El liberalismo "de izquierda"
Es hora de iniciar un debate serio sobre la tercera v¨ªa. Los problemas de fondo planteados se podr¨ªan resumir en una cuesti¨®n: cuando la alternativa revolucionaria se ha esfumado, ?debe la izquierda reformista abandonar el terreno del capitalismo social al que se hab¨ªa adscrito tras la Segunda Guerra Mundial (el keynesianismo), para someterse al capitalismo liberal anglosaj¨®n, en cuyo seno lo social es una variable en el ajuste de las tasas de beneficio y no una condici¨®n sine qua non de la cohesi¨®n social? ?sta es, efectivamente, la cuesti¨®n planteada por la teor¨ªa de la tercera v¨ªa; el n¨²cleo de la estrategia Clinton-Blair-Schr?der, cuya quintaesencia se encuentra en el manifiesto Blair/Schr?der, hecho p¨²blico el 7 de junio de 1999.Es imposible analizar a fondo este problema en un art¨ªculo de prensa; limit¨¦monos, pues, a definir los t¨¦rminos en que se plantea. El manifiesto consta de cuatro tesis, y todas confirman sin reservas su orientaci¨®n hacia el modelo econ¨®mico anglosaj¨®n.
1. La afirmaci¨®n del apoyo mayoritario a las fuerzas del mercado: "El Estado debe sostener a las empresas, pero no sustituirlas (...). Las empresas deben tener suficiente margen de maniobra. No deben verse asfixiadas por las regulaciones. Los mercados de trabajo, de capital y de bienes deben ser flexibles". Ello significa que el Estado renuncia a regular la competitividad en la batalla entre empresas. Las m¨¢s poderosas pueden aplastar tranquilamente a las m¨¢s d¨¦biles. En realidad, al desentenderse, el Estado se convierte en la m¨¢s poderosa palanca de la desregulaci¨®n. En lugar de buscar el mantenimiento del equilibrio econ¨®mico en funci¨®n de consideraciones que no siempre obedecen a la econom¨ªa, abandona ese equilibrio societal en "las manos invisibles del mercado", que, como es sabido, lleva siempre a la victoria de los m¨¢s fuertes. A nivel nacional, ello implica favorecer a las empresas m¨¢s competitivas en detrimento del resto. Poco importa que ¨¦stas provean de puestos de trabajo: el empleo, en la ¨®ptica Blair/Schr?der, se percibe como una variable secundaria del desarrollo econ¨®mico; a nivel internacional, las multinacionales podr¨¢n sin temor eludir y dominar a las empresas nacionales. Y los mercados de trabajo deber¨¢n, por su parte, adaptarse: a eso se llama flexibilidad. Se contrata cuando se necesita, se despide cuando es ¨²til para mantener los m¨¢rgenes de beneficio.
2. De ah¨ª la segunda tesis: la precarizaci¨®n del trabajo. "Un trabajo para toda la vida es un concepto superado..."; la precariedad se convierte, as¨ª en un elemento estructural del sistema. Ninguna seguridad para el trabajo, toda la seguridad para los detentadores de riqueza: esto significa una serie de peque?os curros de por vida. La inseguridad social se convierte, pues, en la norma; la seguridad para las inversiones, en la regla. Poco importa que, a lo largo del siglo XX, el mundo asalariado se haya construido contra ello. Blair y Schr?der han decidido que el trabajo para toda la vida est¨¢ "superado"... Frente a ello, no se trata de defender la preservaci¨®n de los logros sociales. Si bien ¨¦stos son defendibles aunque s¨®lo sea porque generaciones de asalariados se han sacrificado para adquirirlos, tambi¨¦n es sabido que la revoluci¨®n tecnol¨®gica introduce modificaciones sustanciales en el ¨¢mbito de la organizaci¨®n del trabajo. Contrariamente a lo que dicen Blair y Schr?der, la respuesta no est¨¢ ni en la precariedad ni en la rigidez social, sino en la innovaci¨®n: reducci¨®n y reparto de las horas de trabajo, trabajo alterno, creaci¨®n de nuevas actividades, relanzamiento de grandes trabajos a trav¨¦s de una pol¨ªtica europea cum¨²n.... No son soluciones lo que faltan cuando se pone el crecimiento econ¨®mico al servicio del desarrollo social. Pero ¨¦ste no parece ser fundamental para los te¨®ricos de la tercera v¨ªa.
3. Para que esta visi¨®n del mundo (Weltanschauung) sea natural, en el centro del contrato social debe situarse la ideolog¨ªa individualista. As¨ª, "el sentido del esfuerzo personal y de la responsabilidad han sido ignorados o no han sido recompensados, y la socialdemocracia se ha visto asociada al conformismo y a la mediocridad en lugar de encarnar la creatividad, la diversidad y la capacidad". Dicho de otro modo, para escapar a la grisura del bienestar social hay que convertirse en nietzcheano: el riesgo, la lucha y que gane el mejor. Como si en el mercado del trabajo los asalariados estuvieran en las mismas condiciones que el capital. En una sociedad que se rige por la ley de la oferta y por una superproducci¨®n estructural (como es el caso de la econom¨ªa occidental desde mediados de los a?os setenta), el trabajo es escaso, y la oferta de mercanc¨ªas, excesiva. Su consecuencia directa es el paro. Y no entro en la destrucci¨®n de la cohesi¨®n social que la naturalizaci¨®n del individualismo como modo de ser social implica. Toda la tradici¨®n sindical del siglo XX se liquida de un plumazo.
4. De ello resulta sin remedio el cuestionamiento de la protecci¨®n social: "Un sistema de seguridad social que termina por entorpecer la capacidad de encontrar empleo debe ser reformado. Los socialdem¨®cratas modernos quieren transformar la red de seguridad compuesta por los logros sociales en un trampol¨ªn para la responsabilidad individual". Lo social se ve, pues, reducido a una "red de seguridad", pero, ?qu¨¦ hay de los miles de asalariados que no son expertos en funambulismo? Dicho de modo m¨¢s serio, esta idea significa una aut¨¦ntica inversi¨®n del lugar que ocupa lo social en el pensamiento de la izquierda: hasta ahora, lo social era el fin de la emancipaci¨®n, encarnaba el objetivo de liberaci¨®n de los asalariados frente al mundo de la econom¨ªa que los ata a la dominaci¨®n y la alienaci¨®n. Lo social pasa a ser un servidor de la econom¨ªa. No cuenta la sociedad sino el mercado. Como dice, con raz¨®n, Lionel Jospin, no se trata ya de la victoria de la econom¨ªa de mercado, sino de la sociedad de mercado.
5. Todo esto lleva a la conclusi¨®n l¨®gica siguiente: hay que acabar con lo que constitu¨ªa el coraz¨®n de la lucha de los movimientos reformistas: la igualdad. " En el pasado, se ha confundido con frecuencia la promoci¨®n de la justicia social con la exigencia de igualdad. (...) La opini¨®n seg¨²n la cual el Estado debe corregir las deficiencias del mercado ha llevado con demasiada frecuencia a una extensi¨®n desmesurada de la administraci¨®n y la burocracia". Notemos c¨®mo la exigencia universal de igualdad, no s¨®lo de oportunidades, sino tambi¨¦n de condiciones, se asimila a la burocracia. Es f¨¢cil ver lo que apunta tras esta tesis: la desigualdad es una condici¨®n del desarrollo econ¨®mico liberal, que, como es sabido, es un axioma del viejo liberalismo del siglo XIX. Los que no quieran creerlo pueden convencerse con la explicaci¨®n que da el propio Gerhard Schr?der: "No creo que sea ya deseable una sociedad sin desigualdades" (Le Monde 20 de noviembre de 1999).
He aqu¨ª un buen programa "social" dem¨®crata para el tercer milenio. Se podr¨ªa hablar hasta el infinito sobre esta idea de igualdad. Limit¨¦monos aqu¨ª a decir que nuestros te¨®ricos de la tercera v¨ªa la han entendido especialmente mal (?a prop¨®sito?): jam¨¢s, ni en Marx, ni en Proudhon, ni en Jaur¨¦s, ni en Lasalle, ni en los tradeunionistas ingleses, ni en los comunistas italianos, ni en Keynes, ni en Willy Brandt, la igualdad se confundi¨® con el igualitarismo est¨²pido y primario. La igualdad, en la tradici¨®n reformista, es una norma moral a la que toda sociedad justa debe tender, precisamente para remediar tanto la desigualdad natural de la fuerza y de la inteligencia como la desigualdad social engendrada por un sistema que la transforma en estructura de dominaci¨®n. Si la izquierda renuncia a ello, deja de ser la izquierda.
El manifiesto Blair-Schr?der se public¨® en v¨ªsperas del escrutinio europeo. Dicho escrutinio demostr¨® que all¨ª donde la izquierda se present¨® bajo los colores de la tercera v¨ªa fue derrotada. Inglaterra, Austria, Alemania y, en diferentes grados, Suecia, Holanda, Italia. Los electores pusieron de manifiesto un viejo teorema de la "ciencia pol¨ªtica popular": prefieren el original (el pensamiento de una derecha afirmado sin ambages) a la copia (el pensamiento de una izquierda que se sit¨²a en las filas de la derecha sin decirlo abiertamente). Sin embargo, hay que felicitar a Blair y Schr?der por haber clarificado tan crudamente el campo de batalla de los conflictos del siglo XXI: sabemos ya que, a diferencia de la ¨¦poca de C¨¦sar, en la que Roma estaba siempre en Roma, en la ¨¦poca de la tercera v¨ªa, la derecha est¨¢ cada vez m¨¢s en la izquierda.
Sami Na?r es parlamentario europeo por el Partido Socialista franc¨¦s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.