Una bomba, un voto
Las recientes elecciones legislativas rusas le han hecho una notable adici¨®n a la conocida jaculatoria anterior al tiempo del feminismo, seg¨²n la cual todo hombre tiene derecho a sufragar al candidato de su preferencia. Contrariamente, todo parece indicar que esta vez son las bombas que est¨¢n derramando los rusos sobre su provincia de Chechenia para que renuncie a toda pretensi¨®n separatista, las que han ca¨ªdo directamente en las urnas, modulando el resultado a favor de los partidos del Gobierno.Una bomba, un voto (por lo menos). S¨®lo de esta manera, con una guerra que se ha librado para ganar unas elecciones tanto como una serie de batallas, se explica que el presidente Yeltsin, igual de despreciado hoy por la opini¨®n que antes de la contienda electoral, tenga a la nueva Duma en el bolsillo. En ella, dos partidos, Unidad, que dirige un fontanero a tiempo completo del presidente, Sergu¨¦i Shoig¨², y la Uni¨®n de Fuerzas de Derecha, encabezada por los que convirtieron, tambi¨¦n por cuenta del jefe del Estado, la privatizaci¨®n de la URSS en una merienda de ex sovi¨¦ticos, y ambos creados expresamente para las elecciones, que, por no tener, no tienen ni tel¨¦fono en provincias, re¨²nen casi la mitad de la C¨¢mara baja, de 450 diputados. Es verdad que el partido comunista sigue siendo la formaci¨®n con m¨¢s esca?os, pero lo suyo es m¨¢s un enroque de la tercera edad que una fuerza con posibilidades de Gobierno.
Vengarse de Chechenia es hoy la pol¨ªtica m¨¢s popular en la naci¨®n eslava, con perfiles que recuerdan la destrucci¨®n de la revoluci¨®n h¨²ngara en 1956, o el affaire m¨¢s sosegado de Praga en 1968. La URSS muere lentamente.
La guerra, sin embargo, no ha acabado todav¨ªa, y para que las victorias militares hagan todo el efecto que el Kremlin precisa, es preciso que antes de las elecciones presidenciales de junio del 2000 Chechenia haya sido reducida a la resignaci¨®n federal o auton¨®mica. S¨®lo entonces, el jefe de Gobierno, Vlad¨ªmir Putin, a quien respaldan los dos partidos anteriores, podr¨¢ optar seriamente a la presidencia. Yeltsin ungi¨® s¨®lo hace unos meses al antiguo funcionario del KGB -un mujik del aparato, como es conocido- en calidad de sucesor, en la convicci¨®n de que s¨®lo una creaci¨®n suya, ex nihilo, pod¨ªa garantizarle la protecci¨®n desde el poder necesaria para preservar los frutos de la rapi?a desplegada por su familia y c¨ªrculo ¨ªntimo en la privatizaci¨®n -o merienda- arriba mencionada.
Pero hete aqu¨ª que si la operaci¨®n Chechenia acaba bien -es decir, mal para los chechenos- puede darse un giro curioso a toda esta historia. Un Putin victorioso bastante antes de junio, aclamado por una ciudadan¨ªa a la que le haya devuelto el orgullo de poder seguirse creyendo gran potencia, adquiere una independencia de movimientos y una base pol¨ªtica que quiz¨¢ no estaban en el libreto.
El nacionalismo checheno es, sin duda, real y muy sentido, aunque no sea obligatorio dar cr¨¦dito a esas versiones mitol¨®gicas que lo convierten en la ¨²ltima reedici¨®n de Ind¨ªbil y Mandonio en la lucha paleo-ib¨¦rica contra el imperio romano. Durante los 70 a?os de sovietismo y los m¨¢s de cien anteriores, que transcurrieron desde la plena ocupaci¨®n del C¨¢ucaso por el zarismo, no se tiene noticia de magnas rebeliones ni de indomables asperezas chechenas contra el poder de San Petersburgo. El actual presidente, Aslan Masj¨¢dov, se sent¨ªa muy a gusto como general de la victoriosa revoluci¨®n de octubre, y, al igual que la inmensa mayor¨ªa de sus compatriotas, ha descubierto los placeres de la independencia s¨®lo cuando parec¨ªa que Rusia estaba abocada a seguir el mismo camino de desintegraci¨®n que su antecesora, la URSS.
A mayor abundamiento, el desgobierno, la corrupci¨®n, el crimen y las ¨ªnfulas imperiales sobre la di¨¢spora musulmana circundante de los gobernantes de Grozni, que hacen casi parecer a Rusia apacible y segura de s¨ª, pueden hacer que no le repugne tanto a una poblaci¨®n hastiada volver a una ¨®rbita debidamente pactada con Mosc¨².
Si se produce la victoria militar, que nadie ha de creer inevitable, y si el poder ruso se toma en serio la reconstrucci¨®n de Chechenia, sobre lo que tampoco valen c¨¢balas, Putin ir¨ªa camino de ser mucho m¨¢s que el sucesor y parapeto de Yeltsin. ?Gustar¨ªa eso al Kremlin?
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