La "decadencia" de un modelo
?Por qu¨¦ Sartre, en otro tiempo tan celebrado, est¨¢ hoy tan olvidado? Su obra le sit¨²a como uno de los grandes de la filosof¨ªa del siglo XX. Como su casi contempor¨¢neo Bertrand Russell, adem¨¢s de ser un gran pensador -aunque justamente porque lo era-, Sartre fue una encarnaci¨®n del tipo de intelectual heredero del philosophe del Siglo de las Luces (De Gaulle le comparaba a veces con Voltaire para explicar por qu¨¦ no pod¨ªa ordenar su detenci¨®n), el hombre de letras que aprovecha el hecho de tener el reconocimiento de un p¨²blico lector culto para desempe?ar el papel de instancia cr¨ªtica en el espacio de la opini¨®n p¨²blica, papel tradicionalmente ligado a la prensa escrita al menos desde el Yo acuso de Zola: el escritor que interviene en el debate social y pol¨ªtico en defensa de unos valores universales, asociados precisamente a las humanidades, valores que rebasan con mucho los intereses de las comunidades nacionales y de las urgencias inmediatas, y que son capaces de inspirar movimientos de renovaci¨®n moral y pol¨ªticamente relevantes. La "decadencia" de este modelo de intelectual tiene, sin duda, razones internas: el propio Sartre es un ejemplo de que esos valores no constituyen una vacuna contra ciertos compromisos con causas de dudosa moralidad (como la antigua URSS, el castrismo, la guerrilla o el mao¨ªsmo). Este factor de erosi¨®n, a?adido al inevitable "relevo generacional", provoc¨® un comprensible rechazo contra esta clase de figura p¨²blica. Los hijos del 68 franc¨¦s - Foucault, Deleuze, Derrida, Lyotard- promovieron el llamado intelectual espec¨ªfico, que ha derivado en un izquierdismo universitario e hiper-te¨®rico, conceptualmente enriquecedor, pero completamente desconectado del espacio p¨²blico y de la vida social, y pol¨ªticamente inepto. Y como, entretanto (y aprovechando la ausencia de los intelectuales), el espacio p¨²blico que posibilitaba esa figura ha sido sustituido por las grandes empresas de la comunicaci¨®n, la nueva generaci¨®n (los "nietos" del 68, como el inefable Bernard-Henri L¨¦vy) han consagrado el nacimiento del intelectual medi¨¢tico (aquel que no escribe en la prensa por ser novelista o ensayista reconocido, sino que aprovecha para convertirse en ensayista o novelista despu¨¦s de ganarse fama como columnista, tertuliano o "presentador"). Esta miserable consecuencia de un rechazo demasiado irreflexivo ha llevado a muchos pensadores (Pierre Bourdieu es el signo m¨¢s evidente) a la idea de que, pese a las trampas y los errores asociados al "compromiso", la funci¨®n del intelectual como instancia cr¨ªtica no espec¨ªfica y no-nacional, es irrenunciable. Y, en este sentido, Sartre -aut¨¦ntica presencia de la libertad en la vida p¨²blica- est¨¢ de plena actualidad.
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