El destino del caracol
En febrero sintieron p¨¢nico; ahora rezuman indignaci¨®n. Entonces fueron desalojados de bulla por que una obra contigua puso su edificio en peligro de derrumbe. Diez meses despu¨¦s, cerca de 200 vecinos malague?os se confiesan "estafados, enga?ados y abandonados" porque ni siquiera se ha iniciado la rehabilitaci¨®n de sus viviendas. Viven de alquiler y sin saber cu¨¢ndo podr¨¢n volver a sus hogares. Mientras, ven como la obra que hizo temblar sus casas sigue avanzando. "Ya est¨¢n casi listos los pilares de la planta baja; a este ritmo, los que han comprado esos pisos se meten antes que nosotros en sus viviendas", se queja uno de los afectados. Indes, la promotora, a¨²n no ha dado una respuesta al proyecto de rehabilitaci¨®n del edificio elaborado por los vecinos y valorado en unos 80 millones. El Ayuntamiento, que en febrero estim¨® que las familias podr¨ªan volver a sus casas pasado el verano, ya ha incumplido en dos ocasiones los plazos dados para el realojo. "Aqu¨ª no da la cara nadie y la ¨²nica que la dio, Celia Villalobos nos ha enga?ado", se queja otro vecino.
Los desalojados aluden al compromiso municipal de poner cortapisas a la obra una vez que llegara a cota cero -a ras del suelo- si no se asum¨ªa la rehabilitaci¨®n. La promotora ha mantenido desde el principio que est¨¢ dispuesta a hacerse cargo de su parte de responsabilidad en el accidente, "no de la de los dem¨¢s". Los afectados replican que ellos tampoco est¨¢n dispuestos a esperar a que el proceso judicial abierto dirima las culpas.
Entrar a los pisos da miedo. Las grietas bordan de arriba abajo las paredes. Por algunas cabe una mano. "Mi casa ya no parece mi casa. Tiene m¨¢s rajas que la ¨²ltima vez que entr¨¦", dice otra vecina sin esconder su amargura. Casi todos coinciden en que, pese al reforzamiento de los pilares acometido tras el desalojo, las grietas han ido en aumento. El arquitecto de los afectados, ?ngel Asenjo, explica que eso se debe a que el edificio est¨¢ mal estabilizado. "Y mientras no se acometa el proyecto de consolidaci¨®n y rehabilitaci¨®n se va a seguir deteriorando", advierte.
Juan Ag¨¹era tiene 70 a?os, un infarto y mucha impotencia: "Como vivo en un s¨¦ptimo y los ascensores no funcionan, desde que salimos, no he vuelto al piso. Mi mujer lo hac¨ªa de vez en cuando, pero ha decidido no entrar m¨¢s porque cada vez que vuelve coge una depresi¨®n". No es la ¨²nica. Varios vecinos confiesan que han tenido que echar mano de los antidepresivos para sobrellevar su situaci¨®n. Todos comparten un mismo destino: el del caracol. Llevan diez meses con la casa a cuestas, en pisos de alquiler pagados por la promotora. Otra vecina, m¨¢s joven que Ag¨¹era pero con el mismo desencanto, sintetiza: "Despu¨¦s del desalojo nos dieron una hora para sacar algunas cosas. Nos llevamos un par de maletas y el televisor. Ahora hemos sacado mantas, estufas y algunos libros, pero ya estamos hartos de esta precariedad y sin fecha para nuestra vuelta. No nos meremos esto".
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