T¨²bal va de milenio
LUIS DANIEL IZPIZUA
Estoy empachado. No de turr¨®n, sino de vasquidad. Y todav¨ªa queda lo del milenio, aunque no s¨¦ si a los vascos nos corresponde celebrarlo. Es de conocimiento universal que los vascos, como las focas, no datamos. El resto de los humanos acaeci¨® m¨¢s tarde. Brotaron, de pronto. Y todos ten¨ªan ya su carnet de identidad en regla. Justo lo que nos faltaba a nosotros, tal vez por haber nacido demasiado pronto, mucho antes de que se inventara el pl¨¢stico. De ah¨ª que ignoremos nuestra fecha de nacimiento, y que nuestro calendario propio, nuestro euskal egutegia, sea de importaci¨®n. Claro que tal dejaci¨®n supone un agravio a nuestra civilizaci¨®n, a nuestra mismidad, y un desprecio a nuestros antepasados. ?Y qu¨¦ agravio! Hemos adoptado como fecha liminar la que celebra a uno de nuestros mayores enemigos. ?Y en plena ¨¦poca romana! Es evidente que urge cambiarla.
Optar por una fecha en el infinito puede ser como hurgar entre las motas que pueda ver un ciego. Lo s¨¦. Pero expertos habr¨¢, pues hay expertos para todo, que puedan fijar, por ejemplo, la fecha de la destrucci¨®n de Babel y determinar as¨ª el a?o en que T¨²bal inici¨® su h¨¦gira, el viaje que lo condujo hasta nosotros. De ¨¦l dijeron que nacimos. Pero no me pregunten por T¨²bal. No s¨¦ nada de ¨¦l; en realidad, nunca me interes¨®. Tengo amigos que se ocupan de esas cosas, y a veces hasta suelen recabar mi opini¨®n. En esas ocasiones hago lo que puedo, pero siempre les reconozco el m¨¦rito de sacrificar su vida en esas asperezas. Prefiero un verso del Orlando furioso a todo lo que se haya podido escribir sobre T¨²bal. Recuerdo que en la mili me propuse leer a Barandiaran, pero no terminaba de leer una p¨¢gina y ya me pasaba a Henry James. Lo del cura me resultaba aburrid¨ªsimo. Siempre hab¨ªa alguna chica a la que se la llevaba un demonio por salir de noche. Yo acababa pregunt¨¢ndome si aquel demonio no ser¨ªa don Juan. Y eso me consolaba.
Mis amigos, sin embargo, insisten en que todas esas historias son importantes para comprender este cisco en el que andamos metidos. Y puede que tengan raz¨®n. A m¨ª lo que me sorprende de todos esos te¨®ricos del tubalismo es que pudieran dedicar tanto esfuerzo en pleno siglo XVI a teor¨ªas tan estramb¨®ticas y, sobre todo, que pudiera haber quien les diera cr¨¦dito. Pensamientos peque?os, que son los que siempre nos han caracterizado. Y pensamientos interesados, que son tambi¨¦n los que siempre nos han caracterizado, pues toda esa apolog¨¦tica de tufo antisemita se mont¨® para conseguir privilegios. Los que se han escapado de esa peque?ez, nos guste m¨¢s o menos su pensamiento -Loyola, Unamuno-, siempre han terminado escap¨¢ndose del todo. Aqu¨ª no conviene dejar de ara?ar brumas -ll¨¢mense T¨²bal o Paleol¨ªtico Superior- para acabar ara?ando bolsas. O para terminar ara?¨¢ndonos unos a otros, que es para lo que dan de s¨ª las brumas ¨²ltimamente.
De modo que no s¨¦ nada de T¨²bal. Y no s¨®lo de ¨¦l, pues casi puedo asegurar que s¨®lo s¨¦ que no s¨¦ nada, por lo que ignoro si me estoy convirtiendo en S¨®crates o en un idiota. Lo segundo podr¨ªa ser una buena soluci¨®n. Leo, como ayuda, unas declaraciones del se?or Eguiguren sobre los derechos hist¨®ricos, y el estado ser¨¢fico en que me dejan no s¨¦ si es debido al champ¨¢n o a que ya no tengo remedio. Yo sigo apostando por lo segundo, pues siempre estuve convencido de que no se pod¨ªa salir indemne de esta zambra. No s¨¦. A m¨ª con los derechos hist¨®ricos me pasa lo mismo que con T¨²bal, pero de igual forma que hay expertos en Babel, los habr¨¢ tambi¨¦n en ellos y sabr¨¢n aclararnos. Lo que me maravilla es que pueda estar dispuesto a aceptar, tan ricamente, que unos derechos hist¨®ricos imprecisamente sacrales puedan, en ¨²ltima instancia, imponerse a la voluntad ciudadana. O que se conviertan en el fondo oscuro, en el origen que fundamenta a esa voluntad. Es como el Alarde de Hondarribia elevado a teor¨ªa pol¨ªtica. A¨²n me maravilla m¨¢s que el principal defensor de esa soluci¨®n sea un burukide socialista. Mas todo sea por la concordia. Y mayor maravilla resulta si pensamos que el grupo al que hay que concordar con ella es un sedicente grupo de ultraizquierda. Asombro sobre asombro. Pero T¨²bal puede realizar prodigios el pr¨®ximo milenio.
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