Diversiones baratas
Hubo un tiempo, citado con frecuencia, en que, a las ocho de la tarde, en Madrid, o dabas una conferencia o te la daban. Hoy ocurre cosa parecida y se ha incrementado la manera de pasar el rato con la incesante presentaci¨®n de libros, evento que hace cuarenta o cincuenta a?os -privilegios de la longevidad- era m¨¢s bien escaso. Hab¨ªa much¨ªsimas menos casas editoriales, contados los autores, y la aparici¨®n en el mercado de un libro constitu¨ªa -al menos en aquella reducida rep¨²blica de las letras- un acontecimiento.Ya en la llamada transici¨®n se produjo el estallido, al ir trasvasando protagonismo los editores catalanes al escaparate madrile?o. Siguen siendo importantes -sobre todo con la transfusi¨®n de capitales extranjeros y la sociedad con poderosos imperios medi¨¢ticos-, pero es la cabeza del reino la crecida en importancia a este respecto. Los editores barceloneses -si es que, a escala nacional, despu¨¦s de Destino, tienen hondas y exclusivas ra¨ªces en el Principado- hacen las ofertas y buscan el eco y las ventas aqu¨ª, en nuestra ciudad.
Parece que, tras un desfallecimiento de estos festejos, recobran la vieja pujanza, la croqueta, el pincho de tortilla y t¨ªmidamente afloran las cazuelitas de callos y las raciones de paella valenciana. Me parece que eso va en funci¨®n de los resultados que ofrece el departamento de mercadotecnia y la estimaci¨®n de los ejemplares vendidos en el mismo acto. Hay presentaciones de libros que constituyen aut¨¦nticas proclamas de firme solidaridad de los lectores con el escritor. Van a verle, a escuchar los elogios que sobre el autor y la obra verter¨¢ un entusiasta amigo, esperando, con impaciencia, los momentos cruciales: el de la firma del ejemplar reci¨¦n adquirido -sin descuento, por supuesto- para hacer cola y obtener la preciosa dedicatoria, y la apertura del buffet y/o la instalaci¨®n de mesas y sillas, que son, inmediatamente, y con extraordinaria agilidad y resoluci¨®n, ocupadas por personas de mayor edad y experiencia en estas lides.
En esto, poco ha variado desde otros lejanos tiempos. He observado, lo confieso con ternura y nostalgia, la presencia de se?oras mayores, bien acicaladas, que son las mismas, y alg¨²n pulcro var¨®n -cosa imposible, pero tal impresi¨®n producen-, que aqu¨¦llas de los a?os cincuenta y sesenta, alertadas por un misterioso servicio secreto que las informa de cu¨¢ntas y cu¨¢les celebraciones culturales que incluyen una m¨¢s o menos sabrosa y abundante merienda. Son una especie de fieles ultrasures, naturalmente discretas y bien educadas, que confieren a estas francachelas literarias un aire indefinible, pero ¨²til y necesario. Quiz¨¢ sean los propios departamentos de propaganda quienes las avisan.
Un viejo amigo, literato, me coment¨® una incre¨ªble an¨¦cdota. "Se trataba", dijo, "de la presentaci¨®n de los halag¨¹e?os resultados de una instituci¨®n cultural, a la que yo pertenec¨ªa. No s¨¦ c¨®mo se las arregl¨® el organizador, pero el acto estar¨ªa presidido por el pr¨ªncipe de Asturias. Son de imaginar los inevitables tr¨¢mites que la seguridad impone en estos casos. Selecci¨®n meticulosa de los presuntos asistentes, paso por los controles electr¨®nicos, acreditaci¨®n de la personalidad, adem¨¢s de la rigurosa invitaci¨®n y la moderada espera, entre la hora se?alada y el inicio del evento, tan altamente patrocinado; todo ello sobrellevado con la comprensi¨®n necesaria para tales ocasiones. Pues bien, cuando franque¨¦ el ¨²ltimo estadio, aquellas se?oras, que conozco de vista, ya estaban all¨ª". "Pues, bienvenidas a cualquier parte", coment¨¦. "Am¨¦n", repuso.
Claro, que no todas las convocatorias son iguales. El libro del autor novel, poco conocido y editorial modesta, se celebra en cualquier sitio: una librer¨ªa de barrio, un cafet¨ªn o un c¨ªrculo recreativo, donde no es imaginable el m¨¢s modesto canap¨¦, ni siquiera unas aceitunas, patatas fritas y tintorro. Siempre hubo ricos y pobres, y ¨¦stos ser¨¢n los m¨¢s numerosos. Lo que anda de capa ca¨ªda, muy frecuente en aquellas ¨¦pocas, es el banquete que amigos, conocidos y contertulios propinaban al dramaturgo de estreno, al pintor, al poeta, al compa?ero en cualquier actividad, distinguido por cualquier motivo.
Por las ma?anas, los mayores podemos elegir entre un variado surtido de funerales. Madrid no para.
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