Lasa y Zabala
TRAS EL aplazamiento de ayer, motivado por razones un tanto chuscas, cabe esperar que hoy pueda iniciarse al fin el juicio por el secuestro y asesinato de Jos¨¦ Antonio Lasa y Jos¨¦ Ignacio Zabala, miembros de ETA desaparecidos en el sur de Francia el 5 de octubre de 1983. El tiempo transcurrido -16 a?os- no podr¨¢ borrar el horror de ese episodio, cuyos detalles s¨®lo se conocieron tras la identificaci¨®n de los restos de las v¨ªctimas en 1995. Lo que posiblemente s¨ª ha diluido el tiempo es la atm¨®sfera emocional en la que se produjo el crimen, en una ¨¦poca en la que ETA pon¨ªa un muerto por semana.Los jueces habr¨¢n de considerar el valor probatorio de los testimonios que fundamentan las acusaciones. Por escasa que sea la credibilidad personal de algunos de los testigos, resulta inveros¨ªmil que hayan podido inventarse toda la historia. Al margen de lo que pueda probarse ante los tribunales en t¨¦rminos de responsabilidad personal, lo que s¨ª parece establecido es que Lasa y Zabala fueron secuestrados por personas pertenecientes a los aparatos de seguridad del Estado espa?ol, torturados y asesinados. Al tribunal corresponde dilucidar qui¨¦nes intervinieron directamente en los hechos y qui¨¦nes dieron las ¨®rdenes; si fue una actuaci¨®n decidida en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo o si fue realizada en cumplimiento de ¨®rdenes superiores.
El fiscal considera que los acusados de secuestrar a Lasa y Zabala constitu¨ªan una rama de los GAL, el llamado GAL verde. Sin embargo, lo singular de los GAL respecto a otras formas de guerra sucia que les precedieron fue la contrataci¨®n de mercenarios para que actuaran en territorio franc¨¦s, precisamente para evitar que pudieran ser implicados miembros de las fuerzas de seguridad. Eso no encaja con lo que se sabe de este caso. El tribunal deber¨¢ pronunciarse al respecto, ya que una de las acusaciones es la de pertenencia a banda armada. Pero que sea banda o no es secundario en relaci¨®n a los cargos m¨¢s importantes: detenci¨®n ilegal y asesinato.
La desaparici¨®n de Lasa y Zabala se produjo diez d¨ªas despu¨¦s del secuestro del capit¨¢n Mart¨ªn Barrios, y cuatro antes de la aparici¨®n de su cad¨¢ver. Fue el primer episodio de guerra sucia desde la llegada al poder de los socialistas. Antes, en los a?os de la UCD, hab¨ªa habido otros -con m¨¢s de una quincena de asesinatos- y despu¨¦s vendr¨ªan los realizados bajo las siglas de los GAL. La continuidad entre ambas fases, a trav¨¦s de unos mismos pistoleros, es hoy una evidencia.
En los dos meses que transcurrieron entre el secuestro de Lasa y Zabala y el de Marey, primera acci¨®n reivindicada por los GAL, ETA realiz¨® m¨¢s de veinte atentados con intenci¨®n de matar y asesin¨® a 11 personas: una cada seis d¨ªas. Los historiadores que analicen un d¨ªa la guerra sucia contra ETA no podr¨¢n dejar de tomar en consideraci¨®n el clima social derivado de esos datos. Pero la justicia juzga hechos, no climas. As¨ª lo exige el delicado equilibrio en que se fundamenta el Estado de derecho. Y que llegue a celebrarse este juicio es ya una victoria del derecho contra la impunidad.
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