"La aut¨¦ntica realidad est¨¢ en la ficci¨®n" RAM?N DE ESPA?A
Pregunta. Parece que te ha ca¨ªdo el sambenito de escritor de culto. Eso es, al menos, lo que pone en la solapa de tu ¨²ltima novela, La casa de Patrick Childers.Respuesta. Tambi¨¦n pone que mi escritura establece un puente entre ambos lados del Atl¨¢ntico, cosa de la que yo no ten¨ªa la menor constancia. Son cosas de mis editores, de los que, por otra parte, no tengo la menor queja. Y en cuanto a eso del culto... pues no s¨¦ muy bien qu¨¦ quiere decir, la verdad.
P. Habitualmente, que vendes poco pero eres bueno.
R. S¨ª, me temo que es eso.
P. Vocaci¨®n tard¨ªa la tuya, ?no?
R. No exactamente. Yo hab¨ªa publicado algunos libros de joven, en Argentina, pero luego estuve mucho tiempo sin escribir. Y ninguno de esos libros me parece rescatable. De hecho, el Lazaro Covadlo que conoce la gente, o por lo menos la gente que comparte mi supuesto culto, empieza a escribir a principios de los noventa en su casa de Sitges, animado por su mujer, la ¨²nica persona que ¨¦l conoc¨ªa que parec¨ªa creer que se pod¨ªa vivir de la literatura.
P. ?Lo has conseguido?
R. A¨²n no, pero estoy en ello.
P. ?Por qu¨¦ te quedaste en Sitges?
R. Bueno, yo llegu¨¦ ac¨¢ en 1975, coincidiendo con la muerte de Franco. Y me qued¨¦ en Sitges porque un tipo que viv¨ªa all¨ª me dio trabajo. As¨ª de f¨¢cil. Desde que estoy en Espa?a he desempe?ado todo tipo de oficios, ninguno relacionado con la literatura.
P. Por ejemplo...
R. Durante una ¨¦poca vend¨ªa camisas por todo el territorio nacional. Tambi¨¦n tuve un quiosco. Estuve un tiempo de parrillero en un restaurante argentino propiedad de unos franceses que nunca hab¨ªan puestos los pies en Argentina. Y me dediqu¨¦ al transporte de tierra para la construcci¨®n. Empec¨¦ con un cami¨®n que yo mismo conduc¨ªa y acab¨¦ teniendo una flotilla de cinco. ?Me estaba convirtiendo en un cochino capitalista, viejo! Hasta que un buen d¨ªa me hart¨¦ de aquello, vend¨ª los camiones y me puse a escribir en serio.
P. ?Por qu¨¦ abandonaste Buenos Aires?
R. Yo all¨ª me ganaba la vida como periodista y como creativo publicitario, pero siempre hab¨ªa tenido ganas de ver mundo. Trabaj¨¦ a las ¨®rdenes de Jacobo Timmerman, haciendo reportajes. Uno de ellos consisti¨® en pasar una semana en una de esas villas miseria del extrarradio. Conoc¨ª gente estupenda, especialmente a un tipo magn¨ªfico que era comunista. Yo intent¨¦ ocultar su nombre para que no tuviera problemas, pero Timmerman insisti¨® en que se lo diera. Podr¨ªa haberme inventado cualquier nombre, pero me dio por negarme a revelar el aut¨¦ntico. As¨ª que el gran Timmerman me ech¨®. Cuando mi mujer me plant¨®, a mediados de los sesenta, mi vida dio un giro radical. Me dediqu¨¦ a hacer el hippy y a darle al ¨¢cido lis¨¦rgico, del que, por cierto, guardo muy buenos recuerdos. Tambi¨¦n me met¨ª en una secta.
P. ??Qu¨¦?!
R. Como lo oyes. Me apunt¨¦ a la secta de Silo, que hab¨ªa montado un entramado filos¨®fico-m¨ªstico-marxista. Me sal¨ª en el 87.
P. Creo que esa secta est¨¢ considerada como destructiva.
R. Supongo que todas lo son, incluyendo a la iglesia cat¨®lica. Pero yo creo que s¨®lo destruyen al que ya est¨¢ predispuesto a autodestruirse... No s¨¦, yo en esa ¨¦poca, cuando mi mujer me plant¨®, estaba algo zumbado y dispuesto a encontrar algo parecido a la redenci¨®n, donde pudiera. Si sal¨ª de Argentina fue, en parte, gracias a mis actividades sectarias. A Silo le dio por meterse en pol¨ªtica, cosa que a L¨®pez Rega, alias el Brujo, le debi¨® de parecer competencia desleal, pues la tom¨® con nosotros. Cuando vi que empezaban a pintar bastos, me largu¨¦. Pas¨¦ por Venezuela y Colombia. Pas¨¦ por Par¨ªs, aunque siempre me han dado asco los argentinos afrancesados. Y acab¨¦ en Barcelona, fundando una nueva familia con mi segunda mujer, Assumpta.
P. ?Tienes hijos?
R. Aqu¨ª dos peque?os, y en Argentina hay uno que tiene 36 a?os. Est¨¢ bien esto de volver a empezar. Te permite alargar la adolescencia y sentirte joven, cosa que se agradece mucho a los 62 a?os.
P. ?De d¨®nde viene el apellido Covadlo?
R. Jud¨ªos rusos.
P. Ahora entiendo tu parecido con Alejandro Jodorowsky. ?Te ha influido de alguna manera la tradici¨®n jud¨ªa en tu vida o en tu obra?
R. Pues como a ti te haya podido influir el ser catal¨¢n y cat¨®lico. Y no tengo la impresi¨®n de que seas ni un catalanista ni un chupacirios. A m¨ª, es que con las religiones me pasa lo mismo que con las patrias: las detesto. Es curioso, pero a m¨ª s¨®lo me entran sentimientos religiosos o patri¨®ticos cuando me insultan. Aqu¨ª una vez me llamaron sudaca de mierda, y eso me hizo redescubrir mi argentinidad. Algo parecido a cuando en Buenos Aires alguien me llama ruso de mierda o jud¨ªo de mierda.
P. Quiz¨¢ lo mejor de ser jud¨ªo sea el ser ap¨¢trida.
R. Si la patria es Israel, desde luego. Estuve all¨ª en mi adolescencia, cuando formaba parte de una curiosa asociaci¨®n de boy scouts sionistas. Me dio el punto de recuperar mis ra¨ªces o vete t¨² a saber qu¨¦ y me fui a Israel a ver si me dejaban entrar en los paracaidistas. No es que me interesara mucho la carrera militar, pero me hab¨ªan dicho que los paracaidistas llevaban una boina roja muy chula y se tiraban a todas las t¨ªas que se les pon¨ªan delante. As¨ª que me presento en la oficina de reclutamiento con mi pasaporte de turista y me tratan a patadas. Pero lo peor fue que estaba parlamentando con un oficial y comet¨ª el error, coloquialmente, de darle una palmada en el hombro. ?No veas c¨®mo se puso! Me dijo que en Argentina pod¨ªa palmear a quien quisiera, pero que en Israel ni hablar. ?La puta que lo pari¨®! Creo que ah¨ª me desenga?¨¦ del sionismo. Aunque me parece que s¨®lo fue un deseo de aventuras.
P. Jurar¨ªa que tu vida te ha conducido de un modo natural hacia la ficci¨®n.
R. Es que la realidad est¨¢ en la ficci¨®n. La ficci¨®n es la realidad. La gente cree que la verdad est¨¢ en los ensayos, y eso no es cierto. Yo en la literatura he encontrado lo que no me ofrecen ni las patrias ni las religiones: una especie de culto en el que creer. Por eso, a veces, pongo un par de velas junto al ordenador, como si estuviera en un altar. ?Hombre, tal vez por eso soy un escritor de culto!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.