Maracas
Tal vez vivir consiste en no hacerse preguntas. Todo es natural: la salida del sol, comer y volver a tener hambre, la erupci¨®n de los volcanes, copular sin sentido, mirar el horizonte, morir como un perro y no saber por qu¨¦. La humanidad es un fluido de infinitos seres que ignoran su destino y la propia corriente. El cerebro no ha sido dise?ado para entender el universo, por eso hasta hace poco el azar se resolv¨ªa consultando las entra?as de los grajos. La ciencia es una loter¨ªa y si un d¨ªa esta historia absurda se acaba y nos quedamos sin saber qui¨¦n era el asesino, no pasar¨¢ nada: ning¨²n cocodrilo que nos sobreviva derramar¨¢ una l¨¢grima por ello. La vida s¨®lo est¨¢ interesada en que usted sea un buen transmisor de genes, aunque no tenga una sola idea en la cabeza. Cuando a uno le preguntan por su profesi¨®n en cualquier ventanilla la ¨²nica respuesta deber¨ªa ser ¨¦sta: un servidor est¨¢ en este mundo trabajando en la cadena de genes. En el plan general no importa si estos genes al chocar entre si producen a un Einstein o a una n¨¦cora. Ellos ya han cumplido. La vida es un fin en s¨ª misma sin finalidad alguna y a usted s¨®lo se le pide, como hombre o como gal¨¢pago, que acierte a penetrar a ciegas por una peque?a rendija en una h¨²meda galer¨ªa y que dispare all¨ª dentro cuatro millones de posibles de emperadores, aunque s¨®lo uno de ellos, el m¨¢s cabez¨®n, llegar¨¢ al pie de la emperatriz que le espera sentada en un trono de ¨®vulos. Tal vez nuestra alma s¨®lo es ese rumor que produce la doble h¨¦lice del ADN al girar y que algunos santos modernos oyen de noche en sue?os bajo la almohada. De ese zumbido se alimentar¨¢n dentro de poco los m¨ªsticos y los poetas. Del mismo modo que la filosof¨ªa m¨¢s profunda se estudia hoy en los prospectos de farmacia y Dios ha quedado reducido a una mirada azul sobre el horizonte tambi¨¦n el conocimiento del genoma humano podr¨ªa regalarnos por fin la feliz resignaci¨®n del mono. Antes el azar se resolv¨ªa po¨¦ticamente: todo estaba ya escrito en el libro de arena o en el h¨ªgado de los cuervos. Ahora de forma cient¨ªfica sabemos que nuestro destino est¨¢ determinado por la doble h¨¦lice de los cromosomas y a ella se dirigen hoy las preguntas de la sibila. La respuesta del or¨¢culo es la misma: nuestro futuro est¨¢ marcado. Pero en ese libro de arena gen¨¦tica los cient¨ªficos ya pueden escribir alg¨²n p¨¢rrafo. En este baile de la vida ya podemos tocar al menos las maracas.
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