El sistema universitario catal¨¢n MIQUEL CAMINAL / RAMON PLANDIURA
Es necesario un debate abierto y democr¨¢tico sobre cu¨¢l es el modelo de Universidad que quiere Catalu?a, despu¨¦s de 20 a?os desde la aprobaci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa y 16 de la Ley de Reforma Universitaria (LRU). Las universidades se han multiplicado con notable insconsciencia por parte de los poderes p¨²blicos, pero falta una ley de autonom¨ªa universitaria que corrija las deficiencias de la LRU y establezca las bases de una ordenaci¨®n racional y equilibrada del nuevo mapa universitario.Se ha producido un cambio de v¨¦rtigo en los n¨²meros. Hay m¨¢s universidades, m¨¢s estudiantes, m¨¢s edificios, m¨¢s titulaciones, m¨¢s investigaci¨®n, pero ?hay m¨¢s calidad? Las estad¨ªsticas, que los gobiernos siempre citan para quedar bien, dicen que Catalu?a ha pasado en 13 a?os de 3 a 11 universidades, de 110.000 estudiantes a casi 200.000, de 130 centros universitarios a 360, de 69 a 134 titulaciones distintas (Joan Albaig¨¦s, marzo de 1999) . Todos quieren m¨¢s: los departamentos, las escuelas universitarias y las facultades presionan a sus rectores, ¨¦stos trasladan las demandas a la Generalitat y ¨¦sta hace de repartidora, aunque m¨¢s a favor de unos que de otros. Detr¨¢s de los n¨²meros est¨¢ una realidad universitaria que cambi¨® para bien en muchos aspectos en los a?os ochenta, pero que ha vuelto a unas inercias del pasado y que est¨¢ entrando en un estado de profunda somnolencia.
Demasiado reglamentismo. Y demasiados gerentes, vicegerentes, directores de cualquier cosa, asesores y adjuntos a las figuras anteriormente mencionadas. Sobra burocratismo y se nota a faltar una Administraci¨®n eficaz y eficiente. Hay un exceso de puestos de mando y faltan puestos de trabajo, sea en la administraci¨®n de los departamentos o en las secretar¨ªas de las facultades o escuelas. Demasiado corporativismo del profesorado, que concibe los planes de estudios m¨¢s como medio para ampliar o consolidar plantillas que en funci¨®n de intereses del alumnado y de la sociedad. Demasiadas asignaturas y ex¨¢menes que condenan a los estudiantes a una loca carrera de apuntes, fotocopias de los apuntes, succi¨®n memor¨ªstica de contenidos abaratados y ning¨²n minuto de reposo para leer un libro como se debe. Demasiados estudiantes que pueden terminar una licenciatura o diplomatura jact¨¢ndose de no haber le¨ªdo un libro completo en toda la carrera. Demasiados paper presentados por los profesores en los cada vez m¨¢s numerosos congresos en una competici¨®n desenfrenada para publicar mal y no para investigar bien. Demasiados profesores que saltan de un cargo acad¨¦mico a otro, y que constituyen una aut¨¦ntica clase pol¨ªtica universitaria. En fin, esto no va como deber¨ªa.
Es verdad que no se puede generalizar y que las universidades m¨¢s grandes son m¨¢s propensas a padecer este tipo de problemas. Tambi¨¦n es cierto que en cada universidad hay mundos muy distintos, pero no creemos que ninguna pueda decir que no est¨¢ afectada en un grado u otro por las afirmaciones del p¨¢rrafo precedente. Es necesario en Catalu?a un sistema universitario integrado con una planificaci¨®n de las titulaciones necesarias; una pol¨ªtica de orientaci¨®n universitaria que permita a los alumnos preuniversitarios tener una informaci¨®n m¨¢s precisa de cu¨¢les son los estudios universitarios ofertados, sus contenidos, su reconocimiento, sus eventuales salidas profesionales; una cooperaci¨®n interuniversitaria en la organizaci¨®n de doctorados, l¨ªneas de investigaci¨®n y cursos de posgrado; mayor decisi¨®n en las pol¨ªticas de control de la calidad de la actividad docente e investigadora; una reflexi¨®n permanente y colectiva sobre los posibles escenarios en los que habr¨¢ de actuar la Universidad del 2000.
Estos son los nuevos-viejos temas nunca resueltos, empezando por la siempre olvidada docencia. ?Qui¨¦n incentiva la docencia de calidad? ?Los actuales concursos que nunca la valoran? ?La Generalitat o el Ministerio de Educaci¨®n y Cultura que s¨®lo incentivan (y mal) la investigaci¨®n? Se est¨¢ imponiendo en la pr¨¢ctica un modelo universitario up-down: una Universidad p¨²blica que se privatiza por arriba y se empobrece por abajo. Cada vez son m¨¢s las estructuras creadas por arriba, con c¨²spides informales e influyentes en estrecha relaci¨®n y connivencia con el sector privado. Ciertamente que Universidad y sociedad deben extremar su relaci¨®n y, para ello, buscar las f¨®rmulas m¨¢s id¨®neas posibles, en el bien entendido que mercado y sociedad son dos conceptos distintos que no debieran confundirse. Esto es especialmente relevante en la concepci¨®n, composici¨®n y funciones de los consejos sociales. Porque alguien debe poner coto a la posibilidad de una desviaci¨®n endog¨¢mica y corporativista de una Universidad demasiado ensimismada, pero tambi¨¦n alguien debe asegurar que la Universidad se mantiene al servicio de los intereses generales de la sociedad y no queda sometida a la l¨®gica de poderes privados que gobiernan el mercado. Hoy se est¨¢ imponiendo, con mayor o menor intensidad, un modelo en que funciones esenciales de la Universidad, como la formaci¨®n continua, la ense?anza no presencial o la propia investigaci¨®n, se transfieren a nuevas entidades jur¨ªdicas cada vez m¨¢s alejadas de la matriz universitaria y de su tutela p¨²blica y social. Los consejos sociales, con presidentes nombrados a dedo por razones antes pol¨ªticas que universitarias, tienen su buena parte de responsabilidad en este proceso.
?Se ha meditado serenamente si esta fuga hacia zonas m¨¢s opacas es la soluci¨®n a los males de la Universidad? Se ha pensado en qu¨¦ medida pueden verse afectadas partes esenciales de la autonom¨ªa universitaria y de las libertades docentes e investigadoras? ?Hacia d¨®nde se desplaza el poder y con qu¨¦ efectos? Antes de quedar a merced de cuatro tecn¨®cratas ser¨ªa bueno que la comunidad universitaria despertara de su profundo sue?o y volviera a tomar la palabra. Un congreso universitario podr¨ªa ser una v¨ªa adecuada para promover este debate abierto a todos sobre el sistema universitario catal¨¢n.
Miquel Caminal es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona (UB). Ramon Plandiura es miembro del Consejo Social de la UB.
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