La complejidad cubana
La IX Cumbre Iberoamericana, celebrada recientemente en La Habana, no puede decirse que haya sido un ¨¦xito, pero tampoco un fracaso: la ambivalencia va constituyendo la t¨®nica general de estos foros, y dif¨ªcilmente podr¨¢ ser de otra manera. No hay que olvidar, entre otras cosas, que en ellas participan los pa¨ªses latinoamericanos, dos europeos (Espa?a y Portugal) y sin la presencia directa de Estados Unidos: mucha diversidad y mirada atenta. Con todo, ha habido un avance significativo: institucionalizar la sede en Madrid y que, al parecer, dirigir¨¢ una personalidad mexicana con experiencia.El tema central de la conferencia fue sobre la globalizaci¨®n que no provoc¨® mucho entusiasmo, ni pol¨¦micas vivas -lo que tambi¨¦n es frecuente- y la declaraci¨®n final concert¨® acuerdos, manteniendo la doctrina general sobre democracia, pluralismo y derechos humanos. El proceso a Pinochet estuvo ensombreciendo los preparativos de esta cumbre, y al menos como pretexto, la ausencia de algunos pa¨ªses y, tal vez, por ello, la cuesti¨®n de la extraterritorialidad fue resuelta con facilidad. Pero lo que centraliz¨® la atenci¨®n pol¨ªtica y medi¨¢tica sigue siendo Fidel Castro y su r¨¦gimen.
Cumbre y Fidel Castro, en efecto, son ya inseparables como problema: con verde-oliva o traje civil cruzado, Castro ve pasando presidentes y ¨¦l se mantiene. El caso cubano atrae siempre atenci¨®n period¨ªstica, se moviliza la diplomacia norteamericana desde fuera y repercute, en una u otra medida, en las pol¨ªticas nacionales. Al realizarse la cumbre este a?o en La Habana, a estos factores conocidos se a?ad¨ªa otro conflictivo: la disidencia interna cubana. Y, en este sentido, la cumbre fue muy positiva: presidentes y primeros ministros pudieron reunirse con sectores de la emergente oposici¨®n pol¨ªtica y recibir, de esta manera, informaci¨®n plural. De alguna manera, con esta actitud -por supuesto, negociada con las autoridades cubanas- no se legaliza la oposici¨®n o disidencia, pero s¨ª introduce una cierta legitimaci¨®n: paso importante y estrat¨¦gicamente operativo. Dada la complejidad del sistema pol¨ªtico cubano, la ilegalidad se desliza hacia una a-legalidad: nombres hasta ahora conocidos s¨®lo en c¨ªrculos reducidos adquieren relevancia, proyecci¨®n internacional, protecci¨®n indirecta y quedan ya fijados para eventuales conversaciones o contactos Gobierno-oposici¨®n. Desde luego, la a-legalidad no produce un status jur¨ªdico, ni seguridad, pero abre caminos, desbloquea y da tambi¨¦n ilusiones. En este largo proceso, de avances y retrocesos, en donde desarrollo econ¨®mico y evoluci¨®n pol¨ªtica son piedras de toque, todo aquello que facilite encuentros y disuelva dogmatismos excluyentes ayuda para el entendimiento pleno cara al futuro.
Por muchas razones, hist¨®ricas y sentimentales, el caso cubano ha tenido siempre especial significaci¨®n e inter¨¦s en Espa?a, antes incluso de que fuera un tema pol¨ªtico pol¨¦mico: por haber sido nuestra ¨²ltima colonia, que motiva nuestra catarsis del 98; por haber tenido una muy numerosa emigraci¨®n, que sigui¨® reforzando lazos fuertes de nostalgia, afecto y mitificaci¨®n: as¨ª, quien no ha tenido un padre en Cuba (Franco, Fraga, Tierno, Su¨¢rez) ha tenido un hermano o un abuelo (Ortega y Gasset, Aznar), y, en fin, la valoraci¨®n rom¨¢ntica de la Revoluci¨®n, con sus j¨®venes l¨ªderes (Fidel-Che), durante d¨¦cadas, tuvo en nuestro pa¨ªs, m¨¢s en que ninguno otro europeo, una repercusi¨®n generalizada y no s¨®lo en la izquierda. Sin duda, nuevas creencias globales y nuevos hechos pol¨ªticos deval¨²an los escenarios anteriores, datos que a ciertos dirigentes cubanos les cuesta admitir o, al menos, reconocer p¨²blicamente. Sin duda, la ausencia de las libertades se ve como algo negativo, que deb¨ªa superarse y evolucionar; pero tambi¨¦n el acoso norteamericano, con un embargo con recuerdos napole¨®nicos, se percibe en todo el continente latinoamericano y en Europa como algo contraproducente para una evoluci¨®n pac¨ªfica.
Al margen del anecdotario (fichas y corbatas, paseos pol¨¦micos y chaquetas al aire), infantilmente elevadas a categor¨ªas, lo cierto es que nuestras relaciones bilaterales (Cuba/Espa?a) han empeorado: los m¨¢rgenes de maniobra se reducen y la cuesti¨®n est¨¢ en saber si hay una voluntad pol¨ªtica de mantener esta l¨ªnea o de revisar posiciones. Es decir, si el caso cubano se considera ya cerrado (fin de juego, adaptaci¨®n a la pol¨ªtica norteamericana) o, por el contrario, si, dada la singularidad espa?ola y la complejidad cubana, cabe un replanteamiento con pol¨ªtica propia y aut¨®noma.
Ante todo, hay que partir de la base de que, frente a simplificaciones ideol¨®gicas o simpat¨ªas/antipat¨ªas personales o partidistas, el caso cubano tiene unas constantes (complejidad, especificidad, permanencia) muy a tener en cuenta. Y a ello hay que a?adir algo ya dicho: la especial relaci¨®n con Espa?a, al margen de reg¨ªmenes o gobiernos. El general Franco, poco sospechoso de izquierdista, con motivo de un grave incidente diplom¨¢tico, le dijo a su ministro de Exteriores de entonces: "Castiella, tome las medidas necesarias, pero no se rompe con Cuba". Y, en aquel momento, las presiones norteamericanas eran mayores que ahora y hay que admitir que, en una democracia, la flexibilidad es m¨¢s propia a su naturaleza que en una dictadura. La estrategia presi¨®n/apoyo, con un finalismo claro (la evoluci¨®n) parece el ¨²nico viable. Con dos dirigentes opositores, del interior y del exilio, Elizardo S¨¢nchez y Alberto Montaner, que poseen lucidez, coraje y tes¨®n, he discutido mucho -por separado- la complejidad del sistema y las estrategias de salida y, en gran medida, salvando el lenguaje, que tiene que ser diferente, he visto m¨¢s coincidencias que discrepancias.
Varios son los problemas que configuran esta complejidad cubana: entre otros, la personalidad carism¨¢tica de Fidel Castro y el sistema pol¨ªtico que encarna; la incidencia plural de Estados Unidos; las pol¨¦micas encontradas sobre reforma/ruptura del actual r¨¦gimen, y, en fin, en todo este puzzle, el papel que puede jugar Espa?a.
Fidel Castro es la referencia obligada y fija del r¨¦gimen: Fundador y Conductor del Estado y Mito y Patriarca de la Revoluci¨®n. El marxismo de Fidel es predominantemente instrumental: v¨¢lido en la medida en que facilit¨® y consolid¨® la concentraci¨®n y socializaci¨®n del poder personal. Hay mucho tambi¨¦n de socialismo ut¨®pico y de Gran Padre Superior que cuida y ordena. Pero hoy, sin olvidar el utopismo, el realismo se impone y Mart¨ª sustituye a Marx/Lenin y los planteamientos desarrollistas, con algunos ¨¦xitos ¨²ltimos, avanzan. En lo que Fidel Castro mantendr¨¢ como constante ser¨¢ su nacionalismo irredento: como un criollo tard¨ªo, el antinorteamericanismo no es coyuntural, sino hist¨®rico e ideol¨®gico: el enemigo siempre presente. Por el contrario, Espa?a es su compensaci¨®n m¨ªtica: la historia de Cuba es parte de la historia de Espa?a, lamentablemente mal dise?ada y peor ejecutada. Siempre pens¨¦, por ello, que los Reyes espa?oles, no s¨®lo antes de esta ¨²ltima cumbre, sino ya en d¨¦cadas pasadas, deber¨ªan haber visitado Cuba de forma oficial: separar gobiernos (pol¨ªticas coyunturales) de Estado (historia y futuro).
Si el amigo ideol¨®gico ha desaparecido (URSS), amigo pol¨ªtico y econ¨®mico, el enemigo tradicional -y muy cerca- permanece con su embargo. La econom¨ªa cubana, en un mundo globalizado, busca salidas no f¨¢ciles y, a veces, forzadamente contradictorias, combinando racionalizaci¨®n y desnaturalizaci¨®n del r¨¦gimen: la coherencia del mercado lleva a otras conclusiones econ¨®micas y pol¨ªticas. Y en esta complejidad, el mercado, realidad y pretexto, lo encarna todo. El constante conflicto cubano-norteamericano, hist¨®ricamente explicable, tiene una paradoja que dificulta salir de la actual endogamia inmovilista. A saber: que el r¨¦gimen cubano y el sistema estadounidense son, al mismo tiempo, enemigos irreconciliables y aliados objetivos, en relaci¨®n a intereses diversos. La beligerancia pol¨ªtica y econ¨®mica norteamericana provoca y, en cierto modo, legitima una actitud nacionalista e independentista m¨¢s acusada, obteniendo as¨ª apoyos internacionales en Am¨¦rica y en Europa. Por otra parte, a Estados Unidos, el actual statu quo cubano podr¨ªa favorecer sus intereses cara al futuro. Es decir, en algunos sectores se entiende que una transici¨®n r¨¢pida a la democracia pluralista en Cuba es un riesgo por el no-control pol¨ªtico del proceso y, sobre todo, porque -en la hip¨®tesis de una degradaci¨®n mayor-, a medio plazo, la absorci¨®n de la econom¨ªa cubana por la norteamericana ser¨ªa m¨¢s l¨®gica. Naturalmente, la exclusi¨®n europea y espa?ola ser¨ªa natural. La dolarizaci¨®n semilegal existente hoy preanuncia la dolarizaci¨®n real del futuro: reconvertir a Cuba en zoma de expansi¨®n normal norteamericana o, para algunos m¨¢s radicalizados, en algo aproximado a un nuevo Estado libre asociado, en donde la emigraci¨®n/exilio jugar¨ªa su papel.
La resoluci¨®n o el camino a la resoluci¨®n del caso cubano remite a su evoluci¨®n o cambio, sea mediante una reforma gradual o una ruptura. Son ya cuatro d¨¦cadas de r¨¦gimen y m¨²ltiples proyectos se han dise?ado desde fuera (invasi¨®n, golpe militar palaciego, aislamiento) y, tambi¨¦n, desde dentro, con sectores moderados del exilio (evoluci¨®n, gradualismo, presi¨®n). Por su parte, las tesis oficialistas no aceptan la transici¨®n -palabra tab¨²- y se instalan en una triple actitud: resistir pol¨ªticamente, contemporizar econ¨®micamente y controlar policialmente. La minor¨ªa dirigente cubana -culta y preparada, con pol¨ªticos inteligentes de hoy y de futuro, como, entre otros, Ricardo Alarc¨®n- es, desde luego, consciente de que las cosas han cambiado en el mundo, pero las se?ales del cambio las dar¨¢ Fidel Castro: la racionalizaci¨®n se vincula a la mitificaci¨®n. M¨¢s sencillamente: contra Fidel Castro no hay transici¨®n, sin ¨¦l no hay evoluci¨®n. Como se?al¨¦ en otro lugar, as¨ª planteado el caso cubano, llegamos a una apor¨ªa: Aquiles nunca alcanzar¨¢ la tortuga.
La situaci¨®n ser¨¢, pues, insoluble si se mantiene la bilateralidad beligerante Cuba/EE UU. Washington y gran parte del exilio opinan que en las intenciones de Fidel no est¨¢ la de cambiar, sino s¨®lo ganar tiempo. La Habana piensa que realizando cambios pol¨ªticos sustanciales el deslizamiento del pa¨ªs a la anarqu¨ªa y enfrentamiento son inevitables. Ambos planteamientos son razonables y, al mismo tiempo, interesados. El embargo no es, desde luego, operativo para facilitar una evoluci¨®n gradual, pero s¨ª satisface presiones fundamentalistas y conf¨ªa, con ello, un control de futuro. No es tampoco coherente ser dem¨®crata flexible en China y dem¨®crata puritano en Cuba, pero entre la l¨®gica democr¨¢tica y la l¨®gica del mercado, a veces, incluso contradictoriamente, predomina la segunda.
La perspectiva europea, y sobre todo espa?ola, deber¨ªa acentuar una l¨ªnea metodol¨®gica y pol¨ªtica distinta: de forma concreta, introducir la multilateralidad, aparcando la constante bilateralidad EE UU/Cuba. Las mediaciones latinoamericanas (cumbres y otros foros), europeas (UE) y, adem¨¢s, por nuestra singularidad, la espa?ola, podr¨ªan ayudar a un desbloqueo pol¨ªtico y econ¨®mico: salir de la confusi¨®n y entrar en la evoluci¨®n. Las presiones, en este orden de cosas, tienen dos direcciones: hacia EE UU (levantamiento del embargo) y hacia Cuba (flexibilizaci¨®n y liberalizaci¨®n). Y, dentro de este complejo mundo cubano, con una personalizaci¨®n permanente de poder pol¨ªtico, con peligro de bunkerizaciones internas, con la actitud est¨¦ril norteamericana, las mediaciones, en el marco de la multilateralidad, son, hoy por hoy, el camino que vaya abriendo ventanas y puertas. Y Espa?a, por supuesto, conjugando adem¨¢s una pol¨ªtica de Estado y de Gobierno, pero m¨¢s pol¨ªtica de Estado.
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