Una luchadora
Una larga y muy dura enfermedad nos priva de la presencia de Carmen D¨ªez de Rivera, pero no pudo, ni siquiera en el final, doblegar su ¨¢nimo ni nublar su juicio siempre alerta. Porque Carmen fue siempre una luchadora, no solamente en el esfuerzo pol¨ªtico y c¨ªvico, sino en todas las encrucijadas de la vida; en cada ocasi¨®n, cada d¨ªa. No ped¨ªa cuartel, no se otorgaba a s¨ª misma excusas. Se ha ido entre la niebla con el pabell¨®n desplegado en el palo mayor.Fue una luchadora y una persona de convicciones. Muchas veces escog¨ªa lo dif¨ªcil. M¨¢s que una musa de la transici¨®n, como se le llam¨® a veces, fue uno de sus actores indispensables. Jefe del Gabinete de Adolfo Su¨¢rez, estuvo en el origen y en la ejecuci¨®n de algunas de las decisiones m¨¢s audaces y definitivas. Colaboradora de Enrique Tierno en el PSP, recuerdo su entusiasmo e imaginaci¨®n en la campa?a electoral de la primavera de 1977. Desarrollada la transici¨®n, fue luego diputada en el Parlamento Europeo, primero en la candidatura del CDS y luego, tras su ingreso en el partido, en la del PSOE. Me cupo presentarle cuando se afili¨® al partido socialista en la agrupaci¨®n que le correspondi¨®, la de Chamart¨ªn. Fue Carmen una parlamentaria europea activa, brillante, imaginativa, combativa, entusiasta y tenaz. Era disciplinada, pero explicaba e impon¨ªa sus convicciones. No votaba nada de lo que no estuviese convencida. Odiaba la rutina. Su ¨²ltima pasi¨®n, el objeto de intervenciones, discusiones, iniciativas, era c¨®mo compaginar un modelo de desarrollo eficaz y distributivo con el respeto a los equilibrios que nos impone el entorno natural. Los equilibrios amenazados no ya por los intereses concretos, sino tambi¨¦n, y sobre todo, por la ignorancia.
Persona de una extensa cultura, en la que la historia propia personal se engarzaba con las ideas y circunstancias colectivas, guardaba para s¨ª, y para los pocos que acced¨ªan a su amistad, el horizonte de una vida espiritual rigurosa y de una reflexi¨®n religiosa que la preservaban del peligro de la banalidad que siempre cerca la vida p¨²blica.
Era impaciente con la morosidad de los dem¨¢s, pero era mucho m¨¢s exigente consigo misma.
Con Carmen se va, como con otros de su circunstancia, un poco de una ¨¦poca decisiva, de una tarea y unos logros importantes que sin ella, como sin otros de su mismo entusiasmo, no se hubiesen alcanzado.
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