S¨¢hara en el coraz¨®n
Acabo de volver del desierto del S¨¢hara. All¨ª los relojes sirven de poco. El efecto 2000 ni se ha notado. Las vacaciones, por tanto, han sido placenteras. Las estrellas, de noche, estaban todas y en su sitio; las arenas, inmensas, cubr¨ªan todo cuanto se pod¨ªa abarcar; el silencio era infinito; la sequedad, total: piedras y arena y nada m¨¢s.?Nada m¨¢s? Inexplicablemente, en medio del desierto, un pueblo que se ha visto obligado a abandonar su tierra y a instalarse provisionalmente en unas tiendas, en unas casas hechas de arena y paja. Pobre, pero, ?qu¨¦ generoso, qu¨¦ elegante, qu¨¦ amable!
Como si todo fuera normal en ese contexto han levantado, de adobe, hospitales, escuelas, lugares de reuni¨®n. M¨¢s que la dignidad de estos lugares, que la tienen, casi lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es el entusiasmo de quienes all¨ª trabajan. ?Qu¨¦ entusiasmo, qu¨¦ alegr¨ªa de vivir! Como si hubiera que alejarse de la opulencia para mostrar las mejores cualidades humanas, la solidaridad, la alegr¨ªa. Y muchos ni?os, juguetones, cari?osos, vivarachos, con una mirada entre dulce y resignada; hermosos.
Este pueblo saharaui merece que le restituyan su tierra. Esa tierra suya que Espa?a ocup¨® y protegi¨®, que ahora ocupan y protegen otros y que, en verdad, no dan la sensaci¨®n de que merezcan ni ser ocupados ni protegidos.
En cualquier caso, para recibir la protecci¨®n que les han dado nuestros sucesivos Gobiernos no hac¨ªan falta alforjas. Afortunadamente, no todos somos Gobierno y somos muchos los que clamamos por esta causa justa; que no quede en el olvido, que se celebre de una vez por todas el anunciado refer¨¦ndum; que el pueblo saharaui, espl¨¦ndido, pueda volver a su tierra.
Merecen su oportunidad, merecen lo que es suyo, son buena gente, de verdad.- Jos¨¦ Manuel Revuelta. Madrid.
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