Hilo de oro
Para traspasar la l¨ªnea ideal del milenio he contratado a un chino llamado Chuang Yung que toca el xilof¨®n. En la actualidad todos los chinos son milenarios puesto que su cultura no ha sufrido ninguna ruptura a trav¨¦s de los siglos. Con este m¨²sico de Shanghai me he encerrado en una habitaci¨®n con la luz apagada cuando fuera estaba a punto de sonar el j¨²bilo de las doce campanadas si bien el doble cristal de las ventanas imped¨ªa que el bullicio exterior quebrantara el silencio compacto de nuestra mutua oscuridad. El acuerdo establec¨ªa que Chuang Yung tocar¨ªa con el xilof¨®n una melod¨ªa muy antigua de su pa¨ªs cuya duraci¨®n no exced¨ªa de seis minutos. Con esa m¨²sica se unir¨ªan a la manera zen las ¨²ltimas pulsaciones de un milenio con los primeros latidos de otro nuevo como un hilo de oro que suturara una herida del tiempo imaginaria. As¨ª ha sucedido. El chino Chuang Yung hab¨ªa montado el instrumento musical en un ¨¢ngulo de la habitaci¨®n sobre un caballete y yo estaba tumbado en la cama con la mente dispuesta para un pensamiento tan profundo que coincidiera con la nada. Apagu¨¦ la luz tres minutos antes de medianoche. Pens¨¦: si esta oscuridad es mi propio antifaz no voy a caer en la tentaci¨®n yo mismo de saber qui¨¦n soy. Entonces comenz¨® a sonar una melod¨ªa que era en realidad una canci¨®n rescatada de la noche de la historia y que Chuang Yung apuntaba s¨®lo con algunas palabras enigm¨¢ticas. Luego he sabido que alud¨ªan a un mono que se apare¨® con una pantera para fundar una dinast¨ªa de dioses terrenales. Mientras sonaba el xilof¨®n sobre el filo del milenio imagin¨¦ que la fracci¨®n m¨¢s peque?a del tiempo siempre puede dividirse por dos hasta el infinito, de modo que el tiempo en esencia corre hacia atr¨¢s: eso convierte el futuro y, por tanto, tambi¨¦n a la muerte en algo inalcanzable. Si el ¨²ltimo segundo de una vida se compone de infinitas part¨ªculas todas divisibles, la ¨²ltima de ellas contiene entera la historia del universo e incluye igualmente a la inmortalidad entre sus haza?as. ?Y por qu¨¦ iba a ser el universo distinto de cada nota musical que el chino a mi lado extra¨ªa de la oscuridad? Cuando la melod¨ªa ces¨® e hice la luz este pensamiento qued¨® diluido en la nada. Baj¨¦ al sal¨®n donde la familia y los amigos brindaban por el nuevo milenio. Me preguntaron qu¨¦ hab¨ªa averiguado. Poca cosa, contest¨¦, que s¨®lo con estar vivos ya somos inmortales.
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