Guerras inacabadas
Tras la muerte de Franjo Tudjman y la victoria de la oposici¨®n en las elecciones legislativas en Croacia, Slobodan Milosevic permanece no s¨®lo impert¨¦rrito, sino activo en Belgrado. Su supervivencia es lo que queda de una guerra inacabada. Pero ?acaso no son todas las guerras en las que desde 1989 se ha metido Occidente -e incluso Rusia, como se demuestra en Chechenia- inacabadas? O incluso inacabables, pues presentan intereses contradictorios y se libran desde un concepto posmoderno: poco riesgo para el atacante occidental; pocas bajas, y medios limitados para fines limitados. Desde la guerra del Golfo, pasando por algunas operaciones africanas, y terminando por un largo conflicto balc¨¢nico que permanece abierto, no se ha sabido concluir las faenas iniciadas.No acabar las guerras -lo que no significa necesariamente que haya que acabarlas con medios militares, pues el fin ¨²ltimo siempre es pol¨ªtico, como bien ense?¨® Clausewitz- lleva a generar nuevos problemas, pues los mismos dictadores que permanecen en el poder siguen jugando al nacionalismo: Saddam Husein en Bagdad, o Milosevic en Belgrado, mientras en Kosovo una limpieza ¨¦tnica ha reemplazado a otra, y la paz que se est¨¢ construyendo no es aquella por la que se libr¨® la guerra.
En todo caso, de Croacia hay lecciones que sacar. La perspectiva de ganar las presidenciales del 24 de enero puede servir de acicate para que la oposici¨®n se mantenga unida y se avance en una transici¨®n hacia la democracia, lo que no est¨¢ garantizado, como se vio en 1998 en Belgrado. Pues en el hecho de que Milosevic se mantenga en el poder, y la guerra haya tenido lugar, tambi¨¦n ha desempe?ado un papel la incapacidad de la oposici¨®n -que no recibi¨® en su d¨ªa el suficiente apoyo externo- en Serbia para mantenerse unida, superando los protagonismos personales y las diferencias. Con lo ocurrido tras su muerte, Tudjman ha demostrado que era uno de esos dictadores que, como Franco, Ceaucescu y previsiblemente Milosevic, son el centro de gravedad de los sistemas sobre los que se apoyan, y que una vez desaparecidos, el cambio es posible.
Milosevic bien lo sabe, y por eso intenta retomar la iniciativa, para aferrarse, ¨¦l y los suyos, al poder que le queda volviendo a la estrategia de tensi¨®n que tantos resultados suele darle, y que pretende aprovechar la llegada a la presidencia de Rusia de Vlad¨ªmir Putin, y la autonom¨ªa ganada en los ¨²ltimos meses por los militares rusos frente al poder pol¨ªtico. El ministro de Defensa ruso, ?gor Sergeyev, visit¨® Belgrado estas pasadas navidades, y tambi¨¦n viaj¨® a Kosovo, donde las fuerzas rusas no acaban de encontrar su papel. En este contexto, desde Belgrado se ha agitado el espectro de un regreso de fuerzas serbias a Kosovo. No por la fuerza, sino en cumplimiento del acuerdo que puso fin a la guerra el pasado 9 de junio y la posterior resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, que, efectivamente, preve¨ªa que unos destacamentos serbios con armamentos ligeros pudieran volver a Kosovo en unos meses. La OTAN ya ha replicado negativamente ante esta pretensi¨®n.
Milosevic reitera una y otra vez su reivindicaci¨®n sobre Kosovo, mientras se ve favorecido por las noticias sobre la ausencia de campos de la muerte en la antigua provincia Serbia, ahora bajo la Administraci¨®n de la ONU. Actos criminales por parte de los serbios los ha habido, suficientes para justificar a posteriori la intervenci¨®n de la OTAN. Se han encontrado m¨¢s de 2.000 cad¨¢veres, pero no los 10.000 o m¨¢s que se proclamaba desde Bruselas. Que la guerra est¨¢ inacabada y que Milosevic siga, aparentemente, controlando el poder en Belgrado queda reflejado, por su parte en el hecho de que en el presupuesto de la Federaci¨®n Yugoslava para el 2000 casi las tres cuartas partes vayan a las fuerzas armadas, y en el de Serbia, una cuarta parte para la polic¨ªa. Los Balcanes van a necesitar a¨²n mucha atenci¨®n; y prevenci¨®n. En el mundo se ha abierto paso un nuevo intervencionismo; pero que no sabe, no puede o no quiere rematar sus acciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.