Espa?a, una presencia simb¨®lica
En el l¨ªmite del milenio, la biolog¨ªa est¨¢ entrando en una nueva era, la que permitir¨¢ disponer de informaci¨®n completa sobre grandes genomas. Ahora es el cromosoma humano 22, dentro de pocas semanas ser¨¢ el primer cromosoma de un vegetal, la planta modelo Arabidopsis thaliana, seguir¨¢ el genoma completo de la mosca Drosophila (secuenciado en casi seis meses) y una larga lista.Est¨¢ claro que, en un futuro no muy lejano, tendremos en nuestros ordenadores una enorme informaci¨®n que permitir¨¢ a la biolog¨ªa plantearse nuevas cuestiones con una visi¨®n global hasta ahora insospechada. A ello se unen nuevas herramientas moleculares, inform¨¢ticas e incluso electr¨®nicas, gracias a las que nuestra visi¨®n de los organismos y de las patolog¨ªas que sufren alcanzar¨¢ una nueva dimensi¨®n.
Quien quiera contar en la biolog¨ªa en los tiempos que se avecinan deber¨¢ tener acceso a esta informaci¨®n y a estas herramientas. Quiz¨¢ por ello el nuevo Plan Nacional de Investigaci¨®n identifica la Gen¨®mica como una de sus prioridades. Sin duda hay que felicitarse por ello. La preocupaci¨®n viene cuando se considera la dimensi¨®n de la operaci¨®n. Nuestros vecinos del Norte han creado un centro, el Genoscope, con unos sat¨¦lites distribuidos por toda Francia para extender la nueva tecnolog¨ªa y han producido una iniciativa, Genoplante, que s¨®lo para vegetales va a invertir unos 40.000 millones de pesetas en cinco a?os. Una agencia estadounidense, la National Science Foundation, s¨®lo el a?o pasado gast¨® 50 millones de d¨®lares (8.250 millones de pesetas) en plantas. Las inversiones p¨²blicas y privadas en humanos son de un orden superior.
La presencia espa?ola en este campo ha sido hasta ahora simb¨®lica y esencialmente financiada con fondos europeos, que ¨²ltimamente escasean, ya que cada pa¨ªs va a la suya. Se habla de 1.000 millones al a?o en Espa?a, que son, sin duda, bienvenidos, pero que dif¨ªcilmente permitir¨¢n competir con otros pa¨ªses. Y se trata de un nuevo tipo de iniciativa para la que habr¨¢ que buscar un nuevo tipo de gesti¨®n. De que ello se haga correctamente y con decisi¨®n depende que al menos podamos seguir el tren de una nueva tecnolog¨ªa aunque sea a distancia.
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