Un d¨¦spota vanidoso
Hace unos meses vio la luz, en la casa editora de ese prodigio de contestaci¨®n inteligente que es el diario de Split Feral Tribune, un ensayo sobre Franjo Tudjman, el fallecido presidente de Croacia. Escrito por Marinko Culic, el t¨ªtulo no pod¨ªa ser m¨¢s revelador: Tudjman. Anatom¨ªa de un absolutismo no ilustrado. Que semejante personaje haya merecido el general benepl¨¢cito de nuestros gobernantes, por reticente e interesado que haya sido, mucho dice de aficiones e inercias muy arraigadas entre nosotros.Lo primero que se impone a la hora de juzgar a Tudjman es la consideraci¨®n de los abruptos cambios experimentados, con el paso del tiempo, por el personaje. El escritor Predrag Matvejevic los ha recordado puntillosamente: cr¨ªtico radical, en el decenio de 1940, del r¨¦gimen fascista de Ante Pavelic, Tudjman se hizo rodear en los ¨²ltimos a?os de dirigentes pol¨ªticos de declarada adhesi¨®n paveliciana. Otrora ac¨¦rrimo defensor del proyecto yugoslavo, en la recta final de su vida, Tudjman se convirti¨® en cr¨ªtico feroz de aqu¨¦l. Marxista-leninista convencido, que empleaba las obras de Stalin para educar a los cuadros del partido y fustigaba con su l¨¢tigo a los seguidores de Milovan Djilas, no vacil¨® a la hora de adherirse, despu¨¦s, a un anticomunismo visceral adobado de un nacionalismo desbocado. Ateo confeso decenios atr¨¢s, ha muerto bendecido por una Iglesia cat¨®lica que, lamentablemente, buena parte de culpa tiene en la consolidaci¨®n de la Croacia tudjmaniana. Seg¨²n relata el propio Matvejevic, nuestro hombre se?al¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n a sus colegas de la Uni¨®n Democr¨¢tica que ya en 1942 era consciente de los males del modelo comunista, algo que, por lo que parece, no le impidi¨® medrar a su amparo durante el cuarto de siglo siguiente.
Otro rasgo de relieve en nuestro personaje ha sido su irrefrenable vanidad, que lo ha mantenido siempre lejos de cualquier atisbo de autocr¨ªtica. Quienes lo han conocido gustan de recordar tambi¨¦n su gusto por los fastos y su ampulosidad, objeto de un sinf¨ªn de chistes, por cierto, en Croacia. Aunque se ocupan de recordar tambi¨¦n su megaloman¨ªa, plasmada hace pocos a?os en un intento -gestado a imitaci¨®n de su admirado general Franco y afortunadamente fallido- de construir una suerte de Valle de los Ca¨ªdos croata en el que, cabe suponer que a ambos lados de los suyos, yaciesen los huesos de Pavelic y de Tito.Tanta salida de tono contrasta, a buen seguro, con la liviandad de un personaje que en repetidas ocasiones demostr¨® estar a a?os luz de la inteligencia t¨¢ctica de su ¨¦mulo Slobodan Milosevic. Nada mejor para certificarlo que recordar los tributos que Tudjman hubo de pagar, en 1991, al calor de la semiclandestina reuni¨®n celebrada con el entonces presidente serbio en Karadjordjevo. M¨¢s de un analista ha sugerido que Tudjman pag¨® entonces, y con creces, su enorme ingenuidad. Si, por un lado, crey¨® a pies juntillas que Milosevic no ten¨ªa inter¨¦s alguno en la Krajina y en Eslavonia -dos regiones que al poco fueron objeto de limpieza ¨¦tnica por las milicias serbias y el Ej¨¦rcito federal-, por el otro se lanz¨® laboriosamente a un impresentable reparto de Bosnia que, inmoralidades e injusticias al margen, s¨®lo trajo sinsabores a Croacia.
A los ojos del presidente reci¨¦n fallecido, la transici¨®n croata a la democracia ha sido la m¨¢s fruct¨ªfera de cuantas se han registrado en el planeta. El ¨²nico problema estriba, claro, en que, oropeles aparte, sus frutos han nacido marchitos en la forma de lo que en los hechos es un r¨¦gimen de partido ¨²nico, con medios de comunicaci¨®n bajo estricto control y un reparto del bot¨ªn que ha beneficiado tanto a buena parte de la vieja nomenklatura como a una ultramontana di¨¢spora. Con simon¨ªas y nepotismos por medio, el propio Tudjman vio, desde la formidable villa que se hizo construir, c¨®mo sus cuentas bancarias no dejaban de engordar.
Nada de lo anterior ser¨ªa particularmente notorio si no fuese obligado recordar a la poblaci¨®n serbia de la Krajina que, objeto en agosto de 1995 de una nueva limpieza ¨¦tnica, asestada ahora por el Ej¨¦rcito croata, no tiene ya esperanza alguna de retornar al pa¨ªs que durante tanto tiempo fue el suyo. Bien es cierto que en esto hay que convenir que Tudjman fue consecuente en su serbofobia: al fin y al cabo, y seg¨²n cuentan, no dud¨® en desheredar a su hija Nevenka, que hab¨ªa cometido el incalificable delito de casarse con un serbio. Aunque, claro, quien busque consuelo, lo encontrar¨¢ enseguida. Y es que Tudjman no ha desheredado a una hija d¨ªscola, sino a todo un pueblo.
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