JAVIER CLEMENTE El entrenador de la Real, con el pedigr¨ª de su pasado, encara su tercer proyecto de salvaci¨®n de un equipo de f¨²tbolJavier Clemente
Cuando Javier Clemente (Barakaldo, 1950) deje el f¨²tbol (quiz¨¢ nunca) quedar¨¢ la duda sin resolver: ¨¢ngel o diablo, provocador o revolucionario, inteligente o listo, gran amigo o mejor enemigo, negociante o altruista. Incluso no habr¨¢ un consenso sobre sus conocimientos futbol¨ªsticos: lo que para unos es sabidur¨ªa, para otros no excede de la intuici¨®n. Y, probablemente, su historia estar¨¢ m¨¢s llena de pendencias particulares y colectivas, de frases construidas casi como grafitos de las menudencias del f¨²tbol, que de las aportaciones concretas a este juego hechas por un entrenador con acciones m¨¢s sonoras que sus palabras.Ni siquiera los m¨¢s ¨ªntimos saben muy bien c¨®mo es Javier Clemente. Entre ¨¦llos, uno encuentra quien explica sus pol¨¦micas por la afici¨®n que profesa al rifirrafe; otros, por su vocaci¨®n de Cid Campeador, que le lleva a confundir su enfrentamiento con los medios hostiles con una batalla en defensa del proletariado, o a atribuir claves pol¨ªticas a sistemas futbol¨ªsticos. En definitiva, amigos y enemigos coinciden habitualmente en el an¨¢lisis y difieren rotundamente en la conclusi¨®n. Al final, todo es una cuesti¨®n de fe.
Aquel futbolista que irrumpi¨® como un aerolito, con una zurda rotunda y profunda y un car¨¢cter infinito sobre el campo, se rompi¨® como el cristal cuando Mara?¨®n (jugador del Sabadell) hizo trizas su rodilla en una jugada desgraciada. Aquel muchacho se qued¨® para siempre en un proyecto, pero se rebel¨® a la hora de convertirse en el recuerdo eterno de una vieja joven gloria. A aquel drama atribuyen sus ep¨ªgonos su desapego hacia las figuras del f¨²tbol. Sin embargo, el esp¨ªritu grupal que Clemente concede a este juego proviene m¨¢s de sus creencias que de factores psicol¨®gicos o personales. Clemente no repudia la calidad, pero adora el trabajo: en circunstancias complicadas, siempre apostar¨¢ por lo segundo entre su muchachada.
El fen¨®meno de Clemente probablemente no tiene ni principio ni fin. Socialmente es eterno. Su relaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n responde a un caso habitual de amor-odio que ha ido ocupando cada vez m¨¢s su tiempo y su presencia. En el fondo, el periodismo y el f¨²tbol forman parte del mismo juego: se necesitan y se repelen como imanes. Y por detr¨¢s prevalecen aquellas ligas insospechadas con el Athletic en la d¨¦cada de los ochenta o aquella final de la Copa de la UEFA, no menos insospechada, con el Espanyol o la destituci¨®n del Atl¨¦tico de Gil cuando ocupaba el segundo lugar de la clasificaci¨®n. O el primer arranque con la selecci¨®n nacional, cuando prevalec¨ªa ese esp¨ªritu de grupo sobre otros asuntos internos del juego.
Lo cierto es que Clemente no se halla a gusto en la cotidianidad. Su segundo regreso al Athletic, tras el triunfo de Jos¨¦ Juli¨¢n Lertxundi en las elecciones a la presidencia del club rojiblanco, estuvo marcado por una exigencia de ortodoxia y bien estar. Futbol¨ªsticamente fue un fracaso y acab¨® siendo destituido antes de tiempo. Clemente dijo que en esa ¨¦poca no fue ¨¦l mismo. Las condiciones del contrato (buenas maneras, ausencia de pol¨¦mica y sosiego) fueron demasiado r¨ªgidas para ¨¦l, mas propenso a la cautivaci¨®n, al funcionalismo, al tira y afloja, al manique¨ªsmo, en definitiva, entre buenos y malos casi absolutos. En cierto modo, Clemente considera que aquella ¨¦poca no le pertenece. ?l se sent¨® en el banquillo, pero en los dem¨¢s actu¨® un sosias excesivamente educado. Muy distinto del que vivi¨® una de las mayores divisiones sociales que se recuerdan en Vizcaya (tras el caso Clemente-Sarabia).
Probablemente uno de los entrenadores con m¨¢s ¨¦xitos relativos (en funci¨®n de los medios), se ha visto abocado a gestionar empresas en crisis. Primero fue el Betis: acudi¨® de salvador y le reclamaron paga de beficios; ahora la Real ha contratado sus servicios para salir del atolladero. Bilba¨ªno de pro, rojiblanco de carn¨¦, apela a la profesionalidad y a la visi¨®n de pa¨ªs para explicar una decisi¨®n que no necesita explicaci¨®n ninguna. Inmediatamente arguy¨® que su presencia en San Sebasti¨¢n, lejos de encrespar, podr¨ªa contribuir a acercar las relaciones distantes de dos territorios pr¨®ximos.
Y en ¨¦sas est¨¢. Oficialmente ni mejor ni peor que su antecesor (Bernd Krauss), pero al borde de que se desborde el manique¨ªsmo. A la espera de un debate casi imposible entre Aznar y Almunia, Clemente ha aceptado el reto de De la Morena (cadena SER). Todo un acontecimiento. As¨ª est¨¢ el patio.
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