Jam¨®n
Si cortar un jam¨®n de manera can¨®nica requiere pr¨¢ctica y unos imprescindibles conocimientos veterinarios, despedirse de un jam¨®n respetando las normas de la emoci¨®n exige una luminosa vena surrealista. Paulino Plata, consejero de Agricultura, convoc¨® el domingo a la hora del ¨¢ngelus a los jamoneros de Trev¨¦lez y a los periodistas a verlo c¨®mo desped¨ªa la primera partida de jamones espa?oles que va a parar al mercado japon¨¦s. Este cronista, en las demasiadas campa?as preelectorales que ha vivido, ha asistido incluso a la inauguraci¨®n de un retrete p¨²blico, pero jam¨¢s hab¨ªa so?ado que sus ojos cansados contemplar¨ªan a un consejero del Gobierno dici¨¦ndole adi¨®s a un centenar de jamones serranos.
La expectaci¨®n que levant¨® el anuncio de la perfomance fue notable. Pues ?c¨®mo se despide un jam¨®n? ?Con palabras, con gestos, l¨¢grimas o deseos? Jes¨²s Quero, delegado del Gobierno de la Junta en Granada, que aguardaba el momento del adi¨®s en un rinc¨®n discreto, estaba pose¨ªdo por un extra?o esp¨ªritu que le induc¨ªa a doblarse en dos y a esconder la cara entre las manos. Los industriales de Trev¨¦lez, por su lado, luc¨ªan un terno oscuro acoplado a un gesto impasible. Se notaban que eran los deudos. O los hu¨¦rfanos recientes de los jamones.
En la calle, en una furgoneta, se encontraba la embajada de jamones encargada de representar a los dem¨¢s: cuatro elegantes piezas vestidas con mallas rosas y etiquetas. Se oy¨® un murmullo. Por la derecha, apareci¨® Paulino Plata, seguido de Jorge Vallejo, presidente del consejo regulador de Tr¨¦velez. Ambos se acercaron a la camioneta frigor¨ªfica donde un propio les tendi¨® el jam¨®n principal -seguramente el mayordomo o el gerente de la asociaci¨®n de jamones-, lo colocaron en el medio y, como un viejo amigo que se marcha, desmayaron sus manos sobre la pata. As¨ª posaron, como buenos camaradas, ante una muchedumbre de c¨¢maras y rostros incr¨¦dulos o estupefactos.
A un servidor le pareci¨® o¨ªr, en el momento supremo de la despedida, como un desgarro animal, una especie de menoscabo ¨ªntimo, como quien separa dos membranas vivas o despega una corteza de su masa. Turbado por aquella extra?a emoci¨®n la memoria revivi¨® a su modo una vieja met¨¢fora del Cantar del M¨ªo Cid: "Unos parten de otros como la pezu?a de su carne".
ALEJANDRO V. GARC?A
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