100 a?os de Francesc Trabal XAVIER MORET
Los centenarios, que no responden a otra cosa que a una absurda fascinaci¨®n por los n¨²meros redondos, sirven a menudo para repescar a autores relegados al olvido o para santificar a los que no fueron valorados en su tiempo como merec¨ªan. Hace un par de a?os le toc¨® a Josep Pla, y su merecida reivindicaci¨®n tap¨® en buena medida a los que tuvieron la osad¨ªa de nacer el mismo a?o que ¨¦l. En este a?o que ahora termina, 1999, el turno le ha llegado a Joan Oliver, alias Pere Quart, un escritor vinculado a la poes¨ªa, al teatro, a la gente, a la calle, a la protesta, al que da la impresi¨®n de que nunca se ha valorado como en verdad merec¨ªa. Bien por Joan Oliver. Sin embargo, si bien es cierto que Oliver ha ocupado un considerable espacio en la prensa y los homenajes, un buen amigo suyo, Francesc Trabal, ha quedado incomprensiblemente relegado. Naci¨® Francesc Trabal en Sabadell en 1899. O sea, hace justo 100 a?os. Le toca, por tanto, un merecido recuerdo y un homenaje. Por buen escritor y por ser autor de una original literatura en la que el humor siempre apuesta por lo corrosivo. Trabal se inici¨® en las lides literarias y provocadoras con la famosa Colla de Sabadell, grupo que en 1918 fund¨® con unos cuantos amigos de la ciudad vallesana. All¨ª coincidi¨® ya con su amigo Joan Oliver, con el que fund¨® tambi¨¦n la editorial La Mirada, que se inici¨® precisamente con un libro suyo, L"any que ve (1925), ilustrado en parte por ¨¦l mismo y donde ya afloraba su humor provocador y con toques dada¨ªstas. La Mirada public¨® en total 18 vol¨²menes en su etapa sabadellense y cont¨® con el apoyo de escritores com cal, como Josep Carner y Carles Riba.Es sabido que el humor de la Colla de Sabadell sacudi¨® en positivo la ciudad del Vall¨¨s a principios de siglo. Era ciertamente un humor provocador el de realizar una acampada en la Font del Sa¨¹c, en Sant Lloren? del Munt, iniciada con un original desfile en el que Joan Oliver y Antoni Vila Arrufat abr¨ªan la expedici¨®n con un bast¨®n en ristre atravesado en una barra de pan que utilizaban como parasol. La acampada, en la que Trabal cantaba en un andaluz muy suyo, dur¨® siete d¨ªas y recibi¨® la visita de numerosos curiosos que no acababan de entender a aquellos escritores tocados de una locura especial. La acampada acab¨® con una original paella adonde fueron a parar todas las sobras: latas, tabaco y caf¨¦s incluidos.
En una segunda acci¨®n de humor explosivo, los de la Colla de Sabaddell se instalaron cerca de Cala Pola y se ba?aban en una ba?era de zinc junto a la playa. Cuando entraban en el mar, lo hac¨ªan con frac y sombrero de copa. En otra de sus acciones provocadoras, los miembros de la Colla de Sabadell fundaron el Casino dels Senyors como parodia del C¨ªrculo Sabadell¨¦s, el casino de los ricos de la ciudad. Se instalaron en dos pisos y realizaban humoradas como las de clavar los libros de la biblioteca en la pared, sentarse en sillas de barbero o enmarcar las manchas de humedad. En el patio erigieron un "monumento a la cosa" y ten¨ªan una habitaci¨®n dedicada a "museo de cosas robadas". Como puede verse, practicaban un humor corrosivo al m¨¢ximo que hac¨ªa enarcar las cejas a los burgueses de Sabadell.
Las novelas de Francesc Trabal, recuperadas hace unos a?os por la editorial Quaderns Crema y por la Fundaci¨®n La Mirada, contin¨²an siendo no s¨®lo muy le¨ªbles, sino tambi¨¦n divertidas. Son, en definitiva, obras que aguantan perfectamente el paso del tiempo. En L"home que es va perdre (1929), por ejemplo, Trabal sorprende con un planteamiento digno de tiempos y humores posmodernos.
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