ETA y algunos prejuicios
Mientras en Madrid se convoca una gran manifestaci¨®n contra el atentado de ETA, en Catalu?a la respuesta se ha limitado a las condenas de ritual. Catalu?a siempre ha reaccionado m¨¢s tarde y con mayor cautela a las acciones de ETA. En realidad, fue necesaria la atrocidad de Hipercor para que la sociedad catalana tomara conciencia de que no era ajena al problema, que tambi¨¦n Catalu?a era territorio para la barbarie.La cuesti¨®n vasca ha sido siempre inc¨®moda para Catalu?a. El propio presidente Pujol se ha mantenido siempre a cierta distancia, por m¨¢s que la Declaraci¨®n de Barcelona pudiera ser interpretada como una manera de ayudar al PNV en la estrategia de preparaci¨®n de la tregua. Pujol se ha limitado siempre a las declaraciones indispensables, ha evitado cautelosamente cualquier intervenci¨®n o intermediaci¨®n. Esta tendencia a la inhibici¨®n respecto a los problemas de Euskadi alcanz¨® incluso al GAL. Pujol nunca quiso saber qu¨¦ estaba ocurriendo. Y, en consecuencia, con esta disposici¨®n a mirar a otra parte, nunca, ni cuando acontecieron los hechos ni cuando salieron a la luz, pidi¨® responsabilidades al Gobierno socialista.
El talante moderado del nacionalismo catal¨¢n que rechaza la violencia convive con cierta solidaridad de fondo entre dos naciones -Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco- a las que Espa?a -como naci¨®n opresora- habr¨ªa impedido la transformaci¨®n de su potencia nacional en acto, es decir, en Estado propio. Desde este punto de vista la cuesti¨®n terrorista formar¨ªa parte de un problema que concierne a Espa?a y al Pa¨ªs Vasco, pero que ser¨ªa tangencial a Catalu?a que, en su relaci¨®n con Espa?a, compone un retablo de problemas sustancialmente distinto. Por respeto de naci¨®n a naci¨®n, ser¨ªa mejor inmiscuirse lo menos posible.
Este trasfondo va acompa?ado de algunos prejuicios -y los ha alimentado- que van cayendo muy lentamente y se anudaron a partir del prejuicio hist¨®rico de lucha compartida contra el franquismo. Durante la dictadura el nacionalismo, como la izquierda, fue solidario de ETA frente al franquismo, aunque se discrepaba p¨²blicamente de sus m¨¦todos. Cuando una parte de ETA prolong¨® su existencia una vez restablecida la democracia, cost¨® cortar los v¨ªnculos psicol¨®gicos trabados durante la dictadura. A veces parece como si todav¨ªa quedara alg¨²n resto de este prejuicio de simpat¨ªa.
ETA en la dictadura luchaba contra el franquismo y por los derechos del pueblo vasco. Eran tiempos en que la distinci¨®n entre medios y fines quedaba desnaturalizada por el car¨¢cter represivo del r¨¦gimen, que daba legitimidad a la acci¨®n de ETA. Una vez establecido el nuevo r¨¦gimen democr¨¢tico, segu¨ªa pendiente la cuesti¨®n de los derechos del pueblo vasco. Pero el prejuicio de pueblo oprimido carece de sentido en una situaci¨®n de amplias libertades -perturbadas fundamentalmente por la acci¨®n terrorista- en la que, una vez consolidado el r¨¦gimen democr¨¢tico, no debe haber impedimento para presentar propuestas soberanistas (como acaba de hacer el PNV) respetando los procedimientos democr¨¢ticos, que son los cauces para dirimir las diferencias entre nacionalistas y constitucionalistas. S¨®lo el prejuicio de creer que hay un derecho esencial del pueblo vasco, por encima de la expresi¨®n democr¨¢tica de la sociedad vasca, puede mantener un prejuicio favorable a quienes quieren imponerlo por la fuerza.
Ni oprimidos como pueblo, ni oprimidos como clase social. Como dice un amigo vasco, los chicos de Jarrai tienen siempre la nevera llena en casa. Ya se ocupan sus padres de ir a la compra. Estos prejuicios que pudieran inspirar comprensi¨®n corresponden a clich¨¦s comparativos con otros pa¨ªses que no tienen nada que ver con el Pa¨ªs Vasco o a posiciones todav¨ªa instaladas en el imaginario de la resistencia. En la realidad actual del Pa¨ªs Vasco, ETA es un obst¨¢culo incluso para el avance de las posiciones soberanistas. Por eso hay en Madrid algunos sectores, limitados pero no irrelevantes, que apuestan por la continuidad de ETA siempre que sea dentro de lo que llaman unos "niveles asumibles", porque sin ETA, dicen, "el Pa¨ªs Vasco se va". En una sociedad vasca sin violencia la ciudadan¨ªa, a trav¨¦s de los procedimientos democr¨¢ticos, es quien debe arbitrar el debate sobre el futuro del Pa¨ªs Vasco, un debate que debe ser fundamentalmente pol¨ªtico (?qu¨¦ es mejor para la convivencia en la compleja sociedad vasca?) y no s¨®lo de cuestiones de principios. Mientras ETA dure, este debate est¨¢ viciado por su chantaje.
En Madrid preocupa la cuesti¨®n de la autodeterminaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco no s¨®lo por Euskadi sino tambi¨¦n, y quiz¨¢ especialmente, por Catalu?a. Siempre, el conflicto visible ha estado en Euskadi pero la preocupaci¨®n de fondo ha sido Catalu?a. Es otra historia de prejuicios. Y, sin embargo, todas las partes deber¨ªan ir actualizando sus argumentos pol¨ªticos, porque es evidente que, en el marco de la uni¨®n europea, soberan¨ªa, independentismo, (y otras palabras que todav¨ªa ponen a algunos en pie de guerra) no son ya lo que eran. La pol¨ªtica es raz¨®n de la estructura social. El cambio de escala (hacia arriba y hacia abajo) que a trancas y a barrancas se est¨¢ produciendo en Europa, para adecuar las estructuras pol¨ªticas a la realidad social, hace que muchos de estos procesos puede que se acaben dando por a?adidura. S¨®lo que con una condici¨®n: con las pistolas entregadas. Espa?a no es ni puede ser Yugoslavia.
Lleva raz¨®n el presidente Pujol en apostar por el aislamiento social y pol¨ªtico de ETA como salida. L¨¢stima que no convenciera a sus correligionarios vascos para que no rompieran el consenso democr¨¢tico. Las manifestaciones no sirven para nada, se dice a menudo, y, en cambio, se utilizan como propaganda antinacionalista. Una manifestaci¨®n no evita que un comando act¨²e, pero hay argumentos remilgados que s¨®lo a?aden confusi¨®n. Fueron la acci¨®n policial y judicial sobre ETA y su entorno y el aislamiento social que ETA sinti¨® despu¨¦s del asesinato de Miguel ?ngel Blanco los factores que movieron a los terroristas, que se sent¨ªan asfixiados, a ofrecer una tregua. A esta presi¨®n hay que volver. Porque hoy el problema es ETA. Incluso para la soluci¨®n de la cuesti¨®n vasca. No hay prejuicio que justifique guardar las distancias.
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