En la red
Al empezar el acoso a Pinochet, Bordaberry, presidente de Uruguay cuando se produjo all¨ª el golpe militar, reprob¨® la persecuci¨®n de que era objeto su colega chileno. Bordaberry pertenece a la raza de civiles que llaman a los militares o les dejan hacer cuando la democracia formal no garantiza la hegemon¨ªa del bloque dominante y luego han de tragarse los cad¨¢veres y dar la cara por los matarifes. En Espa?a tuvimos una oligarqu¨ªa c¨®mplice del franquismo que domin¨® a su sombra, pas¨® por la Transici¨®n sin perder ni el sue?o ni un duro y llega al a?o 2000 con la satisfacci¨®n de no haberse equivocado de apuesta.La soluci¨®n final contra la izquierda en Latinoam¨¦rica tuvo en Uruguay uno de los disparos de salida, cuando los tupamaros ejecutaron a Don Mitrione, experto norteamericano en tortura que hab¨ªa aleccionado a los torturadores locales. La CIA y los militares acogotaron a Bordaberry y el presidente democr¨¢tico se fue a su casa dejando el poder en manos m¨¢s contundentes. Tan desmesurada fue la crueldad de los militares argentinos, tan impune la de los chilenos, que Uruguay hab¨ªa quedado a la sombra de tanto gigantismo y apenas circulan los nombres de los verdugos. Pero una nieta o nieto de Juan Gelman, uno de los mejores poetas en lengua castellana, desapareci¨® en Uruguay en la red de tr¨¢fico de hijos de desaparecidos y Gelman ha denunciado a algunos de los que intervinieron en el robo de la criatura que sigui¨® a la desaparici¨®n de los padres.
Gelman dirig¨ªa la carta al presidente uruguayo saliente, Sanguinetti, quien le respondi¨® que no encuentra datos oficiales y los secuestradores aludidos son viejos, han perdido la memoria. Algunos de ellos tienen 60 a?os y muy mal lo han pasado como para perder ya su propia sombra. Pero por doquier aparecen colectivos aplicados a que los asesinos no pierdan la sombra. Me llega un reclamo desde uno de estos colectivos de Alicante en pro de los derechos humanos en Uruguay y Argentina. La red civil implacable crece y Sanguinetti, tan preocupado por la p¨¦rdida de autonom¨ªa del poder pol¨ªtico, da una prueba de que esa autonom¨ªa s¨®lo puede recuperarla la vanguardia de la sociedad civil sostenedora de una cultura de la resistencia.
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