La p¨¢gina Craxi
El fallecimiento de Bettino Craxi en su autoimpuesto exilio tunecino ha venido a zanjar inapelablemente la discusi¨®n en marcha sobre la conveniencia de permitir que el fugado y enfermo ex primer ministro italiano regresase a su pa¨ªs; un tema que la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n y el propio Gobierno deliberaban desde octubre pasado -d¨ªas despu¨¦s de la absoluci¨®n de Giulio Andreotti por sus supuestos v¨ªnculos mafiosos-, justo cuando Craxi fue hospitalizado en T¨²nez por los problemas cardiacos que le han causado la muerte. ?se, el del regreso que no fue, es uno de los debates que sin duda abrir¨¢ la desaparici¨®n del m¨¢s duradero de los primeros ministros italianos. En el momento de su muerte estaba acusado en dos procesos -uno, por financiaci¨®n ilegal de su partido socialista; el otro, por corrupci¨®n a prop¨®sito de la construcci¨®n del metro de Mil¨¢n- y condenado en ausencia a un total de 10 a?os de c¨¢rcel.Craxi ha sido una de las cabezas m¨¢s prominentes segadas por los esc¨¢ndalos que en los a?os noventa sacudieron a la vieja guardia italiana. Domin¨® durante 17 a?os un partido, el socialista, hoy desplomado, y del que consigui¨® hacer la tercera fuerza pol¨ªtica de su pa¨ªs, rompiendo la excepci¨®n seg¨²n la cual no hab¨ªa otra izquierda operativa en Italia que la representada por los comunistas. Pero su ca¨ªda en desgracia fue tan r¨¢pida y dram¨¢tica como exultantes sus a?os de poder, entre 1983 y 1987, en los que el rey Bettino, brillante y autoritario, primer socialista en llegar a la jefatura del Gobierno de Roma, presidi¨® dos Gabinetes sucesivos e impuso un nuevo ritmo pol¨ªtico. El a?o del gran esc¨¢ndalo fue 1992; al a?o siguiente tuvo que abandonar la jefatura socialista, y en 1994, despreciado por la mayor¨ªa de los italianos, huy¨® a Hammamet. Era oficialmente un pr¨®fugo de la justicia.
Desde su exilio dorado, Craxi era el m¨¢s punzante recordatorio de la oleada anticorrupci¨®n que se ha llevado por delante a la clase pol¨ªtica de la posguerra. La Italia reciente ha ganado en credibilidad internacional a la vez que ha disminuido el apetito de sus ciudadanos por ver entre rejas a sus l¨ªderes pol¨ªticos. Con la muerte de Craxi -y zanjadas las cuentas de Andreotti con la justicia-, Italia deber¨ªa cerrar definitivamente un turbio cap¨ªtulo de su historia.
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