Tracas
MIGUEL ?NGEL VILLENA
Rita Barber¨¢ representa esa faceta de fantasmas y de presuntuosos que los valencianos nos hemos ganado a pulso. Dicharachera, simp¨¢tica, demagoga, actriz de variedades, la alcaldesa de Valencia consigue vender humo cual si se tratara de preciadas joyas. A estas cualidades naturales, la primera autoridad municipal une sus dotes de veterana pol¨ªtica, de conservadora de pata negra poseedora de uno de los primeros carn¨¦s que la Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne reparti¨® en Valencia en los comienzos de la transici¨®n. Con todos esos mimbres Rita Barber¨¢ ha llenado toda la d¨¦cada de los noventa en la capital y, mientras la izquierda siga sumida en el caos y el navajeo, la autotitulada alcaldesa de los mercados puede perpetuarse en el cargo. Poco importa que la mayor¨ªa de sus promesas haya sido incumplida o que Valencia haya llegado a ser bajo su mandato una ciudad urban¨ªsticamente arrasada, culturalmente folcl¨®rica, socialmente desvertebrada e intelectualmente des¨¦rtica.
Importa poco todo ello porque Rita Barber¨¢ ha sabido apelar a la fanfarroner¨ªa, al vixca el pa, vixca el vi, ha sido una maestra a la hora de recurrir a las tracas y a las macetas como adornos hasta convertir Valencia en una autosatisfecha capitalita de provincias. La capital es hoy una urbe tan vac¨ªa de contenidos como barroca de apariencias. En esta l¨ªnea, la despedida para el a?o 1999 que prepar¨® el Ayuntamiento servir¨ªa como un buen ejemplo. Tras haber visto Valencia defraudadas sus expectativas de ser capital cultural de Europa y despu¨¦s de haber organizado Rita Barber¨¢ unos congresos absurdos, caros y est¨¦riles sobre el llamado III Milenio, la ciudad dijo adi¨®s al siglo con unos rid¨ªculos fuegos artificiales y unas campanadas de la torre municipal que apenas se escucharon a 20 metros de distancia. La noche del pasado 31 de diciembre fue un paradigma de una alcaldesa fantasma que en la tierra de la mejor pirotecnia fue incapaz de ofrecer a los ciudadanos una fiesta de altura. Una vez m¨¢s Rita Barber¨¢ ha gastado toda su p¨®lvora en salvas.
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