El lexic¨®grafo de la "Butibamba"
"Sobre todo naci¨® como un intento de que no se perdiesen todas aquellas palabras y expresiones que uno escuchaba en la calle y que no recog¨ªa el diccionario de la Academia", recuerda a sus casi 80 a?os Juan Cepas, l¨²cido y exacto de mente, escaso ya de visi¨®n pero manteniendo en su cuerpo mucho a¨²n de la vitalidad desbordante y hasta altanera del que ha sido uno de los mejores libreros de su ciudad. Sobre el aparador del comedor, dentro de un marco sin ostentaci¨®n, a¨²n sonr¨ªe bajo la cuarentena aquel otro Cepas sportman, quien fuera due?o y se?or de la conocida librer¨ªa Ib¨¦rica de M¨¢laga. Hoy, aquel santuario de libros y papeles sigue casi en su sitio de siempre, la calle Nueva, aunque algo m¨¢s reducido y en manos de su hijo Javier."S¨ª, s¨ª que fue un ¨¦xito desde el principio. Y un ¨¦xito inesperado, aunque a m¨ª me asombren siempre mis ¨¦xitos, ¨¦ste ten¨ªa menos razones: s¨®lo era un libro con palabras", recuerda. Todo comenz¨® hace m¨¢s de 30 a?os. Ya entonces, Cepas ten¨ªa publicadas tres novelas (Alf¨¦rez provisional, La hora de las anclas y Los hermanos carlistas), libros que le demandaban un traslado a Madrid para ejercer de novelista oficial. Pero Cepas, don Juan, no era mucho de dejar el reinado de su rebotica en la Ib¨¦rica, las tertulias del caf¨¦ Cosmopolita de calle Larios, la indolencia sobrada de los atardeceres en el Paseo Mar¨ªtimo: demasiado regalo diario como para trocarlo por la incertidumbre de aspirar a P¨¦rez Gald¨®s.
"Yo supe desde ni?o que deb¨ªa elegir entre escribir y leer; y eleg¨ª lo segundo, cabal y conscientemente", aclara ahora con la ¨²ltima edici¨®n de su Vocabulario popular malague?o entre las manos. ?Y por qu¨¦ popular, don Juan? "Porque lo popular es lo que perdura, es la materia de lo universal: s¨®lo tienes que darte una vuelta por el Quijote y comprobar lo que digo", asegura.
Hace m¨¢s de 30 a?os empez¨® la aventura de este libro. El autor recuerda: "fue el doctor ?lvarez Bet¨¦s quien me anim¨® un d¨ªa antes del cafelito diario del mediod¨ªa en La Cosmopolita; celebr¨® mucho que le dijese "Pepe, hoy estoy bastante penoso". Como cualquiera de M¨¢laga sabe, penoso significa desganado, enfermizo, es una palabra popular que avisa al interlocutor del estado de la persona que se va a encontrar. As¨ª que mi amigo me anim¨®: "Juan, hombre, t¨² deber¨ªas recoger esas palabras que se est¨¢n perdiendo". Y all¨¢ que me puse a hacerlo".
Antes de convertirse por primera vez en libro -a?o 1972, edici¨®n del autor-, Cepas hab¨ªa ido desgranando durante unos a?os el contenido del diccionario en unos programas de la SER, Radio Nacional y en art¨ªculos semanales en los diarios Sur y Sol de Espa?a. Su empresa encontr¨® enseguida aliados. Gentes que iban a buscarle o le escrib¨ªan con una nueva palabra. Cepas s¨®lo ten¨ªa que escuchar, recordar y recopilar. Cuando el libro sali¨®, los 3.000 ejemplares se vendieron en menos de un mes.
Las reglas del diccionario eran simples: s¨®lo pod¨ªa contener palabras que no aparecieran en el diccionario de la RAE, al menos que no lo hicieran con el significado que se le sol¨ªa dar en los l¨ªmites de la provincia de M¨¢laga. Muchas de aquellas palabras no eran privativas de los malacitanos, claro est¨¢, y tambi¨¦n pod¨ªan escucharse en muchos otros lugares de Andaluc¨ªa, pero al menos supon¨ªan un nutriente incuestionable de su l¨¦xico popular. Hasta entonces s¨®lo exist¨ªa un ejemplo estimable de compilaci¨®n del habla andaluza: el diccionario que Alcal¨¢ Wenceslada public¨® en los a?os cuarenta.
Y en ¨¦l comenz¨® a inscribir voces s¨ª que eran puramente boqueronas. Como Plenti de la Butibamba, que ven¨ªa a significar "lo m¨¢s de lo m¨¢s", algo excelente. Esta expresi¨®n reun¨ªa un top¨®nimo local, el de las playas magn¨ªficas de la Butibamba en Marbella, con un anglicismo: en ingl¨¦s plenty of quiere decir "mucho". O en la misma l¨ªnea dabuten niquel¨¢, que indicaba m¨¢xima perfecci¨®n y sumaba una adaptaci¨®n del alem¨¢n das gutter y la afici¨®n por niquelar los metales como impronta de calidad.
Gran parte del contenido original del diccionario lo suministran las voces adaptadas de otros idiomas. Como la inigualable aliquindoi, una palabra resultante de la analog¨ªa con la expresi¨®n que los capataces ingleses del puerto de M¨¢laga utilizaban entre la mano de obra aut¨®ctona: a look and to it. Que quer¨ªa decir algo as¨ª como estar pediente o atento. Un estar al loro muy econ¨®mico. Una expresi¨®n como ejemplo: Chav¨® est¨¢ jabao, estate aliquindoi, que parese un olea¨®. Que quiere decir "muchacho, est¨¢s alelado, mantente atento que pareces desorientado".
Pero para Cepas la palabra de las palabras malague?as no es otra que merdell¨®n, otro barbarismo, surgido de la despectiva expresi¨®n francesa merde du gens. Este adjetivo, de f¨¢cil entendimiento para cualquiera que sea de M¨¢laga, es una suma de cualidades de cursiler¨ªa, vanidad, mal gusto, vulgaridad, ordinariez y presunci¨®n.
El inter¨¦s de los lectores ante el diccionario de Cepas nunca ha sido esquivo. "Tengo cartas desde Jap¨®n, Singapur, Vietnam, Australia, qu¨¦ s¨¦ yo, que me iban escribiendo lectores emocionados al saber que exist¨ªa un libro con las palabras de su infancia y su ciudad lejana; de hecho todas las ediciones se han vendido totalmente y muy r¨¢pido (dos suyas, una de la Caja de Ahorros Provincial, otra de Plaza y Jan¨¦s y esta reciente de Arguval), a pesar de mi escepticismo de que esto le interesara a alguien", admite el librero.
El guardi¨¢n de las palabras, el lexic¨®grafo de la Butibamba, no es un nost¨¢lgico. Tampoco es que est¨¦ penoso. Pero sabe que con ¨¦l se desvanecen los jurelitos del alba y con ellos toda una ¨¦poca de hacerse el lipendi, de tranfullas y rentois. De gritarse los ni?os "?chavea, arsa la pata y mea!". Tiempos donde el pasaporte de la patria chica se sellaba en las palabras.
Un lector y Jack London
Los libreros antiguos son como esos maestros rurales idealizados por algunas novelas: son capaces de ense?ar cosas ¨²tiles. Las editoriales deber¨ªan pagarles pensiones vitalicias a estos hombres capaces de engatusarte con un taco de papeles engomados con garabatos impresos. Personas que mantienen a¨²n la llama de una actividad -la de leer libros- a la que cada d¨ªa cuesta m¨¢s que se enganchen los chavales.Juan Cepas es tan aficionado a la lectura que por ella dej¨® de ser escritor, que lo era, y bueno: el Jack London malague?o, le llegaron a motejar tras sus tres novelas. As¨ª que las palabras de Cepas sobre los libros guardan argumento de autoridad. "Las lecturas es de lo poco que podemos elegir en esta vida", aclara para anatemizar esa triste m¨¢xima que a¨²na letra y sangre.
Y, paradojas de la vida, el hombre que ha vendido tantos libros, este hombre que ama la lectura por encima de todas las cosas, ve cada d¨ªa menos y cada d¨ªa le cuesta m¨¢s lanzarse sobre las letras. Como comerciante, se hace una pregunta: "a ver si alguien me explica la raz¨®n de por qu¨¦ las editoriales no hacen libros con las letras m¨¢s grandes: los viejos se lo agradecer¨ªamos tanto. Y tener tiene mercado. Si no tenemos otra cosa que hacer...".
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