Tirar la piedra y esconder la mano JOAN B. CULLA I CLAR?
Cuando alguien ha desbarrado en p¨²blico y ve, por ese motivo, afeada su conducta, tiene ante s¨ª dos salidas que son, a la vez, airosas y dignas: rectificar, admitir que se explic¨® mal o que se le fue la mano; o bien aguantar el tipo y cultivar eso tan castizo del "sostenella y no enmendalla". Como era de prever, Francesc de Carreras ha evitado cualquiera de esos caminos -para ¨¦l, la gallard¨ªa debe de ser "una cursilada"- y, en el art¨ªculo Dislates de los viejos tiempos (EL PA?S, 6 de enero de 2000) prefiere refugiarse tras el fr¨¢gil parapeto de que se le ha tergiversado, adem¨¢s de hacerse un poco el m¨¢rtir, que es su pose preferida de estos ¨²ltimos a?os.Veamos si es a¨²n posible restablecer los hechos b¨¢sicos. Carreras public¨® en estas p¨¢ginas, la antev¨ªspera de Navidad, un art¨ªculo que, bajo el contundente t¨ªtulo de Los principales culpables y adem¨¢s de su consabida monserga contra "el nacionalismo catal¨¢n excluyente", designaba como responsables principales del ya c¨¦lebre boicoteo estudiantil a "ciertos pol¨ªticos, profesores e intelectuales que siembran desde hace tiempo la semilla de la intolerancia y que posteriormente han justificado la violencia dando as¨ª la raz¨®n a los boicoteadores". Tras la definici¨®n ven¨ªan algunos ejemplos nominales de tan nefanda conducta: los participantes en un programa radiof¨®nico de sobremesa -dos historiadores, un escritor, un abogado-, la novelista Isabel-Clara Sim¨®, la diputada Pilar Rahola, Joan B. Culla, Jordi Pujol... A continuaci¨®n de la lista, Carreras remachaba el clavo: "Los principales culpables de los lamentables sucesos no son los estudiantes (...), sino los que posteriormente los justifican y previamente han sabido crear el caldo de cultivo adecuado para que luego se cometan". ?No era ¨¦se, para cualquier lector desprevenido, un muestrario inculpatorio y criminalizador? Que se lo pregunten al diario Avui, que al d¨ªa siguiente editorializaba sobre el exabrupto de Carreras bajo el t¨ªtulo La llista dels dolents. S¨ª, desde luego, el catedr¨¢tico de Derecho Constitucional hubiera podido ser todav¨ªa un poco m¨¢s directo a la hora de se?alarnos, a m¨ª y a otros, como culpables por inducci¨®n de un hecho delictivo. S¨®lo que, en ese caso, la cuesti¨®n no habr¨ªa derivado en pol¨¦mica period¨ªstica, sino en demanda judicial.
Falto de mejores argumentos, Francesc de Carreras arropa su pobre autodefensa en la nutrida invocaci¨®n de los peri¨®dicos, los l¨ªderes pol¨ªticos, los articulistas, las instituciones y los partidos que han condenado la agresi¨®n boicoteadora, como si haci¨¦ndolo le hubieran dado la raz¨®n a ¨¦l en sus elucubraciones acusatorias. La argucia resulta risible de puro grosera, porque la violencia ejercida contra el dichoso ciclo de conferencias la hemos condenado todos y, por tanto, todos nos sentimos avalados por tan mod¨¦lica unanimidad medi¨¢tica e institucional. Lo que aqu¨ª se discute no es eso, sino el v¨ªnculo efecto-causa que Carreras estableci¨® entre la rechazable actuaci¨®n de unos reventadores y la defensa de determinadas posiciones ideol¨®gico-pol¨ªticas por parte de unas personas concretas (recuerden: "Los principales culpables"...). Pues bien, esa tesis aberrante ha tenido muy pocos corifeos. Tan pocos como previsibles.
Pero, puesto que Carreras demuestra haber realizado cierto trabajo de hemeroteca recopilando reacciones a los sucesos universitarios del 16 de diciembre, resulta curioso que no recoja ni aluda a las que aqu¨ª mismo, en EL PA?S, suscribieron durante la ¨²ltima semana de 1999 los profesores Miquel Caminal y Ricard Vinyes (Disparates en el campus) y Jordi S¨¢nchez (Huevos, serpientes y otros cuentos). ?Ser¨¢ que esos autores no son "articulistas del m¨¢ximo prestigio" seg¨²n el peculiar baremo que Francesc de Carreras maneja pro domo sua? Intuyo, m¨¢s bien, que fueron ignorados porque, desde matices distintos pero desde la experiencia universitaria y el sentido com¨²n, ambos art¨ªculos desenmascaraban implacablemente lo que de manipulaci¨®n, de intoxicaci¨®n, de demagogia y de cinismo ha habido en "las reacciones tremendistas ante la acci¨®n reprobable de los estudiantes del BEI y de Alternativa Estel" (Caminal / Vinyes).
En su escrito del pasado d¨ªa de Reyes, Francesc de Carreras se permit¨ªa interpretar -sacando los pies del tiesto, claro est¨¢-cu¨¢les son las verdaderas causas de mi indignaci¨®n contra ¨¦l. Y bien, puesto que el asunto parece interesarle, se las explicar¨¦. Primera: no me gusta que me insulten gratuitamente, y no estoy dispuesto a consentir que se proyecten dudas sobre la ¨¦tica de mi trabajo como docente (?qu¨¦ otra cosa suponen esas alusiones truculentas a "inocular veneno intelectual" o a "sembrar la semilla de la intolerancia"?). Y segunda: he agotado ya la cuota de paciencia que ten¨ªa destinada a soportar en silencio las admoniciones y los embustes, los sermones maniqueos, las lecciones de democracia, de tolerancia y de buenos modales de ese disidente de lujo que es don Francesc de Carreras. ?Lecciones? ?Del caballero que, al frente de una asociaci¨®n privada, promov¨ªa la protesta "civil" contra la Ley de Pol¨ªtica Ling¨¹?stica de 1997, mientras como miembro del Consejo Consultivo de la Generalitat deb¨ªa dictaminar sobre esa misma ley? Por supuesto, ello era del todo legal, y que no se pueda ser a la vez juez y parte son s¨®lo escr¨²pulos ¨¦ticos y est¨¦ticos propios de esos "viejos tiempos" en los que Carreras, despectivamente, me relega. ?Menudo alivio descubrir que, al menos, no compartimos la misma ¨¦poca!
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