Gratis total
El gratis total est¨¢ en la mejor tradici¨®n del infantilismo c¨ªvico, es una de las m¨¢s apreciadas se?as de identidad de nuestra vida p¨²blica, de nuestros periodistas m¨¢s afamados, de nuestros l¨ªderes pol¨ªticos m¨¢s diversos, cualquiera que sea la escala municipal, auton¨®mica o estatal, elegida. Hay en todos ellos una tendencia muy arraigada a pensar que pueden permitirse cualquier lujo, o lanzarse a decir cualquier machada, sin necesidad de hacer frente despu¨¦s a factura alguna. Un buen ejemplo es la falta de consecuencias que han tenido las opciones y las declaraciones sucedidas a partir del momento en que los cinco encapuchados de la boina dieron cuenta de la decisi¨®n de ETA de volver a las andadas.Los enmascarados anunciaron el regreso al uso de las armas, explosivos y dem¨¢s pertrechos, procedimiento que estiman de gran utilidad para su causa, a cuya edificaci¨®n sirven como valiosos sillares esos f¨¦retros, dispuestos en stock options por las funerarias para acoger cad¨¢veres, piezas cobradas merced a certera punter¨ªa o al ingenio de artefactos activados a distancia sobre ciudadanos inermes. Asesinatos, en fin, celebrados con ese siniestro ?viva la muerte! y otros gritos de rigor, enardecedores de tanto disc¨ªpulo sin saberlo de Mill¨¢n Astray como subyace bajo las siglas de etarras y afines asimilables.
Hab¨ªa que o¨ªr s¨®lo hace unos d¨ªas en Bilbao a un profesor de la Universidad del Pa¨ªs Vasco impugnando las palabras del obispo Seti¨¦n sobre la inutilidad de la violencia. Enseguida demostr¨® la enorme utilidad de la violencia para quienes recurren a ella y concluy¨® de ah¨ª que su uso leg¨ªtimo hubiera de ser monopolio del Estado.
Tambi¨¦n por eso una de las recetas prescritas por Miguel Herrero de Mi?¨®n en su columna de EL PA?S del s¨¢bado resulta de dif¨ªcil aplicaci¨®n. Es la que postula reconciliar a la sociedad vasca explicando una y otra vez que ning¨²n dolor ha sido in¨²til.
Porque la anterior afirmaci¨®n -"ning¨²n dolor ha sido in¨²til"- equivale, si se la despoja de la doble negaci¨®n, a la de que "todos los dolores han sido ¨²tiles" y, establecida esa utilidad, se convertir¨ªa en un incentivo para los dispensadores del dolor, es decir, para quienes los causan mediante el ejercicio de la violencia. En el actual envite etarra las diferencias m¨¢s insalvables residen en la forma c¨®mo vaya a escribirse el pasado y el sentido o sinsentido que a partir de ah¨ª adquiera o pierda la violencia terrorista de todos los colores en estos 30 ¨²ltimos a?os.
Llegados aqu¨ª, habr¨¢ que recordar a Carlos von Clausewitz, quien siempre, aun en el supuesto de guerra total, part¨ªa del principio de un uso regulado y atemperado de la violencia y siempre consideraba indigno de un soldado pr¨¢cticas como la matanza indiscriminada de civiles, el secuestro, el asesinato o la tortura. El honor del guerrero, como ha explicado en p¨¢ginas muy l¨²cidas Michael Ignatieff, fue tanto un c¨®digo de pertenencia como una ¨¦tica de responsabilidad. Por eso all¨ª donde se ha practicado el arte de la guerra se han distinguido objetivos l¨¦gitimos e ileg¨ªtimos y armas morales e inmorales y cuando el control ha pasado de los Estados a los se?ores de la guerra se han desintegrado los rituales de contenci¨®n propios de la profesi¨®n militar cuando merece tal nombre.
Pero desde el t¨ªtulo que encabeza estas l¨ªneas ¨ªbamos a otra cosa. ?bamos a la cuesti¨®n del gratis total, del coste cero que han tenido los pronunciamientos y declaraciones respecto a la decisi¨®n de ETA de recuperar el uso de las armas.
Para nada se discute aqu¨ª la libertad integ¨¦rrima de cada uno de los l¨ªderes y de las formaciones pol¨ªticas para proceder conforme a sus propios criterios. Pero la l¨ªnea que cada uno adopte o la ambig¨¹edad en la que se esconda, la declaraci¨®n que cada uno formule o los silencios en que se envuelva, deber¨ªan tener un coste a pagar. Otro proceder resulta un disolvente social de extremada peligrosidad incluso en un jard¨ªn de infancia. Y me quedo aqu¨ª porque deploro se?alar.
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