Orest¨ªada 2000 JOAN DE SAGARRA
Georges Lavaudant, director del Th¨¦?tre de l"Od¨¦on-Th¨¦?tre de l"Europe, despide el a?o y entra en el 2000 con La Orest¨ªada (Agamemnon, Les Cho¨¦phores, Les Eum¨¦nides), de Esquilo, en la versi¨®n de Daniel Loayza y direcci¨®n del propio Lavaudant. Algo m¨¢s de cuatro horas de teatro que se ofrecen hasta el 15 de este mes en el m¨¢s lindo y codiciado escenario de la capital de Francia.Fui a ver La Orest¨ªada de Lavaudant pocos d¨ªas antes de Navidad, y fui por diversas razones. Fui a verla porque me gusta Lavaudant. Le vengo siguiendo desde que empez¨® en Grenoble -junto a, entre otros, su gran amigo y extraordinario actor Ariel Garc¨ªa Vald¨¦s, sobradamente conocido del p¨²blico catal¨¢n, si bien aqu¨ª se le ha visto m¨¢s como director-; luego pas¨® a Ly¨®n, al TNP de Villeurbanne, con Planchon, y desde hace unas pocas temporadas est¨¢ al frente del Od¨¦on. Georges Lavaudant, Jo, como le llaman sus amigos, me ha regalado con algunas noches de teatro que dif¨ªcilmente olvidar¨¦ y de las que en su d¨ªa ya les habl¨¦ en este diario. Recuerdo de manera especial su Terra incognita, que vi en Avi?¨®n, y el Hamlet que dirigi¨® en la Com¨¦die.
El caso es que me gusta, y a veces much¨ªsimo, Georges Lavaudant, y tras la desaparici¨®n, relativamente reciente, de maestros y amigos como Vitez, Kantor, Jos¨¦ Luis Alonso, Fabi¨¤ Puigserver, Giorgio Strehler..., siento cada vez m¨¢s la necesidad de frecuentar los escenarios -afortunadamente jubilado de la cr¨ªtica pero no de la pasi¨®n teatral- en que se prodigan maestros y amigos como Lavaudant, y algunos pocos m¨¢s. La cuesti¨®n es reanudar, prolongar una relaci¨®n personal con la magia, con la verdad del teatro, no necesariamente con la novedad (en 1962, tomando caf¨¦ en casa de Ionesco, en Par¨ªs, el rumano se re¨ªa cada vez que yo, jovencito inexperto, le dec¨ªa, muy serio, que la novedad, la famosa vanguardia, era ¨¦l).
Fui a Par¨ªs a ver La Orest¨ªada por Lavaudant y por su tropa, por la bande Lavaudant, como la llaman. Actrices como Sylvie Orcier (Electra) o Marie-Paule Trystram (Casandra / la nodriza), actores como Gilles Arbona (Agamen¨®n) o el inmenso Philippe Morier-Genoud (el Coro / Apolo).
El Od¨¦on no es Epidauro. No se oye all¨ª el grito de Irene Papas / Clitemnestra encendiendo el silencio p¨¦treo y fr¨ªo de Epidauro. El escenario del Od¨¦on es de arena blanca o perla, seg¨²n la luz; de muros ocres o dorados, con algo de mandarina, por donde deambulan el Coro y el Corifeo, vestidos de negro, con sombrero blando, tambi¨¦n negro, y bast¨®n como un par de tratantes de ganado por las calles de Gea, o como un par de mafiosos en la plaza de Corleone, contando historias, unas historias viej¨ªsimas... Y de repente, esas historias se visualizan (el teatro, en griego, es un lugar para ver, donde ver), y ese escenario de arena blanca o perla, de pl¨¢tano o de mandarina, es manchado por la sangre de Agamen¨®n, que a su vez mancha la blusa blanca, impoluta, de Clitemnestra, y mancha sus brazos y sus manos. Clitemnestra, que no es otra que la grand¨ªsima actriz Christiane Cohendy, la cual ha venido a aupar a la tropa de Jo Lavaudant. Una Christiane Cohendy / Clitemnestra que logra que, sin alzar la voz, el grito de la Papas en Epidauro llegue, terrible, escalofriante, al Od¨¦on, como una gran ola muda. M¨¢s a¨²n; la Cohendy nos acerca a aquel Esquilo rom¨¢ntico y no por ello menos verdadero de Hugo: "Une sorte d"¨¦pouvante emplit Eschyle d"un bout ¨¤ l"autre; une m¨¦duse profonde s"y dessine vaguement derri¨¨re les figures que se meuvent dans la lumi¨¨re", escribe Victor Hugo. "Eschyle est magnifique et formidable, comme si l"on voyait un froncement de sourcil au-dessus du soleil".
Fui a Par¨ªs a ver La Orest¨ªada para reencontrarme con el ojo que mira, con la sangre y el grito mudo. Con las piedras de Epidauro en la arena blanca, con sabor a mandarina, del teatro m¨¢s lindo de Par¨ªs. La ciudad en la que nac¨ª, con las gentes del teatro que quiero, que hablan la lengua con la que descubr¨ª el teatro. En la orilla del 2000.
Fui a Par¨ªs, al Od¨¦on, a darme un ba?o de teatro, que no fue de cuatro horas: abandon¨¦ despu¨¦s de Les Cho¨¦phores para ir a cenar a La Mediterran¨¦e, un restaurante situado frente al teatro donde se come un buen pescado -pedid el bar grill¨¦ o unas courgettes et chipirons-y que me trae recuerdos de Orson Welles y de Cocteau.
Fui a Par¨ªs para decirles que esa Orest¨ªada de Georges Lavaudant estar¨¢ en el Teatre Nacional de Catalunya, en Barcelona, del 6 al 9 de abril pr¨®ximo. Entonces tendremos tiempo de hablar de Las Eum¨¦nides, de las mujeres, de las madres, de los tribunales, de la democracia... Y tambi¨¦n de por qu¨¦ en este bendito pa¨ªs cuando hablamos de teatro terminamos hablando de dinero y de poder, en vez de intentar poner en pie, nosotros que tanto presumimos de Riba y de la Bernat Metge, una trilog¨ªa de Esquilo como la de Lavaudant y su gente.
P. S. El 21 de enero, en Mil¨¢n, Ronconi sucede a Strehler a la cabeza del Piccolo con La vida en sue?o, de Calder¨®n. Le seguir¨¢ El sue?o, de Strindberg. Buen a?o, que no milenio, a todos, a los fans de Girones y a los del comisario Maigret. Y a los amigos de la Asociaci¨®n de Espectadores del Teatre Lliure, que aman el teatro como yo lo amo (cuando no lo detesto).
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