Sondeos
Nos vaticinan ya -en realidad, nos inducen- el resultado de unas elecciones generales que el PP ganar¨ªa por m¨¢s de seis puntos porcentuales a su directo rival PSOE. Incluso los obedientes pinches que manejan la olla de las pitanzas, se anticipan al estudio de las volutas de los vapores que emergen de su tapadera y dicen ver que se rozar¨¢ la mayor¨ªa absoluta (176 esca?os). Magn¨ªfica y misteriosa ciencia ¨¦sta de adivinar el porvenir, tan antigua como el primer int¨¦rprete de la voluntad divina que apareci¨® en medio de la primera familia del Neanderthal y que, dejando atr¨¢s las insospechadas posibilidades que depar¨® durante siglos el an¨¢lisis de las v¨ªsceras de animales dom¨¦sticos, nos ofrece una prol¨ªfica cosecha de empresas que aumentan sus ping¨¹es ganancias a base de sondeos de la voluntad, encuestas, proyecciones de datos, tabulaci¨®n de resultados y dem¨¢s aromas envolventes de una realidad mucho m¨¢s simple. Porque aqu¨ª y ahora, ocurre lo que viene ocurriendo desde que el PSOE dej¨® de recoger cosechas de mayor¨ªas absolutas, es decir, que la afici¨®n est¨¢ dividida entre rojos y azules casi, casi, al 50%.Pero, si ¨¦ste es el diagn¨®stico, no est¨¢ tan clara la g¨¦nesis de tan ajustado empate t¨¦cnico y menos a¨²n se comprende que una mayor¨ªa de votantes, integrada por obreros sin cualificar, desempleados, pensionistas, jubilados, estudiantes sin demasiado porvenir, funcionarios cabreados por motivos para estarlo, administradoras de su hogar y de la escasa soldada que a finales de cada mes le entrega su pareja, etc¨¦tera, est¨¦n dispuestos a hacer largas colas para votar a un partido claramente conservador, como es el PP, para que durante los pr¨®ximos cuatro a?os culmine su labor de privatizar hasta las calles.
A¨²n es prematuro exigir a los partidos y coaliciones avalistas de candidaturas la p¨²blica exhibici¨®n de sus programas, pero al PP se le marcan demasiado las formas y, para mayor inri, ha dejado ver con atolondrada precipitaci¨®n sus primeras intenciones derogatorias de la reci¨¦n estrenada Ley de Extranjer¨ªa. En su momento, cubrir¨¢n el d¨¦ficit de seguridad policial con m¨¢s vigilancia privada. Conseguir¨¢n enterrarnos en cementerios de espacios verdes y compartidos con discoteca, supermercado y oficina de pago de impuestos. Lograr¨¢n los ¨²ltimos objetivos en terrenos tan socialmente universales como la salud y la educaci¨®n y, en fin, hasta conseguir¨¢n que las nuevas generaciones hayan de bucear en Internet para saber la existencia de servicios p¨²blicos llamados Correos y Tel¨¦grafos, Renfe, Iberia, Transmediterr¨¢nea, Telef¨®nica (CTNE) o Seguro Obligatorio de Enfermedad, cuyos patrimonios sociales se acrecentaron gracias, sobre todo, a la aportaci¨®n voluntaria de mir¨ªadas de espa?olitos de ambos sexos a trav¨¦s de impuestos, gabelas y socali?as de la m¨¢s variada gama, hasta la llegada de esta tropa de cruzados con la ambici¨®n rebozada en harinas de otro costal y nutrida con el sue?o de alcanzar prematuramente sus propias stock options en el zoco del PP.
Bienvenidas, pues, las primeras encuestas sobre intenci¨®n de voto, que nos sit¨²an a todos sobre la pista de su posible y hasta premonitoriamente cierto, resultado final. Desde la otra orilla, los mismos sondeos apuntan el probable hundimiento de Izquierda Unida. P¨¦sima noticia para el PSOE y para los dem¨®cratas sin carnet, que son los m¨¢s, porque su n¨²mero engrosar¨¢ la abstenci¨®n. No me lo tomen a mal, pero yo casi prefiero esta reacci¨®n colectiva que el lamentable espect¨¢culo de una participaci¨®n del 72% de ciudadanos, prevista por los magos de la encuesta, esperando introducir en la antesala del templo de cada colegio electoral su voto favorable a un holocausto anunciado donde se quemar¨¢n, junto con viejas y queridas ilusiones, las ¨²ltimas barracas de lo p¨²blico, mientras con los motores en marcha aguardan su entrada los primeros bulldozzer del efecto 2000.
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