Naci¨®n y religi¨®n
Hace unas semanas, cl¨¦rigos de la cat¨®lica Croacia entonaron los laudes funerarios de Franjo Tudjman, salvador, liberador, caudillo y conductor del Pueblo Croata. Estremec¨ªa la honda emoci¨®n de su letan¨ªa: aquellos hombres sent¨ªan de verdad lo que cantaban. Como lo sent¨ªan tambi¨¦n los sacerdotes vascos oficiantes en las honras f¨²nebres de miembros de ETA, v¨ªctimas inocentes elevadas por la muerte al rango sacrificial de Jes¨²s redentor; como temblaban de emoci¨®n patri¨®tica los obispos Pla i Deniel y Gom¨¤ i Thomas cuando declaraban cruzada la guerra civil, recib¨ªan a Francisco Franco como enviado de Dios e identificaban la naci¨®n espa?ola con el ser cat¨®lico.Los casos de sacralizaci¨®n de la naci¨®n son tan numerosos y se encuentran tan diseminados que de ninguna manera se pueden atribuir a un azar ni a una conspiraci¨®n. La naci¨®n, como escribi¨® Gellner, atrae sacralizaci¨®n. Tanto la atrae que los creadores de naci¨®n siempre refuerzan su invenci¨®n secularizando para ella s¨ªmbolos sagrados. Alg¨²n camino se hab¨ªa recorrido ya cuando el triunfo del absolutismo consagr¨® el Derecho Divino de los Reyes, creando as¨ª una religi¨®n secularizada en torno a la Monarqu¨ªa: no hubo m¨¢s que iniciar el canto al Derecho Divino de los Pueblos para trasladar toda esa simbolog¨ªa a la Naci¨®n. En Espa?a, sin embargo, los intentos de crear una religi¨®n secularizada de la Naci¨®n fracasaron ante la superior potencia sacralizadora de "la religi¨®n cat¨®lica, apost¨®lica, romana, ¨²nica verdadera", proclamada por la Constituci¨®n de C¨¢diz como "la religi¨®n de la Naci¨®n espa?ola".
?Qu¨¦ nos ha pasado desde entonces? Pues que la cat¨®lica naci¨®n espa?ola, derrotada en sus versiones liberal y democr¨¢tica, fue sometida tras la muerte del Caudillo por la Gracia de Dios a un raspado de sacralidad: ning¨²n cardenal primado espa?ol se atrever¨ªa a predicar hoy en Espa?a lo que sus predecesores catalanes en la sede de Toledo pontificaban hace no m¨¢s de 50 a?os. En compensaci¨®n, ese elemento consustancial a todas las religiones verdaderas que consiste en sacralizar el mundo ha encontrado un f¨¦rtil campo de cultivo en los nacionalismos emergentes: el Derecho Divino de los Pueblos irrumpe siempre en pastorales y homil¨ªas con motivo de las fiestas de las Naciones vasca o catalana.
Jos¨¦ Mar¨ªa Seti¨¦n puede entenderse en este contexto. Especialista en la doctrina medieval de las dos espadas, te¨®rico de la Iglesia como sociedad perfecta, moralista y canonista de reconocida solvencia, Seti¨¦n se sit¨²a en la l¨ªnea de pensamiento cat¨®lico que, ante el empuje de las naciones sacralizadas secularmente como democracias, accedi¨® a desplazar del Rey al Pueblo los atributos del Derecho Divino. ?A qu¨¦ pueblo? Al suyo, naturalmente; cada cual siente a Dios en su pueblo: el croata en el croata, el vasco en el vasco. El problema fue que parte de ese pueblo recurri¨® al terror para imponer su divino derecho como Sujeto Pol¨ªtico. Seti¨¦n conden¨® el pecado, pero comprendi¨® al pecador: el recurso al terror no era sino la manifestaci¨®n de un conflicto ancestral. La soluci¨®n, por tanto, deb¨ªa consistir en que las v¨ªctimas pagaran un precio a los verdugos.
Con eso, Seti¨¦n franque¨® un paso vedado en los tiempos actuales a los cl¨¦rigos: en lugar de sacralizar cat¨®licamente la pol¨ªtica, intent¨® protagonizar como cl¨¦rigo el debate y la lucha pol¨ªticos, o sea, intent¨® hacer pol¨ªtica cat¨®lica. Pero hacerla en sociedades mestizas y plurales s¨®lo conduce a rompimientos irreparables: el cl¨¦rigo-pol¨ªtico constituye un peligro para la Iglesia por su capacidad de dividir a la ley cat¨®lica. Se comprende lo que esto pod¨ªa alumbrar: una comunidad cat¨®lica escindida, una ¨¢spera confrontaci¨®n intercat¨®lica. Ya ocurri¨® en otros tiempos, cuando carlistas y nacionalistas rivalizaron en cat¨®lica sacralidad. La reacci¨®n ahora no se ha hecho esperar: con la lata que los cat¨®licos vascos llevan dada al Vaticano, s¨®lo faltaba un Seti¨¦n para avivar los rescoldos de viejas guerras de religi¨®n nacional.
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