Reconciliaci¨®n s¨ª, olvido no
Hace unas semanas, y a ra¨ªz de la negativa del Partido Popular a apoyar una propuesta parlamentaria de condena al golpe militar que interrumpi¨® el proceso democr¨¢tico el d¨ªa 18 de julio de 1936, se hizo referencia en algunos medios de comunicaci¨®n a la necesidad de reconocer a la comunidad exiliada, es decir a las personas que por razones pol¨ªticas tuvieron que dejar nuestro pa¨ªs, durante y/o despu¨¦s de la Guerra Civil. Como una de estas personas, quisiera hacer algunos comentarios surgidos a partir de aquella y otras experiencias m¨¢s recientes. En realidad, uno de los hechos que me apen¨® m¨¢s a mi vuelta a Espa?a hace ya dos a?os fue el escaso conocimiento que mis estudiantes universitarios ten¨ªan de lo que fue el franquismo, percibiendo aquel r¨¦gimen como un r¨¦gimen conservador y autoritario aunque no especialmente represivo, percepci¨®n promovida por algunos historiadores y polit¨®logos que han reciclado exitosamente la imagen de aquel r¨¦gimen (definido por Preston como uno de los reg¨ªmenes m¨¢s represivos que han existido en Europa durante el siglo XX), present¨¢ndolo como un r¨¦gimen moderadamente autoritario, negando a su vez que fuera un r¨¦gimen totalitario.La realidad, sin embargo, fue otra. Como resultado del golpe y triunfo militar en contra del gobierno democr¨¢tico, cerca de un mill¨®n de personas tuvieron que irse de Espa?a, dejando sus hogares y familia. Medio mill¨®n fueron a Francia y otros pa¨ªses de Europa, donde muchos de ellos estuvieron detenidos en campos de concentraci¨®n, incluyendo campos de concentraci¨®n nazis, tales como Mauthausen, Ravansbr¨¹ck, Dachau, Buchenwald y Maidtank, donde m¨¢s de 10.000 murieron. La memoria de estos ¨²ltimos es recordada en los monumentos a las v¨ªctimas del nazismo que se erigieron despu¨¦s de la II Guerra Mundial en muchos pa¨ªses de Europa, incluyendo Alemania. No existe, sin embargo, ning¨²n monumento nacional en Espa?a en su honor.
La gran mayor¨ªa de espa?oles que perdieron la guerra y permanecieron en Espa?a fue represaliada duramente; m¨¢s de 700.000 estuvieron en campos de concentraci¨®n, m¨¢s de 400.000 fueron encarcelados, m¨¢s de 200.000 fueron asesinados desde 1939 a 1942, bien fusilados o muertos por otros medios, y m¨¢s de 300.000 fueron expulsados de su trabajo, expulsi¨®n que afect¨® con especial dureza a ciertas profesiones como la de Magisterio (aproximadamente, 7.000 maestros, por ejemplo, fueron encarcelados) y la docente universitaria. En la Universidad de Barcelona, por ejemplo, la mitad del cuerpo docente fue expulsado, encarcelado o exiliado. La Iglesia Cat¨®lica jug¨® un papel clave en esta depuraci¨®n, convirti¨¦ndose en el eje ideol¨®gico de aquel r¨¦gimen, influenciando todas las dimensiones del comportamiento, tanto individual como colectivo, de la sociedad espa?ola. El n¨²mero de expedientados y depurados fue inmenso sin que hasta hoy se haya documentado el n¨²mero exacto. Entre los presos pol¨ªticos muchos fueron condenados a trabajos forzados lo que, como indica el profesor Harmutt Heine, "representaba donaciones del Estado a las compa?¨ªas constructoras y otras empresas, que pagaban al Estado unos precios enormemente favorables, permitiendo que emplease tal mano de obra a su albedr¨ªo". Seg¨²n este historiador, todas las grandes empresas constructoras espa?olas se beneficiaron de esta reserva de mano de obra (Harmutt, H., La oposici¨®n pol¨ªtica al franquismo. 1983). Hoy en Alemania las empresas que utilizaron trabajadores forzados durante el r¨¦gimen nazi est¨¢n siendo obligadas a pagar una indemnizaci¨®n a aquellos trabajadores. En Espa?a nunca se ha considerado tal posibilidad.
En los a?os cincuenta se inici¨® la resistencia pac¨ªfica antifascista, tanto en los puestos de trabajo como en las universidades. Como miembro de tal resistencia tuve que dejar el pa¨ªs en 1962. El d¨ªa 16 de agosto de aquel a?o, fui denunciado por un dirigente del sindicato universitario fascista en Catalu?a a la polic¨ªa pol¨ªtica (parad¨®jicamente titulada Brigada Social), conocida por su enorme brutalidad. La Brigada Social tortur¨® a miles y miles de trabajadores y estudiantes y muchos desaparecieron. Su brutalidad era especialmente acentuada hacia los trabajadores. En muchas ocasiones, tal represi¨®n se realizaba conjuntamente con las bandas fascistas. Tal represi¨®n fue una constante durante todo el periodo en que gobern¨® aquel r¨¦gimen. Incluso en el a?o en que el Dictador muri¨®, hubo cinco personas fusiladas por razones pol¨ªticas, 1.028 presos pol¨ªticos y 4.317 expedientados por el temido Tribunal de Orden P¨²blico.
Me sorprendi¨® enormemente que mis estudiantes no supieran que estas cosas pasaban durante la dictadura en Espa?a. Las cifras de asesinados, detenidos, torturados, desaparecidos y expulsados durante la dictadura franquista son, tanto en t¨¦rminos absolutos como porcentuales, mucho mayores que las existentes durante la dictadura de Pinochet (estimados por Amnist¨ªa Internacional como 3.197 muertos y desaparecidos desde 1973 a 1990). Una pregunta que mis estudiantes me hicieron es por qu¨¦ las personas responsables de estos hechos en la dictadura no han sido juzgadas, como hoy se pide, con raz¨®n, que sea juzgado Pinochet y sus colaboradores, o como fueron juzgados los l¨ªderes nazis en Alemania o l¨ªderes fascistas en Italia despu¨¦s de la II Guerra Mundial. La respuesta, a mi manera de entender, se centra en la manera en que Espa?a pas¨® de la dictadura franquista a la democracia. En Alemania e Italia, donde hubo dictaduras nazi y fascista, tales reg¨ªmenes fueron derrotados, lo que explica que el abanico democr¨¢tico representado en sus Parlamentos compartiera en su mayor¨ªa una postura democr¨¢tica antinazi o antifascista. En aquellos pa¨ªses tanto la derecha como la izquierda parlamentaria hab¨ªan participado en la lucha antifascista, aun cuando unos, los segundos, hab¨ªan participado mucho m¨¢s activamente que los primeros. Pero todos eran dem¨®cratas. ?ste no fue el caso de Espa?a. El franquismo no fue derrotado. Se fue transformando adapt¨¢ndose al hecho democr¨¢tico. Sin cuestionar la vocaci¨®n y comportamiento democr¨¢tico de personas procedentes de la nomenclatura franquista, algunas de las cuales jugaron un papel clave en la transici¨®n de la dictadura a la democracia, el caso es que la gran mayor¨ªa de la derecha espa?ola nunca conden¨® el franquismo, justific¨¢ndolo -como lo hizo la derecha chilena- como un mal necesario para evitar un mal mayor, el comunismo. Pero tal explicaci¨®n es insostenible. El golpe militar se hizo contra una rep¨²blica democr¨¢tica, en la que los comunistas eran una exigua minor¨ªa. El golpe militar fue la defensa a ultranza de los intereses, incluidos los de la Iglesia, afectados por las reformas llevadas a cabo por los gobiernos republicanos, reformas que en muchas ¨¢reas, como educaci¨®n, sanidad y bienestar social, fueron altamente aplaudidas por la opini¨®n internacional que las percibieron como necesarias para modernizar la sociedad espa?ola. En realidad, lo peor que hizo el r¨¦gimen franquista a la sociedad espa?ola fue imponerle un gran retraso econ¨®mico, pol¨ªtico y social. Otros pa¨ªses de reg¨ªmenes parecidos tuvieron despu¨¦s de la ca¨ªda de aquellos reg¨ªmenes totalitarios un enorme desarrollo bajo reg¨ªmenes democr¨¢ticos. Tanto la Alemania ex nazi como la Italia ex fascista, por ejemplo, tuvieron un gran crecimiento econ¨®mico y social despu¨¦s de la derrota del nazismo y fascismo. Espa?a, que en 1936 ten¨ªa un nivel de desarrollo econ¨®mico semejante al italiano en aquel a?o, continu¨® estancada econ¨®mica y socialmente bajo un r¨¦gimen dictatorial que mantuvo las desigualdades sociales m¨¢s acentuadas en Europa (junto con Grecia y Portugal que tuvieron reg¨ªmenes semejantes al franquista durante aquellos a?os). En 1975, el a?o en que el Dictador muri¨®, Espa?a ten¨ªa un nivel de riqueza muy inferior al italiano (un 38% inferior), con el gasto social per c¨¢pita, el gasto p¨²blico sanitario per capita, el gasto educativo per capita y el gasto en pensiones per capita m¨¢s bajos de la Europa occidental (junto con Grecia y Portugal) (UNDP. Historial Series).
?stos y otros hechos han quedado olvidados en lo que parece ser un pacto de silencio resultado de una transici¨®n que llev¨® a Espa?a a una democracia vigilada en la que las fuerzas democr¨¢ticas fueron temerosas de analizar y recordar un pasado que podr¨ªa provocar a la derecha. Recuerdo con detalle que en una visita que dos grandes dirigentes parlamentarios de centroizquierda e izquierda espa?ola hicieron a la The Johns Hopkins University en EEUU (donde he trabajado durante 32 a?os), les suger¨ª que Espa?a hiciera un homenaje de gratitud a los combatientes de las Brigadas Internacionales cuya edad era ya muy avanzada. Los dos me contestaron que todav¨ªa no era conveniente: era mejor esperar para m¨¢s tarde. Y cuando m¨¢s tarde este homenaje ocurri¨® ni el jefe del Estado ni el presidente del Gobierno, se?or Aznar, los recibieron, hecho ampliamente notado con desagrado en los medios de informaci¨®n internacional. El presidente Clinton, presidente de Estados Unidos, pa¨ªs que defini¨® la II Guerra Mundial como una guerra antifascista y antinazi, y que a nivel popular sinti¨® gran rechazo hacia el r¨¦gimen franquista, aliado de Hitler y Mussolini en Europa, alab¨® el sacrificio de los combatientes de las Brigadas Internacionales por la democracia y la libertad y dio, m¨¢s tarde, la m¨¢xima condecoraci¨®n civil en EEUU a Pete Seger (el Raimon de EE UU), que hab¨ªa hecho famosas en EE UU las canciones del bando republicano de la guerra civil espa?ola. Se intent¨®, en algunos medios de comunicaci¨®n conservadores en Espa?a, justificar este desplante a los brigadistas con el argumento de que el jefe del Estado y el presidente del Gobierno tampoco hab¨ªan recibido a los voluntarios fascistas (la Divisi¨®n Azul) que hab¨ªan luchado con las tropas nazis en contra de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, equiparando injustamente a los combatientes por la democracia con los aliados de Hitler.
Otro hecho que refleja este temor a ofender a los vencedores lo percib¨ª cuando, a ra¨ªz de la muerte de mis padres, que fueron maestros represaliados, y expulsados del Magisterio por haber defendido la Rep¨²blica Democr¨¢tica, le ped¨ª a un dirigente del gobierno espa?ol que tal gobierno hiciera un acto de agradecimiento a todos aquellos ciudadanos an¨®nimos que hab¨ªan sufrido represi¨®n y/o muerte por su compromiso con la democracia en Espa?a. Le agradec¨ª enormemente que respondiera mi carta con gran amabilidad, pero me sorprendi¨® que me escribiera que tal homenaje ya se hab¨ªa hecho al establecerse un monumento en Madrid a todos los que sufrieron y murieron de los dos bandos por una Espa?a mejor. Me decepcion¨® que se pusiera a los vencedores y a los vencidos al mismo nivel. Soy consciente del esfuerzo de cierta historiograf¨ªa por intentar relativizar el compromiso pol¨ªtico de los dos bandos de la Guerra Civil, indicando que el que la poblaci¨®n luchara en uno u otro bando depend¨ªa de d¨®nde estaban f¨ªsicamente el d¨ªa o ¨¦poca en que el golpe militar tuvo lugar. Sin negar que tal situaci¨®n afectara a muchos espa?oles, ello no niega que aquellos que estuvieron en el bando vencedor recibieron tratos de favor despu¨¦s del conflicto, muy distinto al que recibieron los del lado perdedor. Esta equidistancia, tan extendida en nuestro ambiente intelectual, es profundamente err¨®nea y moralmente insostenible. Se olvida que un bando destruy¨® la democracia y el otro -a pesar de sus muchos defectos- defendi¨® la democracia. La gran mayor¨ªa de fuerzas pol¨ªticas en el lado republicano estaban comprometidas en restablecer la democracia representativa. Poner a vencedores y vencidos en el mismo plano moral refleja una insensibilidad democr¨¢tica, caracter¨ªstica de grandes sectores de la derecha espa?ola.
El Parlamento Espa?ol nunca dio las gracias a aquellos que lucharon por la democracia tanto durante como despu¨¦s de la Guerra Civil, ni tampoco ha reconocido a la comunidad exiliada, ignorada en su mayor¨ªa en su propio pa¨ªs. Es m¨¢s, los vencedores nunca han pedido perd¨®n a los vencidos, condici¨®n indispensable para la reconciliaci¨®n, puesto que la expresi¨®n de perd¨®n implica el reconocimiento de un error. La negativa de la Iglesia espa?ola a pedir perd¨®n por su papel central en la dictadura dificulta la reconciliaci¨®n, puesto que ¨¦sta exige un reconocimiento que se niega aludiendo a una equidistancia entre vencedores y vencidos, considerados err¨®neamente como igualmente responsables de lo acaecido durante y despu¨¦s de la Guerra Civil.
El olvido hist¨®rico es consecuencia del dominio de las derechas en el proceso de transici¨®n, err¨®neamente definido como mod¨¦lico, interpret¨¢ndosele como un pacto entre ¨¦lites y personas, ignorando la enorme presi¨®n popular realizada por miles y miles de ciudadanos an¨®nimos, gente normal y corriente que con sus protestas, movilizaciones y huelgas (en los a?os 1975 y 1976, Espa?a tuvo el n¨²mero mayor de huelgas en Europa, con el mayor n¨²mero de trabajadores envueltos en conflictos laborales que inclu¨ªan demandas pol¨ªticas as¨ª como econ¨®micas) forzaron la necesidad de un cambio, cambio que fue hegemonizado por las derechas, cuya influencia pol¨ªtica explica tanto el sesgo del sistema electoral que discrimina al centroizquierda e izquierda (como qued¨® constancia en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas catalanas), como el sesgo hacia el centroderecha y la derecha en la mayor¨ªa de los medios de informaci¨®n y persuasi¨®n espa?oles y catalanes. La democracia espa?ola necesita una reconciliaci¨®n basada no en el olvido sino en el reconocimiento y correcci¨®n de los errores que fueron mucho mayores entre los vencedores que entre los vencidos.
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Universidad, exiliado, e hijo de vencidos.
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