Hacer ciudad, hacer pa¨ªs
Este es el pa¨ªs de las ciudades. O al menos es un pa¨ªs de ciudades, afirmaci¨®n menos controvertible que la primera por lo constatable y evidente. Un pa¨ªs cuyo inventario de riquezas naturales, espont¨¢neas, arroja un balance m¨¢s bien miserable, de los recursos h¨ªdricos a las materias primas. Una localizaci¨®n perif¨¦rica, aunque pr¨®xima respecto a los grandes ejes de la estructura continental, y un clima no siempre generoso como no sea para las actividades al aire libre, constituyen nuestro haber m¨¢s favorable.Esto, mucho trabajo y diligencia de sus gentes, y un sistema de mallas urbanas densas constituye lo mejor de nuestro activo. Se ha destacado con frecuencia la dinamicidad y la capacidad emprendedora de nuestra gente. No hay duda de ello, pues ha sido capaz de laborar la tierra ¨¢spera o engendrar industrias que no contaban con ninguno de los componentes para su actividad, salvo el trabajo y la iniciativa de sus emprendedores y trabajadores. No se ha destacado, o al menos no se ha hecho con suficiente ¨¦nfasis social, este otro elemento positivo de nuestra sociedad, el sistema de ciudades, sus interrelaciones, su capacidad de generar actividad y renta.
Al menos no se ha hecho en el ¨¢mbito de la propia reflexi¨®n social, colectiva, y en sus aplicaciones pol¨ªticas, que vienen a ser la traducci¨®n de lo que piensa una sociedad. De ah¨ª algunos desdenes, desprecios o ignorancias que, a la vista de la experiencia ajena y de las tendencias de la econom¨ªa y la sociedad modernas, globales, resultan especialmente espectaculares por la inoportunidad y los elevados costes que generan en el ¨¢mbito de las relaciones globales. El mundo local es considerado poco menos que residual. Insisto, al margen de los estudios y los an¨¢lisis cient¨ªficos, desde los distritos industriales a los fen¨®menos de metropolizaci¨®n. En t¨¦rminos sociales, y sobre todo pol¨ªticos, la ciudad, los sistemas de ciudades, tienen una consideraci¨®n secundaria, cuando, como sabemos, precisamente por los estudios y por el an¨¢lisis comparativo, que constituyen el eje central de las nuevas pol¨ªticas econ¨®micas, sociales.
Adem¨¢s, y no es poca cosa en el ¨¢mbito del discurso de las identidades, que la ciudad y los sistemas urbanos, constituyen el espinazo sobre el que se articula el territorio, y en consecuencia se incardinan las propuestas de mejora ya se trate de la producci¨®n y su din¨¢mica competitiva, ya de la distribuci¨®n de la riqueza y la gesti¨®n de los conflictos.
La eliminaci¨®n o el decaimiento de otras barreras, como las de los estados, tanto para prop¨®sitos de seguridad como para el intercambio econ¨®mico, ha propiciado la aparici¨®n, por devoluci¨®n o por novedad, de otros poderes territoriales. De la misma manera que se han producido cesiones sucesivas de soberan¨ªa de los estados respecto de las organizaciones supraestatales, de la Uni¨®n Europea a la OTAN, en nuestro entorno y por citar dos componentes muy llamativos.
La devoluci¨®n de los poderes a los ciudadanos se produce, de modo efectivo, en el ¨¢mbito urbano, espacio de referencia a la vez que espacio para la producci¨®n y el consumo de bienes y servicios.
Por otra parte, la organizaci¨®n del territorio en la era de la globalidad se produce precisamente, como en otras ¨¦pocas de esplendor urbano, a partir de las ciudades. De hecho ning¨²n espacio territorial organizado carece de sistema urbano, y siempre o casi siempre, a partir de una aglomeraci¨®n metropolitana, en la que la permeabilidad y la movilidad son elementos tan caracter¨ªsticos como imprescindibles para la organizaci¨®n del territorio.
Actuar contra estos hechos suele conducir al fracaso de toda la estructura social y econ¨®mica, y desde luego constituye un elemento para la calificaci¨®n de retr¨®grada de las pol¨ªticas que rehuyen, rechazan, o excluyen el hecho metropolitano, y los sistemas de ciudades, de sus objetivos prioritarios. El apoyo del sistema de ciudades, a partir de su n¨²cleo metropolitano, constituye la mayor garant¨ªa para el asentamiento de las identidades territoriales, las que en Espa?a se alumbran con la Constituci¨®n de 1978, y las que en todo nuestro entorno se consolidan como pasos para la devoluci¨®n de los poderes a los ciudadanos. Por ello mismo sigue siendo necesario, a la luz de experiencias y decisiones pasadas o recientes, hacer ciudad y hacer pa¨ªs. O hacer ciudad para hacer pa¨ªs, lo que puede que a algunos no interese.
Ricard P¨¦rez Casado es licenciado en Ciencias Pol¨ªticas.
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