El voto terap¨¦utico
JULIO SEOANE
Terminada ya la campa?a de Navidad y la de Reyes, comienza ahora la de elecciones generales y si el producto de moda fue hasta ahora el tel¨¦fono m¨®vil, el voto ser¨¢ el gran triunfador de la nueva temporada. Esta conclusi¨®n no es una falta de respeto hacia el rito central de las democracias, sino el reconocimiento de que despu¨¦s de un siglo de secularizar casi todos los grandes temas de la sociedad, tambi¨¦n le llega la hora al voto.
En la actualidad, consumimos preferentemente servicios, consumimos sanidad, educaci¨®n, turismo, consumimos contactos y relaciones, consumimos personas porque dependemos de ellas m¨¢s que en ninguna otra ¨¦poca. Y el voto, desde este punto de vista, es otro objeto de consumo, satisface las necesidades p¨²blicas o democr¨¢ticas y tambi¨¦n nos relaciona con los dem¨¢s, es otro sistema a?adido de relaci¨®n social.
Antes el voto significaba la adhesi¨®n a los dem¨¢s, a una ideolog¨ªa, sumarse al bien com¨²n. Pero ahora se subjetiviza y nos preguntamos qu¨¦ aporta a nuestra personalidad. El voto se convierte as¨ª, tambi¨¦n, en expresi¨®n de la identidad personal, porque ya somos adictos a nosotros mismos hasta en el voto. Si fue necesario trivializar la pol¨ªtica para que llegase a la mayor cantidad posible de ciudadanos, era inevitable que al mismo tiempo se personalizara tambi¨¦n para conseguir una motivaci¨®n general. El voto, por tanto, se aleja poco a poco de contenidos y de candidatos para centrarse en uno mismo, es decir, en todo lo contrario a programa, programa, programa. Porque el voto se piensa, el voto se quiere pero, adem¨¢s, el voto se siente.
Que no se despisten los viejos estrategas de campa?a, porque ejercer actualmente el voto, o el no voto, tiene car¨¢cter expresivo y terap¨¦utico. ?Qu¨¦ sustancia nociva expulsamos de nuestra identidad o qu¨¦ aspecto positivo incorporamos a ella cuando decimos, por ejemplo, que votamos a los socialistas? O a los populares o a quien sea. Ya sabemos que lo ideal, en elecciones, ser¨ªa juntar un puedo con un quiero. Pero hoy en d¨ªa es perfectamente posible votar socialista y querer un gobierno popular. O no votar y desear al mismo tiempo el triunfo de los socialistas. El voto expresa mi personalidad, el bienestar com¨²n es otra cosa, otra responsabilidad, cosa de otros.
Es l¨®gico que el voto llegase a estar personalizado. Un voto sin ideolog¨ªa, alejado del partido y sin candidatos interesantes, tiene casi exclusivamente la funci¨®n de expresar la propia personalidad. Un panorama que deber¨ªa producir un cambio importante en las preguntas de los sondeos y en la propaganda electoral, pero los expertos siguen sin despertar. Habr¨ªa que convencer a los que no votan, por ejemplo, del atractivo personal del que participa, de ir a tope pero con voto. Ser¨ªa conveniente persuadir a los votantes del adversario que no pueden quedarse donde est¨¢n, o se mueven o caducan. Habr¨ªa que enriquecer y desarrollar la personalidad de los votantes, porque la meta ya no est¨¢ en la utop¨ªa sino en dirigir tu propia pel¨ªcula.
Todo lo nuevo hay que expresarlo de forma un poco radical, pero ?hay otra manera de hacerlo? En definitiva, la pregunta clave de la nueva campa?a es: ?c¨®mo piensa usted expresar su personalidad en las pr¨®ximas elecciones?
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