Las medallas de Conconi
Italia revisa sus ¨¦xitos deportivos y sospecha de dopaje financiado por el Estado
Pocos pa¨ªses tan valientes como Italia. Vive en los a?os 80 y 90 un idilio de oro con el deporte, y cerca del a?o 2000 e impulsado por media docena de investigaciones judiciales, es capaz de empe?arse en una revisi¨®n del valor de sus ¨¦xitos desconocida en los parajes europeos. Ni siquiera Francia, famosa por sus guerras contra el dopaje, ha asumido tan doloroso lavado de ropas.La tesis que emerge de a?o y medio de investigaci¨®n sobre el alcance del dopaje en el deporte italiano es fuerte y cruda: ha habido dopaje de estado. Es una novela en la que se cruzan un cient¨ªfico ambicioso (Francesco Conconi), algunos alumnos aventajados (Michele Ferrari), unos pol¨ªticos deportivos capaces de todo para conseguir m¨¢s medallas (Primo Nebiolo,Franco Carraro, Mario Pescante), un Don Quijote (Sandro Donati) y varios fiscales curiosos (Pierguido Soprani, Giovanni Spinosa, Raffaele Guariniello). Tambi¨¦ hay muchos deportistas, casi todas las figuras generadas por Italia en las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero no se sabe, a¨²n, si dedicarles el papel de v¨ªctimas o el de aprovechados. El escenario, dos ciudades, Roma, donde los despachos, y Ferrara, donde el laboratorio.
Corr¨ªan los primeros a?os 80 y el mundo del deporte se hac¨ªa lenguas de los nuevos m¨¦todos cient¨ªficos para mejorar el rendimiento. La estrella en los deportes de resistencia era el dopaje sangu¨ªneo, que por aquel entonces consist¨ªan en la autotransfusi¨®n de la propia sangre del deportista. Uno de los pioneros de su uso era un bioqu¨ªmico de Ferrara llamado Francesco Conconi, que, protegido por el presidente de la federaci¨®n de atletismo (el fallecido ex presidente de la IAAF Primo Nebiolo) y el del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Italiano (CONI), Franco Carraro (actualmente uno de los miembros del COI con m¨¢s ascendente sobre Juan Antonio Samaranch), empez¨® a implantar el discutido m¨¦todo (no fue prohibido hasta 1985, aunque, curiosamente, nadie reconoc¨ªa antes haberlo utilizado) entre los deportistas ol¨ªmpicos italianos. Sandro Donati, un t¨¦cnico italiano de la ¨¦poca desplazado por Conconi se ha encargado de recordarlo al mundo. Los ?ngeles 84 y Sarajevo 84 fueron un ¨¦xito. Marcaron el ascenso imparable del deporte italiano.
Conconi se hizo dios. Tan grandes fueron sus ¨¦xitos (incluido el revolucionario r¨¦cord de la hora de Francesco Moser en M¨¦xico), y tan fuertes sus apoyos, que en 1985 entra a formar parte de la Comisi¨®n M¨¦dica del COI.
Al mismo tiempo, el bioqu¨ªmico Conconi abre su gabinete privado en Ferrara. Su especialidad: la preparaci¨®n f¨ªsica de los deportistas, t¨¦cnicas de entrenamiento, apoyo m¨¦dico. Es un lugar de culto. En 1987 se sintetiza la eritropoietina (una hormona producida de forma natural por el cuerpo humano y que favorece la fabricaci¨®n de gl¨®bulos rojos por el organismo). El dopaje sangu¨ªneo entra en su fase m¨¢s segura y popular. La fase EPO. Conconi, que ha estudiado la hormona desde 1979, es su ap¨®stol. Seg¨²n los datos que est¨¢n emergiendo cotidianamente de su ordenador conficado por el fiscal Soprani, ¨¦l mismo (ciclista aficionado que hasta sale de excursi¨®n con su buen amigo Romano Prodi, que a punto estuvo de nombrarle subsecretario en su Gobierno italiano antes de irse a la Comisi¨®n Europea) se somet¨ªa a tratamientos de EPO. Desde toda Europa todo tipo de deportistas (ciclistas, sobre todo, pero tambi¨¦n esquiadores de fondo, remeros, atletas...) acud¨ªan a su consulta. Dinero negro y ¨¦xito garantizado. Los riesgos para la salud (la EPO aumenta el nivel de gl¨®bulos rojos en la sangre, el hematocrito, que se espesa peligrosamente) los asume personalmente el deportista. El ciclismo italiano protagoniza un boom espectacular. Son los primeros a?os 90. Son los a?os de Bugno y Chiappucci. Despu¨¦s, la era Pantani.
Conconi tiene un alumno inteligente, Michele Ferrari, que se independiza pronto y monta su consulta. Su ¨¦xito es enorme. Trabaja, sobre todo, con ciclistas. Bate con Rominger el r¨¦cord de la hora. Tambi¨¦n lleva a la Gewiss m¨¢gica de Argentin, Berzin, Bobrik, Furlan y Riis. Por cuenta propia lleva a ciclistas de forma individual: Cipollini, Gotti, Tonkov, Olano, Escart¨ªn, Jalabert, Savoldelli, Zaina, Axel Merckx, Livingston, De las Cuevas... Nombres y m¨¢s nombres que salen de las hojas de c¨¢lculo de su ordenador. Todos asociados al alzas y bajas en su nivel de hematocrito. Donati manda informes y m¨¢s informes al CONI. All¨ª almacenan polvo.
Han pasado los a?os. La relaci¨®n entre Conconi, que tambi¨¦n entra a la comisi¨®n m¨¦dica de la UCI, de la que a¨²n forma parte, y el CONI, ahora presidido por Mario Pescante, otro miembro de peso del COI, es magn¨ªfica. Los Verdes italianos lo denuncian en el Parlamento. 140 millones de liras (unos 11 millones de pesetas) de subvenci¨®n al centro de Conconi el a?o 96. 450 millones de liras para el quinquenio 94-98. Una lista de necesidades de gasto. Junto a testosterona plasm¨¢tica, una hormona dopante, tres millones de liras para EPO.
1998 fue el comienzo de su fin. A la sombre del esc¨¢ndalo Festina en el Tour, el entrenador Zdnek Zeman denuncia la existencia de dopaje en el f¨²tbol. Los fiscales empiezan a moverse. Se alzan m¨¢s voces de denuncia. Se descubre que el laboratorio antidopaje de Acqua Acettosa no detecta apenas positivos por orden del CONI. Se procede a su cierre. Pescante tiene que dimitir. Los fiscales siguen investigando. 20 a?os de ¨¦xitos de deporte italiano empiezan a revisarse.
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