Adi¨®s, ¨¢rbol grande
La localidad serrana de Rascafr¨ªa vivi¨® ayer una jornada triste. La m¨¢s triste jornada en muchos a?os. El olmo de la plaza de Espa?a, que se alzaba desde tiempo inmemorial en el enclave m¨¢s c¨¦ntrico del pueblo, se desplom¨® ayer sobre el suelo, bajo el peso de la nieve, para no volver a levantarse m¨¢s. "Ha sido bueno hasta para morir", dice con l¨¢grimas en los ojos Teresa Canencia, de 48 a?os, que, con su marido, regenta el restaurante Las Briscas, situado en plena plaza de Espa?a. "Precisamente, unos minutos antes de vencerse al suelo", cuenta Teresa, "le hab¨ªa pedido a mi hija Gema que se pusiera frente al olmo, para hacerle una fotograf¨ªa: estaba precioso, con toda su copa llena de nieve pura", comenta. "Entonces, poco despu¨¦s de las once de la ma?ana, se escuch¨® un leve ruido, se inclin¨® y cay¨®. Al caer rompi¨® el alcorque de piedra que cercaba su tronco, pero no se vino abajo de manera violenta", se?ala. "Me ha dolido mucho, porque de peque?a jugaba dentro y escond¨ªa mis tesoros; lo he venido viendo toda mi vida, como mis padres, mis abuelos, mi bisabuela Canuta...".
Teresa est¨¢ emocionada. "?C¨®mo no voy a estarlo, si he nacido aqu¨ª, si aqu¨ª han nacido mis hijos y el ¨¢rbol nos ha acompa?ado siempre?", se lamenta. "Cuando veo ese hueco que ha dejado, noto que algo muy hondo me falta", dice. A 94 kil¨®metros de Madrid, el llamado ¨¢lamo de la plaza de Rascafr¨ªa era un Ulmus minor, olmo de 5,80 metros de di¨¢metro de tronco, semihueco, y 13metros de altura y copa. La leyenda cuenta que en su interior se escondi¨® El Tuerto Pir¨®n, un bandolero que moraba por estos predios. "Hace cinco d¨ªas vimos que el ¨¢rbol se hab¨ªa inclinado un poco", explica F¨¦lix Sanz, alcalde de la villa, de 1.600 habitantes. "Dimos aviso a la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de la Comunidad; decidimos vallar su contorno, por si acaso. Su bondad ha durado hasta el final. No ha causado da?os", dice.
Nadie podr¨¢ nunca recobrar la generosa sombra que en verano brindaba, ni la frescura con la que envolv¨ªa a quienes acud¨ªan al manso amparo de su frondosa copa. Tampoco anidar¨¢n en ¨¦l, al llegar la primavera, gorriones cantarines. Ning¨²n ni?o volver¨¢ a cobijarse en el interior de su tronco oscuro, ni gozar¨¢ del misterio de esconder cristales de colores, privilegio del que disfrutaron otros ni?os desde hace m¨¢s de trescientos a?os precisamente hasta ayer, la fecha infausta en la que el gran ¨¢rbol, emblema de Rascafr¨ªa, cay¨® abatido.
"Vamos a intentar instalar su tronco en un parque, para que viva en el recuerdo del pueblo", dice con tristeza el alcalde.
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