De rodillas, no
JOS? MAR?A BENEGASVivimos de nuevo en el Pa¨ªs Vasco una situaci¨®n de predominio militarista, entendiendo por tal aqu¨¦lla en la que las armas, aun sin actuar de momento, condicionan poderosamente la pol¨ªtica y, por ende, la libertad.El Estado Mayor de los encapuchados debe de encontrarse satisfecho al comprobar que con sus movimientos, sean t¨¢cticos o estrat¨¦gicos, siguen convulsionando a la sociedad vasca y consiguen que todo gire en torno a sus decisiones.
La respuesta de los partidos democr¨¢ticos al anuncio de la ruptura de la tregua por parte de la organizaci¨®n terrorista creo que no ha sido correcta. No se trata s¨®lo de convocar concentraciones o manifestaciones implorando que no se vuelva a matar. Es preciso ofrecer una respuesta pol¨ªtica firme.
Pareciera como si, pese a la experiencia que dram¨¢ticamente atesoramos, no hubi¨¦ramos llegado a comprender que ETA gana en todo caso, salvo cuando se le planta cara. No quiero remontarme excesivamente al pasado. Su derrota (siempre temporal) se inici¨® con el Pacto de Ajuria Enea y culmin¨® a?os m¨¢s tarde en Ermua. Lleg¨® un momento en que matar era contraproducente para los objetivos del llamado Movimiento Nacional de Liberaci¨®n Vasco. Esta circunstancia fue la determinante del alto el fuego, y no otras razones.
El ¨²ltimo comunicado de la organizaci¨®n terrorista resulta realmente esclarecedor. En ¨¦l se afirma sin ambages que el proceso no era de paz, sino de construcci¨®n nacional. Que la tregua se produjo para que, a modo de noviciado, el PNV y Eusko Alkartasuna demostraran sin ambig¨¹edades que se un¨ªan al proyecto de construcci¨®n nacional dise?ado por la organizaci¨®n armada. Estas y otras aseveraciones explican mucho de lo acontecido en el campo de los partidos democr¨¢ticos que inicialmente no alcanz¨¢bamos a entender. Se requer¨ªa, entre otras cosas, no mantener ning¨²n tipo de relaci¨®n con los partidos espa?oles o extranjeros, con los estigmatizados como enemigos de Euskal Herria.
A la luz del mencionado comunicado, se hace evidente que ETA rompe la tregua porque los compa?eros de viaje de la llamada "construcci¨®n nacional" no cumplen no dir¨¦ que con los acuerdos sino con las previsiones de la organizaci¨®n terrorista. ETA decide conminarlos bajo la amenaza de volver a las armas. Y ¨¦stos lo aceptan invocando que todo sacrificio se hace por la paz, con lo que parecieran ignorar que lo que est¨¢ en juego en Euskadi es algo todav¨ªa de m¨¢s alcance y a¨²n m¨¢s precioso que la paz, por mucho que ¨¦sta lo sea; se trata de la vigencia de la libertad, la tolerancia, la dignidad democr¨¢tica y la convivencia civilizada de todo un pueblo. Por cierto, advi¨¦rtase como dato sumamente revelador que, mientras los dem¨¢s, de una u otra manera, nos preocupamos por el problema de los presos, ETA ni los menciona en su comunicado de ruptura; como si no existieran.
Como dec¨ªa al inicio, ETA debe de hallarse satisfecha por el balance de lo conseguido durante estos meses. Ha roto la unidad de los partidos democr¨¢ticos y enterrado el Pacto de Ajuria Enea (objetivo ¨¦ste largamente perseguido por la organizaci¨®n terrorista). Ha logrado que se afirme por boca de dirigentes del nacionalismo democr¨¢tico que el Estatuto de Gernika est¨¢ "muerto", "superado", o que se trat¨® de una "carta otorgada" y, en consecuencia, es preciso buscar otro marco jur¨ªdico-pol¨ªtico. Ha impedido la repetici¨®n de los Gobiernos de coalici¨®n entre el PNV y el PSE, que dieron m¨¢s de una d¨¦cada de estabilidad al pa¨ªs. A Euskal Herritarrok le ha impuesto no acudir a las elecciones generales para que sus posiciones no puedan ser contrastadas en las urnas. Ha llevado d¨®cilmente a los concejales y alcaldes nacionalistas a una Asamblea constituyente a tenor de lo que la misma ETA proclama -que contradice el marco del que emana el propio Gobierno vasco-. A la vista de todo ello, no debiera resultar exagerado concluir que, si antes ten¨ªa un brazo pol¨ªtico para defender su proyecto (EH), ahora cuenta con tres, puesto que hay que sumar al PNV y a EA, cuya discrepancia con el mismo no es, seg¨²n hemos llegado a o¨ªr, de contenidos, sino en cuanto a "ritmos y plazos". Y, para mayor escarnio, deciden recuperar la libertad de matar por si as¨ª lo estimasen necesario. ?Qu¨¦ m¨¢s logros se pueden pedir en tan s¨®lo 14 meses?
He escuchado en muchas ocasiones afirmar que en los procesos de paz, s¨®lo los duros pueden llegar a entenderse porque resultan los m¨¢s capaces para evaluar los costes de cada decisi¨®n. La ruptura de la tregua requiere una respuesta pol¨ªtica desde la dignidad de la democracia. No estoy de acuerdo en suplicar simplemente, como si de un poder supremo se tratara, que no se mate m¨¢s. Los terroristas deben saber exactamente cu¨¢l es el coste de volver a usar las armas para que adopten una u otra decisi¨®n con todos los datos sobre la mesa.
Me permito sugerir que los partidos democr¨¢ticos deber¨ªan acordar y hacer p¨²blico que, entre otras cosas, una nueva muerte tendr¨ªa como m¨ªnimo las consecuencias siguientes: a) la ruptura del Pacto de Lizarra; b) la recuperaci¨®n de la unidad de todos los dem¨®cratas frente a la violencia; c) la ruptura del pacto de gobierno de Ibarretxe con EH; d) la paralizaci¨®n de cualquier movimiento de presos, concesi¨®n de beneficios penitenciarios y la vuelta a la pol¨ªtica de dispersi¨®n.
Este planteamiento deber¨ªa ir acompa?ado de una propuesta con fecha de caducidad que contenga la definici¨®n de unos principios y de un m¨¦todo de trabajo para alcanzar la paz definitiva. Insisto en la importancia de ¨¦ste. "El consenso sobre el m¨¦todo es lo que evita el v¨¦rtigo sobre el futuro" (1).
A los errores acumulados por el Gobierno a lo largo del proceso que hemos vivido (entre otros, la falta de iniciativa en todo momento y la ausencia de un acuerdo con otros partidos, como m¨ªnimo el PSOE y el PNV, para conducir el problema) es preciso a?adir que lo que disloca la situaci¨®n es el hecho de que el PNV ha pretendido jugar en campo contrario. En vez de plantear la cuesti¨®n sobre si el actual marco constitucional y estatutario, con todas sus potencialidades, es lo suficientemente flexible para asegurar el m¨¢s amplio de los autogobiernos en un marco de convivencia democr¨¢tica y civilizada, ha optado por jugar en un campo que no sabemos cu¨¢nto mide; en el que no existen reglas del juego; el arbitro, en lugar de silbato, tiene un gatillo; las porter¨ªas las cambian de sitio a su antojo unos empleados de campo que llevan capucha, y, adem¨¢s, ya rozando el absurdo, hemos tenido la impresi¨®n de que uno de los arietes, el portavoz del PNV, no se sabe exactamente en qu¨¦ equipo juega.
El nacionalismo moderado, durante la transici¨®n democr¨¢tica, abandon¨® los caminos de Telesforo Monz¨®n porque lleg¨® a la conclusi¨®n, entiendo que l¨²cidamente, de que no conduc¨ªan a parte alguna. En la actualidad existe el riesgo de que alguien crea que bajo la misma makila (2) se puede liderar a todos los nacionalismos vascos, proponiendo una aventura soberanista, que no sabemos en qu¨¦ consiste y que, en cualquier caso, supondr¨ªa una fractura social de la poblaci¨®n del Pa¨ªs Vasco con graves repercusiones en toda Espa?a,
Al PNV no le conviene recorrer el tortuoso camino de la paz en solitario. Si se dejara de matar definitivamente, el proyecto que se ver¨ªa abocado a defender no ser¨ªa el suyo propio, sino el de ETA, porque como partido nacionalista no podr¨ªa negarse a muchas de sus reivindicaciones. El PNV deber¨ªa llegar a entender que los ¨²nicos aliados serios que puede tener para conseguir la paz posible son los de siempre. Quienes, m¨¢s all¨¢ de leg¨ªtimas diferencias ideol¨®gicas, hemos defendido la libertad y combatimos juntos contra la dictadura y la violencia. No estoy diciendo que nos debemos negar a comprender los problemas de los dem¨¢s y no actuemos de manera inteligente para contribuir a resolverlos y ayudar a los que tienen dificultades si estuviera en nuestra mano. Somos conscientes de que en el curso de un proceso de paz no conviene, para su buena marcha, que alguien aparezca como derrotado. Pero, a su vez, debe entenderse que la paz construida sobre los funerales forales de la Constituci¨®n y el Estatuto simplemente no ser¨¢ posible. Reflexionemos sobre los errores cometidos y reemprendamos el camino de la paz sobre el pragmatismo de unos acuerdos m¨ªnimos que, al menos, sean viables.
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