Ofrenda fallida
Aunque la m¨²sica de c¨¢mara de Beethoven constituye el eje de la octava edici¨®n del Liceo de C¨¢mara, una convocatoria de estas caracter¨ªsticas no pod¨ªa permanecer ajena a la conmemoraci¨®n del 250? aniversario de la muerte de Bach, que comenzar¨¢ con la llegada del nuevo a?o. Sonar¨¢n entonces obras emblem¨¢ticas, como las Suites para violonchelo (con Mischa Maisky) o las Variaciones Goldberg (con Andreas Staier), y ahora, a manera de avanzadilla, hemos podido escuchar La ofrenda musical, una pieza que refleja como pocas el pensamiento y la est¨¦tica del ¨²ltimo Bach.De entrada, Musica Antiqua K?ln parec¨ªa un grupo id¨®neo para enfrentarse a la obra. Son bien conocidos por su discograf¨ªa y sus anteriores visitas a nuestro pa¨ªs, y desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas frecuentan no s¨®lo la m¨²sica del compositor alem¨¢n, sino tambi¨¦n la de sus antecedentes y sus consecuentes. El apellido Bach fue sin¨®nimo de dedicaci¨®n y creaci¨®n musical durante m¨¢s de dos siglos, y el propio Johann Sebastian traz¨® en 1735 una genealog¨ªa familiar en la que ¨¦l y varios de sus hijos figuran entre las 53 entradas. Para el programa ofrecido en el Auditorio Nacional, Goebel confeccion¨® la primera parte con piezas camer¨ªsticas de Johann Christian, Wilhelm Friedemann y Johann Christoph Friedrich, cultivadores de un estilo fronterizo que coquetea ya con el clasicismo y que se sit¨²a, por tanto, en las ant¨ªpodas del contrapunto severo que articula la pr¨¢ctica totalidad de La ofrenda musical de su padre.
Liceo de C¨¢mara-Bach Musica Antiqua K?ln
Director : Reinhard Goebel. Programa concierto dedicado a piezas de Bach. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de diciembre.
Lectura desangelada
No atraviesa, sin embargo, el grupo de Colonia su mejor momento, como qued¨® de manifiesto muy pronto en una lectura desangelada y confusa del D¨²o para dos violas de Wilhelm Friedemann. Goebel tom¨® hace unos a?os la ins¨®lita decisi¨®n de reciclarse como violinista zurdo, volviendo a estudiar desde cero con la fruici¨®n de un principiante: sin restar m¨¦ritos a su esfuerzo, ha pasado de ser un virtuoso a un instrumentista anodino. Su ejecuci¨®n se ha vuelto maquinal, presurosa: afinaci¨®n, sonido, vibrato o golpes de arco son s¨®lo un lejano remedo de lo que fueron. Contagiados o no por sus maneras, sus compa?eros tendieron tambi¨¦n a tocar con rudeza, con tempi enloquecidamente r¨¢pidos (la Sonata en tr¨ªo, por ejemplo) y con un ¨¦nfasis innecesario en muchos de los tics de los int¨¦rpretes historicistas. Hubo a menudo desajustes notorios (como en el canon "per motum contrarium") y en ning¨²n momento se produjo el equilibrio sonoro imprescindible entre viol¨ªn y flauta.
No es f¨¢cil dar con el tono justo cuando se afrontan las obras abiertamente especulativas de Bach. Hay que huir, por limitadora, de la interpretaci¨®n de La ofrenda musical o El arte de la fuga como una g¨¦lida secuencia de ejercicios contrapunt¨ªsticos. Ambas son, claro, mucho m¨¢s que eso, pero Goebel y sus m¨²sicos optaron por una versi¨®n inexpresiva y deshumanizada de la primera, en la que incluso resultaba dif¨ªcil seguir el curso de las diferentes t¨¦cnicas utilizadas para transformar o acompa?ar el tema de Federico el Grande. S¨®lo Christian Rieger rehuy¨® lo obvio y ahond¨® m¨¢s all¨¢ en los dos ricercares, situados como pr¨®logo y ep¨ªlogo de la obra. ?l fue quien nos ofreci¨® los momentos m¨¢s emocionantes.
Babelia
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