?La guerra est¨¢ aqu¨ª?
LUIS DANIEL IZPIZUA
La carne es triste, ay, y lo he dicho ya todo. S¨®lo evit¨¦ decir que esto iba a ocurrir, no que pod¨ªa ocurrir, sino que iba a ocurrir. Hab¨ªa razones para mantener lo contrario. Razones que pretend¨ªan ser m¨¢s una exhortaci¨®n que un argumento, y que nos liberaban de ejercer el doloroso papel de Casandra. A pesar del esfuerzo realizado, no hemos sido apreciados. Eramos esos chicos tristes incapaces de transmitir la ilusi¨®n necesaria. Nos limit¨¢bamos a se?alar la insensatez y algunos aspectos de la terca realidad, pero lo requerido era entregarse de brazos abiertos a un gui¨®n pautado, es decir, a la pura insensatez y a la obcecada irrealidad. Seguimos sin querer ser Casandra, pero el paisaje que ven nuestros ojos es insondablemente negro, y tenemos la obligaci¨®n de decirlo.
El comunicado con el que ETA pone fin a la tregua se dirige b¨¢sicamente a los mismos a los que se dirig¨ªa el comunicado con el que la proclam¨®: al PNV y a EA. No han cumplido lo pactado y no se han comprometido decididamente en el proceso de construcci¨®n nacional. El comunicado es, como casi siempre, muy claro, repulsivamente claro: la tregua no abr¨ªa un proceso de paz, sino un nuevo camino para la construcci¨®n nacional, de la que no est¨¢n excluidas las armas en caso de que sean necesarias. Y ahora parece que lo son. Reconoce, tambi¨¦n, que la tregua ha servido para romper el abismo que existi¨® previamente entre las fuerzas abertzales y valora positivamente su acercamiento actual. No van mucho m¨¢s all¨¢ las virtudes de ese documento. Nos interesan m¨¢s los pactos a que hace referencia. Y el plazo. Porque entre la fecha de emisi¨®n del comunicado y la prevista para el inicio de los atentados media un plazo. Un plazo al que ha sido muy sensible la opini¨®n p¨²blica.
En nuestro af¨¢n por dotar de racionalidad a esta locura, vamos a lanzar una hip¨®tesis: el fin de la tregua es un ¨®rdago que lanza ETA al PNV. Y ese ultim¨¢tum tendr¨ªa que ver con los documentos pactados a que se hace referencia en el comunicado. Son dos esos documentos: el primero es de agosto de 1998, y el segundo de agosto de 1999. Este segundo habr¨ªa sido rechazado por el PNV y es el que nos interesa. En ¨¦l se acuerda realizar unas elecciones, adoptando como circunscripci¨®n ¨²nica toda Euskal Herria, para elegir el Parlamento de Euskal Herria, del que saldr¨ªa el nuevo lehendakari. "En funci¨®n de la fortaleza y estabilidad de ese futuro Parlamento" -y conviene subrayar esas palabras- ETA dar¨ªa por finalizada su lucha armada. Nada de refrendos por la autodeterminaci¨®n. Una pol¨ªtica de hechos consumados destinada al caos institucional y al enfrentamiento civil. Una locura. Pero en torno a esa locura girar¨ªa el ultim¨¢tum. Y el plazo para responderlo es breve.
Cabe hacer conjeturas sobre la posible respuesta que el PNV vaya a dar a ese ultim¨¢tum. Aunque la reacci¨®n inmediata de ese partido -y del Gobierno vasco- al anunciado fin de la tregua no augura nada bueno. Su relativo silencio, su refugio en Lizarra para determinar su respuesta, sugieren un secretismo cuyas claves nunca conoceremos con transparencia. Pero podemos anticipar dos posibles respuestas: un rechazo tajante a las pretensiones de ETA; una aceptaci¨®n morigerada de las mismas. Sabemos cu¨¢les pueden ser las consecuencias de cada una de ellas. El rechazo implica el regreso del terrorismo. La aceptaci¨®n, la puesta en marcha de un proceso de disgregaci¨®n social, de duplicaci¨®n institucional, de enfrentamiento entre instituciones leg¨ªtimas e ileg¨ªtimas, entre ciudadanos, entre patrias. Un panorama pavoroso que no excluye el horizonte de la guerra. Entre ambos males, s¨®lo nos queda elegir el menos malo. O confiar en alguna otra posibilidad: en un acceso de lucidez de quienes propugnan la locura.
Muy posiblemente, el PNV juzg¨® mal a sus nuevos aliados, y se comprometi¨® con iniciativas con las que no se pod¨ªa comprometer. Confi¨®, casi con toda seguridad, en que el "proceso" moderar¨ªa a sus nuevos compa?eros de viaje y que estos acabar¨ªan tendiendo hacia posiciones m¨¢s realistas y pragm¨¢ticas. Pero el cazador se ha visto cazado. ETA y su entorno no vieron en esa operaci¨®n un colch¨®n de aterrizaje, sino una rampa de lanzamiento, y exigen el cumplimiento de esos compromisos. Ellos no se han movido y es el PNV el que se ve obligado a tomar direcciones que sabe suicidas. Sab¨ªa ya que lo eran cuando las tom¨®. Su error de c¨¢lculo sit¨²a al pa¨ªs al borde del abismo. El PNV ha recibido un golpe mortal, pero hemos de ayudarlo a salvarse para salvarnos a nosotros mismos. Y movilizarnos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.