?Seremos capaces? JOSEP M. VALL?S
El Parlament se enfrentar¨¢ dentro de unos d¨ªas con una primera decisi¨®n sobre los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n: el nombramiento del Consejo de Administraci¨®n de la Corporaci¨®n Catalana de RTV. El reciente debate parlamentario sobre el asunto ha generado expectativas de cambio. El tono general de las intervenciones y las resoluciones aprobadas parec¨ªan se?alar un punto de inflexi¨®n. Se ha manifestado la conciencia mayoritaria de que la situaci¨®n actual es dif¨ªcilmente sostenible. Con acentos m¨¢s o menos enf¨¢ticos se han denunciado tres grandes defectos: disponer de los medios p¨²blicos como instrumentos al servicio de los gobiernos de turno, gestionar sus finanzas sin medida de lo razonable y seguir rebajando la calidad exigible en aras del aumento indiscriminado de la audiencia.Los partidos manifestaron -de manera m¨¢s o menos entusiasta- su prop¨®sito de enmienda. Pero los prop¨®sitos no son siempre f¨¢ciles de cumplir: sabemos que la carne es d¨¦bil y el tentador no descansa. El primer test del compromiso asumido ante la ciudadan¨ªa se va a dar en la elecci¨®n de los nuevos consejeros encargados de administrar la CCRTV y de proponer el nombramiento del futuro director general.
Los primeros rumores no son tranquilizadores. Resurge el asunto de las cuotas: ?cu¨¢ntos consejeros "me corresponden"? No es un buen arranque, si de lo que se trata es de socializar el control de los medios. Es decir, de devolverlos a la sociedad y no de secuestrarlos en funci¨®n de criterios partidistas. Los partidos dar¨ªan ejemplo de que han tomado en serio los compromisos adquiridos en el Parlament si abandonaran el criterio de la cuota partidaria.
Y no menos importante es el acuerdo en el perfil de los consejeros: hombres y mujeres sin responsabilidades directas en los partidos que los proponen, con capacidad probada en la gesti¨®n de organizaciones p¨²blicas y privadas, con sensibilidad para entender lo audiovisual p¨²blico como medio de cultura y no de indiscriminada recaudaci¨®n. A mi juicio, no deben ser los gestores directos de la corporaci¨®n ni profesionalizarse en el cargo: para ello estar¨¢ el director general. Pero les corresponder¨¢ sentar l¨ªneas estrat¨¦gicas de cara a un futuro complejo. Deber¨¢n resistir las presiones de los dirigentes pol¨ªticos. Les tocar¨¢ lidiar con las inevitables tendencias corporativas de los profesionales de la informaci¨®n. Y deber¨¢n manejarse en medio de una mara?a de variables de todo tipo: tecnol¨®gicas, econ¨®micas, ideol¨®gicas.
Podemos preguntarnos si los parlamentarios ser¨¢n -seremos- capaces de encontrar doce hombres y mujeres de tal calibre, porque no es tarea sencilla. Pero es tarea factible, si existe el prop¨®sito sincero de buscarlos en el mundo de la empresa, de la administraci¨®n, de la cultura o de la universidad. No hay que dejar lugar a la duda social. La provocan quienes ponen ahora sobre la mesa nombres demasiado ligados al aparato de los partidos o excesivamente vinculados al mismo mundo profesional. O quienes -con pretextos- inician maniobras dilatorias para perpetuar la situaci¨®n interina. Los grupos parlamentarios no pueden vacilar ahora en este empe?o, si no queremos correr el riesgo de defraudar de nuevo a quienes han puesto sus esperanzas en el viento de cambio que ha soplado en el pa¨ªs. No ser¨ªa un buen comienzo.
Josep M. Vall¨¨s es diputado por el PSC-Ciutadans pel Canvi.
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