Pobres contra pobres en La Espa?ola
Rep¨²blica Dominicana "caza" y expulsa a miles de braceros haitianos para detener "la invasi¨®n negra"
ENVIADO ESPECIALLa masiva expulsi¨®n de jornaleros haitianos ejecutada por la Rep¨²blica Dominicana en noviembre evoc¨® en Puerto Pr¨ªncipe el genocidio perpetrado 70 a?os atr¨¢s por la dictadura de Rafael Le¨®nidas Trujillo. Hordas dominicanas batieron a machetazos los ca?averales patrios y asesinaron en pocos d¨ªas a cuanto negro haitiano encontraron al paso. Si era mulato, los matarifes mulatos dudaban y le hac¨ªan decir "perejil". Una respuesta afrancesada, "pegejil" confirmaba su nacimiento en la antigua colonia de Francia y era abatido a cuchilladas.
Murieron 10.000 en aquella cacer¨ªa de La Espa?ola, la isla antillana compartida por Hait¨ª y Rep¨²blica Dominicana, dos Rep¨²blicas marcadas por viejas rivalidades. El l¨ªder dominicano socialdem¨®crata Jos¨¦ Francisco Pe?a no pudo llegar a la presidencia impedido, en gran medida, por su origen haitiano y su condici¨®n de negro como el carb¨®n. Las canciller¨ªas de Puerto Pr¨ªncipe y Santo Domingo desarrollan conversaciones para solucionar un conflicto diplom¨¢tico que comenz¨® al reprochar la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos la pol¨ªtica migratoria del presidente dominicano Leonel Fern¨¢ndez.
Grupos de derechos humanos calculan entre 8.000 y 20.000 los haitianos, con hijos nacidos en la Rep¨²blica Dominicana, que han sido deportados en condiciones penosas: atrapados en el tajo o en la calle y puestos en la frontera en camiones o veh¨ªculos policiales. Hubo ni?os que perdieron a sus madres y esposas separadas de sus maridos durante las redadas, seg¨²n esos grupos. El 15 de octubre de 1990, en otro cruel episodio, el ex presidente Joaquin Balaguer decret¨® la deportaci¨®n 200.000 peones. La campa?a azucarera y las necesidades agr¨ªcolas determinaron su ritmo.
Los dominicanos reclaman el derecho a la repatriaci¨®n de los ilegales, a detener "la invasi¨®n negra", seg¨²n la xenofobia, y Hait¨ª admite esas prerrogativas legales, pero reclama la ciudadan¨ªa dominicana para los hijos de padres haitianos nacidos en la vecina naci¨®n, el cumplimiento del art¨ªculo 11 de su Constituci¨®n. Santo Domingo considera que "est¨¢n de paso", sin derecho al carn¨¦ de identidad.
La mayor¨ªa de los jornaleros trabajan en la construcci¨®n, ingenios azucareros y fincas agr¨ªcolas. Los m¨¢s pobres de Hait¨ª cruzan la frontera de un pa¨ªs que los rechaza argumentado que ya tiene bastantes y la seguridad social no da para todos. "Es una situaci¨®n degradante para la naci¨®n haitiana", lamenta el analista Jean Robert Antoine. "Pero lo que debemos hacer es convertir la mejora de las condiciones de vida de los haitianos sobre la tierra de Hait¨ª en una preocupaci¨®n constante, adem¨¢s de reclamar respeto para nuestros hermanos". Las deportaciones fueron frenadas la espera de los resultados obtenidos en ronda de negociaciones abierta por las Administraciones del izquierdista Ren¨¦ Pr¨¦val y del centrista Leonel Fern¨¢ndez.
Las reacciones en Hait¨ª han sido de indignaci¨®n aunque moderadas en su planteamiento. "Cada haitiano expulsado es un voto en Dominicana", comentan fuentes diplom¨¢ticas. Una organizaci¨®n popular de la ciudad de Gona?ves, sin embargo, convoc¨® "a la caza de los dominicanos", aproximadamente 20.000 en Hait¨ª. Los ultras atacaron a pedradas sus domicilios en esta ciudad y hostigaron, hasta conseguir su huida, a un grupo de prostitutas de aquella nacionalidad. Varias pupilas denunciaron que, al amparo de la bronca binacional, grupos de clientes no pagaron los servicios prestados.
Pierre Raymond Dumas, cr¨ªtico con el Gobierno de Pr¨¦val, escribe en Le Nouvelliste que los problemas migratorios haitianos constituyen un serio rev¨¦s para la Dominicana "que avanza a grandes pasos por el camino de la modernidad, mientras nosotros continuamos batiendo todos los r¨¦cords de miseria, inestabilidad, de autodestrucci¨®n, en resumen, de regresi¨®n". Las carencias son tantas y tan profundas, pol¨ªticas, econ¨®micas, sociales, institucionales, judiciales, sanitarias, educativas o agr¨ªcolas, que probablemente s¨®lo una ayuda internacional masiva podr¨¢n encarrilar su soluci¨®n.
Un t¨¦cnico espa?ol confesaba, por otra parte, el des¨¢nimo causado entre los cooperantes cuando las trabas locales retrasan la ejecuci¨®n de varios proyectos esenciales para el desarrollo de esta naci¨®n fundada en 1804 por cimarrones negros: 7,6 millones de habitantes, el 75% en la pobreza o en la absoluta miseria.
La ocupaci¨®n norteamericana de 1994 expuls¨® una dictadira militar y reinstal¨® en el pa¨ªs m¨¢s hundido de Am¨¦rica al exiliado padre Jean Bertrand Aristide, que gan¨® las elecciones de 1990. Un cuerpo de Polic¨ªa Civil de la ONU, a punto de cumplir su mandato, adiestra a la polic¨ªa local e impide, al menos, que los matones de las tiran¨ªas anteriores levanten cabeza. La democracia de Hait¨ª, no obstante, es fr¨¢gil por ajena a su historia. Estados Unidos teme adem¨¢s que el naufragio del proceso empuje hacia las costas de Florida a nuevas oleadas de compatriotas del mill¨®n y medio de haitianos afincados en varias ciudades norteamericanas y canadienses.
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