno: el PSOE se ha columpiado una vez m¨¢s en la teor¨ªa de la conspiraci¨®n de la derecha que saca a relucir cada vez que los jueces no act¨²an a su gusto y los justicieros de siempre han puesto en marcha el habitual chorreo sobre los magistrados que no aceptan dar forma legal a las sentencias que ellos ya han dictado en sus peri¨®dicos. Todo ha tenido una sensaci¨®n de ya sabido. Incluso la aparentemente destemplada pero muy medida frase de Felipe Gonz¨¢lez sobre el gui?ol y el Estado de derecho, que forma parte de los ejercicios de tiro de precisi¨®n que el ex presidente nos ofrece a menudo, utilizando el desd¨¦n institucional cada vez m¨¢s peligrosamente para situarse fuera de un barullo que le pill¨® -y no por casualidad- en el centro.Incluso el personaje, Garz¨®n, ha sido fiel a s¨ª mismo. Su petici¨®n sobre las responsabilidades de Felipe Gonz¨¢lez se enmarca en la l¨®gica de su modo de actuar habitual. Lo que no estaba en su gui¨®n es que algunos miembros del Tribunal Supremo sintieran cabreo institucional, al entender que Garz¨®n les pasaba la patata caliente para poder quedar como el guapo de la pel¨ªcula, y reaccionaran con tanta celeridad. La r¨¢pidez convierte una respuesta anunciada en rega?ina al magistrado que formula la petici¨®n. Deber¨ªa ser primera norma del garantismo no levantar la sospecha sobre un ciudadano sin fundamento jur¨ªdico alguno. De alg¨²n modo es lo que le dice el Supremo a Garz¨®n cuando dos horas le bastan para dejar claro que no hab¨ªa nada que justificara su actuaci¨®n.
El Tribunal Supremo ha querido cortar de ra¨ªz otra plaga de revoloteo pol¨ªtico sobre la justicia. Pero vivimos en una sociedad permanentemente metida en una borrasca comunicativa y esto no puede olvidarse. El viejo sue?o de unos magistrados protegidos por muros de silencio y venerable respeto es incompatible con los usos de la sociedad contempor¨¢nea. La justicia debe asumir que est¨¢ dentro del campo que iluminan los focos de los medios de comunicaci¨®n. Y que la visibilidad no hace m¨¢s que confirmar su humana condici¨®n. Aquellos territorios en que la justicia se encuentra con la pol¨ªtica y el dinero son especialmente sabrosos para los medios, con la complicidad, a veces irresponsable, de los propios dirigentes pol¨ªticos. No son los ¨²nicos. Los medios fijan mucho su atenci¨®n en las decisiones judiciales que tienen que ver con cuestiones de gran impacto ciudadano, especialmente casos de cr¨ªmenes sexuales y de maltrato a los mujeres.
Ante esta realidad cabr¨ªa pedir a la justicia una mayor pedagog¨ªa -o habilidad comunicativa- en la explicaci¨®n de sus resoluciones. S¨¦ que las exigencias de la ley no siempre se corresponden con el sentido com¨²n. Que puede haber sentencias ajustadas a derecho que a la ciudadan¨ªa le parezcan incomprensibles. Y que la justicia debe ser una barrera a las demagogias construidas sobre momentos de indignaci¨®n. Pero explicarse tambi¨¦n ayudar¨ªa a entenderse y a acordar las normas al sentir ciudadano de cada momento hist¨®rico. La idea conservadora de ampararse en la liturgia y en el car¨¢cter obtuso del lenguaje t¨¦cnico como forma de marcar autoridad y distancia no tiene mucha virtualidad en una sociedad abierta. Los ciudadanos tienen derecho a ser tratados como mayores de edad: es decir, a que se les explique la elemental verdad de las cosas.
Nuestros pol¨ªticos cuando alcanzan el gobierno tienden a creer que el sufragio universal les da derecho a una tutela general sobre el pa¨ªs. En medio del torrente politico-medi¨¢tico desarrollan r¨¢pidamente sus paranoias: siempre creen estar asediados. Y buscan salir del asedio reforzando su poder fuera del espacio pol¨ªtico: en los medios, en el poder econ¨®mico, en la justicia. Puesto que dif¨ªcilmente se les har¨¢ cambiar de actitud, puesto que veinte a?os de democracia demuestran que no se puede contar con ellos para liderar cierta pedagogia democr¨¢tica, no queda m¨¢s remedio que estar alerta a cualquier movimiento de aproximaci¨®n a la justicia o al dinero.
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