Transparencia cero

LA GESTI?N de la cafeter¨ªa del nuevo edificio central de Correos en Madrid fue adjudicada por concurso, como marca la ley y aconsejan las buenas costumbres, pero el alquiler con opci¨®n de compra de esa sede, por un importe de miles de millones, se hizo sin esa garant¨ªa. Algo no encaja. Especialmente si resulta que ese alquiler, en condiciones que un informe interno consider¨® onerosas para el arrendatario, se firma con una empresa cuyo propietario fue hasta 1997 socio del director general de Correos.Correos es un organismo aut¨®nomo adscrito al ¨¢rea del Ministerio de Fomento, cuyo titular, Rafael Arias Salgado, tambi¨¦n fue durante un tiempo socio del propietario del edificio alquilado. El director general, Jos¨¦ Ram¨®n Esteruelas, afirma que se abstuvo de intervenir en las negociaciones previas al contrato, aunque no en la firma del mismo. Si lo hizo o no, es algo que no consta porque no hay ning¨²n papel que lo certifique. Pero esta discusi¨®n es relativamente secundaria. Con independencia de que se abstuviera o no, debi¨® haber advertido al Consejo de Administraci¨®n de Correos, instancia que deb¨ªa aprobar la operaci¨®n, de su relaci¨®n anterior con el arrendador. Eso habr¨ªa sido lo decente.

La operaci¨®n se hizo sin concurso p¨²blico, pese a que implicaba un desembolso m¨ªnimo de 2.700 millones de pesetas. No es muy habitual que la Administraci¨®n alquile una sede de siete plantas, excepto en casos de clara interinidad. En este caso se trata de un alquiler con opci¨®n de compra a los cinco a?os. De haberlo comprado directamente hubiera sido preceptivo cumplir una serie de requisitos en materia de publicidad y control interno de las ofertas. No hace falta ser Sherlock Holmes para preguntarse si tal vez se recurri¨® a esta f¨®rmula de alquiler para esquivar esas condiciones. Dentro de cinco a?os, con los servicios ya instalados, ?qui¨¦n podr¨ªa presentar una oferta m¨¢s ventajosa?

El programa del PP est¨¢ lleno de promesas de transparencia (y de reproches a la opacidad de sus antecesores en el Gobierno). Es verdad que los actuales gobernantes conocen mejor la ingenier¨ªa de los negocios. Desde el lino hasta Correos han surgido numerosos casos que demuestran su habilidad para moverse con gran pericia en ese puente que conecta los intereses privados, de familiares y amigos, con la Administraci¨®n p¨²blica. Seguramente han interpretado de manera interesada el criterio de "un buen padre de familia" que exige el C¨®digo Mercantil a los encargados de administrar bienes ajenos.