Un piso de paso
Vestidos de calle cualquiera podr¨ªa pensar que son fichajes millonarios de algun equipo de f¨²tbol. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Aunque visten a la ¨²ltima, sus ropas proceden de donaciones. Est¨¢n en capilla. Pero no a la espera de un cheque plagado de ceros a cambio de patear una pelota en otro equipo, sino de un papel que les reconozca como asilados en Espa?a. La espera se hace dura. Quiz¨¢ tanto como lo fue la huida del Congo-Brazzaville, Angola o Cuba. Desde all¨ª llegaron, en barco, cuatro de los hombres que viven en un piso en Bilbao alquilado por la delegaci¨®n vasca de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refuegiado (CEAR).Un inform¨¢tico, un militar, un maestro y un t¨¦cnico marino. Sebasti¨¢n, Rodrigo, Alain y Jos¨¦ Antonio son los actuales miembros de esta peculiar familia a cargo de Orestes Ariza, un cubano que dos a?os atr¨¢s era un inquilino m¨¢s y ahora trabaja para CEAR como responsable de la casa. M¨¢s de 200 solicitantes de asilo han vivido en los ¨²ltimos cinco a?os -el piso existe desde 1995- entre esas paredes del barrio de Bilbao La Vieja los 60 d¨ªas de espera, hasta que el Ministerio del Interior les comunica si admite a tr¨¢mite o no sus solicitudes de asilo. Sea cual sea la respuesta, a los dos meses de llegar tiene que mudarse y buscarse la vida. No tienen ni idea de qu¨¦ ocurrir¨¢ con sus expedientes. Intentan no obsesionarse, pero reconocen que el asunto les ronda la cabeza todo el d¨ªa.
Karmele de la Vega, abogada y voluntaria de CEAR, sabe que la proporci¨®n de admisiones, un 5%, no es para lanzar las campanas al vuelo. Pero explica que en los ¨²ltimos tiempos han crecido los permisos de permanencia por motivos humanitarios, "en el caso de los argelinos, por ejemplo".
Mientras esperan la respuesta, su vida cotidiana es muy similar a la de cualquier jubilado. Largos paseos "si hace buen tiempo". A?oran a sus familias, el clima y el resto de la vida que cada uno dej¨® atr¨¢s para vivir en libertad o huir de un asesinato revanchista con trasfondo pol¨ªtico.
Con clases ma?aneras con otros inmigrantes han aprendido un castellano rudimentario. Nada que envidiar al que hablan algunas estrellas de la Liga. El angole?o Sebasti¨¢n, de 30 a?os, no necesita las clases. "Tengo un cu?ado cubano", dice. Se ve que aquella compa?¨ªa le cundi¨®, y mucho. Dicharachero a m¨¢s no poder, habla con un marcado acento caribe?o.
Los congole?os Rodrigo y Alain, dos primos de 26 a?os, son lectores voraces de Le Monde y Lib¨¦ration en una biblioteca del Casco Viejo. Todos son asiduos al lugar, porque a falta de papeles no se pueden llevar los libros a casa.
La vivienda es como cualquier piso de estudiantes. Limpian los dos ba?os, la cocina y el resto de la casa por turnos. S¨®lo desayunan y meriendan en casa. El resto de las comidas las hacen en el comedor que regenta una orden religiosa. El piso es pura austeridad: muebles viejos, pero bien conservados, y dos teles en el cuarto de estar. Anoche ten¨ªan previsto plantarse ante la ¨²nica que funciona para ver el partido de la selecci¨®n de Euskadi frente a Nigeria. Los africanos estaban convencidos de que la victoria ir¨ªa a su continente. Todos cruzan los dedos para ganar esa partida de papeleo en la que se juegan el futuro.
"Marineros a la fuerza"
Todos los que ahora viven en el piso de CEAR conocen el mar. Unos por que era su profesi¨®n y al resto, las circursantancias les hicieron "marineros a la fuerza". El encargado de la casa, Orestes, echa mano de la gracia cubana para aliviar el dramatismo de la huida de los tres africanos. Estuvieron muchos d¨ªas, desconocen cu¨¢ntos exactamente, en la bodega de barcos sin tener ni idea de cu¨¢l era el destino. "Gab¨®n, Casablanca, Costa de Marfil,... ?lo que importaba era salvar la vida!". El angole?o tuvo que pasar el trago solo. Los primos congole?os emprendieron la huida juntos y juntos siguen. Prefieren no entrar en detalles sobre aquellos d¨ªas y destacar la acogida que han tenido aqu¨ª.S¨®lo el inquilino caribe?o eligi¨® el destin¨®, se qued¨® en Espa?a. Explica que la afinidad cultural le llev¨® a elegir d¨®nde vivir lejos del r¨¦gimen castrista. Jos¨¦ Antonio, santiaguero de 39 a?os, abandon¨® el barco en el que trabajaba como t¨¦cnico. Casualidades de la vida, ¨¦l y Orestes, habanero en cambio, trabajaban para la misma compa?¨ªa. Ante la m¨¢s m¨ªnima alusi¨®n al mar, ambos se explayan. Relatan con verdadera pasi¨®n que desde que se conocieron han sacado cantidad de libros t¨¦cnicos sobre navegaci¨®n de la biblioteca para aprender las ¨²ltimas novedades de la profesi¨®n.
Ayer andaban calculando la cantidad de combustible que le debe quedar al Rilos, encallado desde el lunes en la costa. "Siguiendo el noticiero hemos vivido esas peripecias", las de la tripulaci¨®n de buque, casi toda cubana.
Esta misma ma?ana un georgiano -llegado lo m¨¢s seguro por tierra- se unir¨¢ a esta familia de paso.
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