Huevos, serpientes y otros cuentos JORDI S?NCHEZ
Algunos parecen interesados en convertir en categor¨ªas unos hechos acaecidos en la Universidad de Barcelona (UB) y pocas horas antes otros similares en la Universidad Aut¨®noma (UAB) para as¨ª poder denunciar con mayor contundencia la presi¨®n de todo tipo bajo la cual viven aquellos que disienten del nacionalismo catal¨¢n dominante. Es cierto que impedir el desarrollo de una conferencia o intentar expresar el desacuerdo a partir del lanzamiento de huevos no es un comportamiento democr¨¢tico, y que, como tal, debe ser condenado. Pero tampoco deber¨ªamos descontextualizar esas situaciones de otras que se suceden con cierta asiduidad en la propia universidad y que habitualmente no merecen ning¨²n tipo de comentarios ni de art¨ªculos de opini¨®n como los que estas ¨²ltimas semanas hemos visto publicados. Descontextualizar algunos hechos y sobredimensionarlos, como creo que se ha hecho con los ya mencionados, no deja de ser un ejercicio interesado de manipulaci¨®n de la realidad. Es verdad que todo an¨¢lisis o interpretaci¨®n tiene ya un punto de manipulaci¨®n, el peligro est¨¢ cuando de forma consciente uno se lanza a formular severas advertencias y afirmaciones sin la m¨¢s m¨ªnima prudencia por las consecuencias que se pueden desatar. Algunos de los articulistas que han alzado su pluma advirtiendo a la opini¨®n p¨²blica de que en las universidades catalanas (y por extrapolaci¨®n se daba a entender que en toda Catalu?a) se estaba dando protecci¨®n y cobijo desde determinadas instancias (de forma expl¨ªcita e impl¨ªcita) al huevo de la futura serpiente que da?ar¨¢ nuestra democracia y atentar¨¢ contra las libertades son profundos conocedores de la Universidad catalana y de los avatares que en ella se producen. En consecuencia, conocen que la pr¨¢ctica de boicotear conferencias y de impedir muchas veces con un cierto grado de coacci¨®n f¨ªsica el desarrollo de un acto o conferencia no es -lamentablemente- algo inhabitual. Con toda seguridad el propio Francesc de Carreras recordar¨ªa algunos actos o conferencias en nuestra com¨²n universidad (la UAB) que no se pudieron desarrollar o cuya realizaci¨®n se efectu¨® con tal tensi¨®n que lo menos relevante fue lo que los invitados ten¨ªan que decir. Sin ir m¨¢s lejos, recuerdo un acto, probablemente unos cinco a?os atr¨¢s, donde el conferenciante era Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Mateos. La tensi¨®n fue enorme, creo recordar que alguno de su propio servicio de seguridad lleg¨® a mostrar ante los manifestantes un arma de fuego, supongo que como medida de disuasi¨®n. Los empujones y gritos no dejaron de sucederse. Sin duda, Ruiz Mateos no pudo ejercer el derecho que todos los ciudadanos disponen a la libertad de expresi¨®n y, a pesar de ello, no recuerdo ninguno de los articulistas que estos d¨ªas nos alegran los desayunos derramando una gota de tinta sobre aquellos sucesos y clamando por la restituci¨®n a Ruiz Mateos del derecho a realizar su conferencia. O puestos a recordar, hace ya algunos a?os m¨¢s, en la Facultad de Derecho de la UB, yo mismo junto a un representante del Colegio de Abogados de Barcelona, fuimos protagonistas indirectos de un acto de sabotaje por parte de un grupo de estudiantes -supongo- que impusieron su criterio a voces e impidieron que el acto contrario a la entonces denominada Ley Antiterrorista se pudiera desarrollar con normalidad. Si estos ejemplos no fueran suficientes para defender mi tesis, seg¨²n la cual no hay que descontextualizar ni sobredimensionar nada, hay otra situaci¨®n mucho m¨¢s reciente -y para el lector probablemente m¨¢s instructiva- sobre la realidad. Hace poco m¨¢s de un a?o la UB, a trav¨¦s de una de sus c¨¢tedras, y la Fundaci¨®n Jaume Bofill organizaron unas conferencias en conmemoraci¨®n de los 50 a?os de la promulgaci¨®n de la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos. La primera de ¨¦stas se ten¨ªa que desarrollar en el Aula Magna de la UB con una intervenci¨®n del s¨ªndic de greuges, Anton Ca?ellas, pero no pudo llegar a celebrarse debido a que unas pocas decenas de personas que desplegaron una pancarta a favor del biling¨¹ismo y que esparcieron panfletos firmados por la plataforma que lidera Aleix Vidal-Quadras (CCC) contra la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica en Catalu?a se interpusieron entre el p¨²blico y el s¨ªndic y, con gritos, imposibilitaron que ¨¦ste iniciara su conferencia. No recuerdo tampoco en esa ocasi¨®n, a pesar de la proximidad en el tiempo y de tratarse de una acto institucional de la propia universidad, ning¨²n art¨ªculo de Francesc de Carreras ni de otros que han escrito en la prensa catalana estos ¨²ltimos d¨ªas, advirti¨¦ndonos de los huevos de serpiente que estaban madurando en nuestra sociedad. Es cierto que uno no siempre puede estar atento a todo lo que ocurre a nuestro alrededor y que incluso, si est¨¢ atento, no tiene por qu¨¦ manifestar su opini¨®n. Pero a pesar de ello uno tiene la convicci¨®n que detr¨¢s de determinadas posiciones que estos d¨ªas hemos le¨ªdo, m¨¢s que una preocupaci¨®n por el estado de salud democr¨¢tica de algunos j¨®venes universitarios, lo que hay, por encima de todo, es un posicionamiento pol¨ªtico e ideol¨®gico contra el nacionalismo catal¨¢n, ya que, como he intentado argumentar, actos de boicoteo similares acontecidos con anterioridad no han merecido repulsa alguna por parte de los mismos articulistas.
Con esta afirmaci¨®n no pretendo en ning¨²n caso justificar las ¨²ltimas acciones producidas en la UB y la UAB, pero tampoco creo honesto ni acertado sobredimensionar realidades. Creo que despu¨¦s de lo que algunos han escrito es imprescindible relativizar la importancia de estos incidentes y especialmente las consecuencias que a largo plazo estos comportamientos pueden tener como germen del totalitarismo. En nuestra sociedad no hay huevos de serpiente escondidos, o como m¨ªnimo, no los hay de mayor tama?o o cuant¨ªa que en sociedades vecinas. Tampoco creo que nadie pueda aportar indicadores de que hoy nuestra sociedad es m¨¢s intolerante que hace tan s¨®lo 15 a?os. Alimentar un discurso pol¨ªtico a partir de la construcci¨®n de unas im¨¢genes fundamentadas en afirmaciones que dibujan una sociedad catalana fragmentada sobre la base de la adscripci¨®n identitaria y donde una parte de la sociedad impone a la otra su pensar es un error y una irresponsabilidad. Un error que da?a, sobre todo, la credibilidad de quien lo construye y lo reproduce.
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