Treinta a?os despu¨¦s
Treinta a?os despu¨¦s de Salvador Allende, otro socialista, Ricardo Lagos, regresar¨¢ al palacio de la Moneda, sede emblem¨¢tica de la presidencia en Chile. ?sta no es una revancha de la historia, sino el reflejo de la transformaci¨®n del pa¨ªs. Lagos no es s¨®lo un socialista, es el candidato que ha ganado las elecciones presidenciales en nombre de la Concertaci¨®n de partidos de centro-izquierda que gobierna Chile desde 1990. Y haciendo honor al nombre de esa alianza ha dirigido su primer mensaje como presidente electo a la oposici¨®n derechista para que se sume a la tarea de culminar la reconciliaci¨®n nacional.Han sido las terceras elecciones a la jefatura del Estado desde que Chile retomara el camino a la democracia, pero las primeras en las que ha estado ausente Pinochet, el general que desaloj¨® violentamente del poder a Allende en 1973. El otrora temido ex dictador sigue detenido a¨²n en Londres, aunque todo hace prever que el ministro Straw dictar¨¢ su libertad en los pr¨®ximos d¨ªas en raz¨®n de su deterioro f¨ªsico y mental.
La victoria de Lagos ha sido clara. La m¨ªnima ventaja de 31.000 votos que le separ¨® del candidato derechista, Joaqu¨ªn Lav¨ªn, en la primera vuelta se abri¨® el domingo por encima de las 200.000 papeletas, una diferencia que habr¨ªa sido mayor si la Ley Electoral no impidiera votar a los residentes en el extranjero. Pese a todo, el 48% de votos alcanzado por su oponente Joaqu¨ªn Lav¨ªn convierte a este joven pol¨ªtico en la nueva referencia pol¨ªtica de la derecha y cabe esperar de ¨¦l que la distancia que ha marcado respecto a Pinochet sea algo m¨¢s que un se?uelo de campa?a.
Lagos ha tratado en la recta final de atraer a los votantes centristas sin desmovilizar a la izquierda. Ha demostrado comprender la dura realidad de un Chile deseoso de relegar a Pinochet al olvido, pero en el que pr¨¢cticamente la mitad de la poblaci¨®n es a¨²n, en cierto modo, pinochetista o, en todo caso, derechista. Lagos sabe que, de no lograr en las pr¨®ximas legislativas una mayor¨ªa suficiente para reformar la Constituci¨®n y eliminar los ¨²ltimos vestigios de la dictadura, necesitar¨¢ de la colaboraci¨®n de esa derecha que representa Lav¨ªn para completar la transici¨®n. Por ello, el primer llamamiento del vencedor tras la victoria ha sido a la unidad y la cooperaci¨®n. La buena disposici¨®n demostrada por Lav¨ªn no deber¨ªa caer en saco roto. Pues si reconciliaci¨®n es lo que pide Lagos, reconciliaci¨®n es lo que necesita Chile.
Ambos candidatos se hab¨ªan mostrado en los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a partidarios de que Pinochet fuera juzgado en Chile. Si se concreta la predisposici¨®n anunciada por el ministro del Interior brit¨¢nico, Jack Straw, a poner en libertad a Pinochet dado su supuestamente deteriorado estado de salud, ser¨ªa justo que el dictador tuviera que afrontar a los jueces en su propio pa¨ªs para dar cuenta de sus cr¨ªmenes, aunque cabe dudar de la viabilidad de este empe?o.
En cualquier caso, las alegaciones que han hecho las partes, y en concreto el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garz¨®n, origen de la demanda de extradici¨®n, resultan sensatas en tanto en cuanto solicitan el informe de los m¨¦dicos brit¨¢nicos independientes que examinaron a Pinochet el pasado 5 de enero. Una decisi¨®n del calado de la de Straw no puede tomarse escondiendo tales conclusiones a las partes personadas, pues crear¨ªa una zona oscura de arbitrariedad y duda. Una cosa es que pueda discutirse su derecho a pedir un contrainforme m¨¦dico en esta fase del procedimiento y otra que ni siquiera tengan acceso a los informes m¨¦dicos que Straw ha convertido en prueba inequ¨ªvoca de que Pinochet no est¨¢ en condiciones de someterse a juicio.
Sensatamente, el Ejecutivo espa?ol ha decidido hacer llegar a las autoridades brit¨¢nicas las alegaciones del juez Garz¨®n. Tampoco deben quedar zonas oscuras en la actuaci¨®n del Gobierno de Aznar, que siempre ha buscado ante este caso la cuadratura del c¨ªrculo: complacer a la opini¨®n p¨²blica espa?ola en nombre de la justicia internacional, y a la vez contentar a las autoridades chilenas, que consideran el sumario de la Audiencia Nacional como una intromisi¨®n. Pero anunciar de antemano a Straw que no piensa recurrir cualquier decisi¨®n que adopte es una forma nada velada de lavarse las manos ante la inminente puesta en libertad de Pinochet.
En todo caso, lo que hoy importa es Chile y los chilenos. La detenci¨®n de Pinochet habr¨¢ servido al menos para que la democracia de ese pa¨ªs se desembarace de su mala sombra. La elecci¨®n del moderado Lagos deber¨ªa abrir el ¨²ltimo tramo de la transici¨®n chilena, una p¨¢gina en la que ya no aparezca el general Pinochet.
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